Ayer se nos presentó en la redacción una mujer de regular edad y pobrísimamente vestida. Venia acompañada de un anciano ciego; como ella, semivestido con harapos. Nos dijeron que se había hundido su vivienda y que estaban viviendo en una cuadra, cedida por unos vecinos caritativos.
Hoy nos hemos personado en el lugar del suceso y este es ni más y menos, que unos ruinosos trozos de la antigua muralla que ellos habían habitado para cobijarse. Bajo esas ruinas vivían el ciego, su mujer y sus dos hijos. Nos imaginamos como vivirían esas personas allí, porque, al lado mismo de esas ruinas, existe otra “vivienda” donde se aloja un matrimonio con ocho hijos, el mayor de 16 años.
El trozo del torreón donde vivían los primeros se ha hundido totalmente y, bajo los escombros, han quedado los pocos enseres de que disponían. Al lado del montón en ruinas hemos visto un viejo carro con dos o tres cacharros y unas poquísimas y pobres prendas de vestir. Todo eso es lo que ha quedado del “ajuar” de estos “inquilinos” de las ruinas.
Hemos preguntado de que vivían y nos dicen que, como el pobre hombre es ciego y viejo, comen de lo que saca él implorando, de puerta en puerta, la caridad humana, que, a veces, no llega ni siquiera para mal mitigar el hambre.
La foto muestra palpablemente la situación en que ha quedado el “hogar” de esta pobre familia que hoy tiene el cielo por techo.
En estos días, que la caridad se hacia patente por diferentes medios, no podemos dejar que esta familia carezca de un lugar donde pasar, las frías noches de invierno.
Se impone un obligado y urgente remedio para todas estas familias que “viven” en dichas minas.
Diario “Lanza” miércoles 28 de
diciembre de 1955


No hay comentarios:
Publicar un comentario