Pareciera que el mundo
camina en una dirección y las protagonistas de este reportaje en dirección
contraria. En ocasiones, la falta de responsabilidad colectiva de la sociedad
actual, el derecho a la libertad individual por encima de las de los demás, la
carencia de espiritualidad, de amor al prójimo… se contraponen a la esperanza y
fe en Cristo, la labor social ejemplar, la ayuda a los pobres desde la pobreza,
el cuidado de enfermos y mayores que ejercen en su apostolado las hermanas de
la Compañía de la Cruz.
Precisamente, este
instituto conmemora en 2025 los 150 años de su fundación en España por la madre
general de la compañía, Santa Ángela de la Cruz, y por el Beato Padre Torres.
En reconocimiento a esta efeméride, el Papa Francisco otorgó a la congregación
surgida en Sevilla la “gracia y el beneficio” de Año Jubilar desde enero de
2025 a enero de 2026. En este siglo y medio, “las hermanas hemos secundado el
ejemplo de vida y espíritu de Madre Ángela, de pobreza y humildad bajo la
obediencia y la voluntad de Dios ante todo”, expresa una de ellas.
En Ciudad Real, las
hermanas de la Cruz, como se las conoce popularmente, llegaron un 11 de mayo de
1954; fue la fundación número 46 de la orden religiosa en el país, ubicándose
en una modesta casa frente a la parroquia de Santiago Apóstol, en pleno barrio
del Perchel, donde continúan en la actualidad.
Aquel día, a las 11 de la
mañana, la plaza de Santiago respiraba aire de fiesta, con la concurrencia de
vecinos que quisieron formar parte de la celebración, bajo la presidencia del
prelado D. Emeterio Echeverría que ofició la misa en Santiago promulgando:
“Aquí quedan las hermanas de la Cruz que entregarán su vida a los pobres”. En
el templo le acompañaban varias autoridades, destacando Carmen Polo de Franco
(dada la cercanía espiritual de Casa Real y gobernantes contemporáneos a Sor
Ángela de la Cruz), y de la madre general de la orden, Sor Marciala de la Cruz.
La fundación concluyó con el traslado bajo palio del Santísimo de la iglesia a
la capilla, escoltado por las 13 hermanas que iniciaron o continuaron su
apostolado en el convento.
Pero falta un nombre que
hizo posible la llegada de la congregación, amén de otros logros en la ciudad.
Fue el sacerdote Javier María de Castro (1898-1970), que fuera párroco de
Santiago. “Tenía una hondísima vida interior, Dios le había dotado de un temperamento
muy activo, con una original y a la vez espontánea personalidad”, recuerda el
padre Juan, que lo conoció cuando él era seminarista. “Con la idea de que la
Iglesia no sólo es celebrativa sino de presencia viva, que ama, evangeliza y
siembra el Reino de Dios, el padre Castro centró su labor apostólica en una
comunidad dotándola de una presencia destacada en el barrio”. La tenacidad e
insistencia del reverendo, que visitó en 1951, junto al sacerdote Nicolás Uri
Helía, la congregación en Sevilla para solicitar una casa en Ciudad Real,
derivó, apenas 3 años después, en un proyecto hecho realidad. “Él recabó todos
los apoyos y fondos para construir la casa, llamando a todas las puertas,
escribiendo cartas a importantes autoridades españolas e internacionales”. A él
se debe también la creación de la guardería Señora de Guadalupe, conocida como
‘las primas’, la restauración de Santiago y la Ciudad de Matrimonios Ancianos.
En esta historia
extraordinaria merece también unas líneas la hermana María Regina, superiora en
los años en que se realizó la canonización de Sor Ángela de la Cruz con la
visita del Papa Juan Pablo II a Madrid en mayo de 2003, “el superior mayor de
la compañía le delegó el proceso para agilizar la documentación de uno de los
milagros atribuidos a la santa, el del niño ciego Teodoro Molina, de Alcázar de
San Juan”.
Desde su fundación, las
hermanas de la Cruz de Ciudad Real mantienen el mismo fin guiadas por el
mandato de su madre general: “Hacerse pobres con los pobres para llevarlos a
Cristo”.
De vida mixta,
contemplativa y activa, estas religiosas, de humilde vestimenta, comienzan cada
jornada a las 6 de la mañana, con laúdes, misa y los oficios de la casa
(costura, lectura e incluso recreo), para continuar con Hora Sexta, Vísperas y
Completas al final del día. Incluso velan a enfermos en horas nocturnas, aunque
la escasez de hermanas en la actualidad en Ciudad Real (sólo son seis), impide
desarrollar tal actividad. A sus deberes canónicos se une su apostolado en la
calle, en pareja y en silencio, con petición de limosna, recogida de donaciones
solidarias, asistencias a pobres o personas desfavorecidas, “escuchamos,
recogemos y rezamos para favorecerles en todo lo que podamos, tanto material
como espiritualmente”.
En 1983, tras la
beatificación de Sor Ángela de la Cruz en Sevilla, Ciudad Real les dedicó un
monumento en la plaza de Agustín Salido. En 2017, su entrega desinteresada les
valió el reconocimiento de Ciudadanas Ejemplares. Hoy en día continúan con la
misma fortaleza, espíritu de ayuda y fe volcada en los más débiles y también en
los pobres de espíritu, “el Señor toca el corazón donde se quiere sembrar
alegría”, observan, en relación a una anciana que al principio era reacia a su
visita y ahora las echa en falta si no van.
La sencillez de vida
material (carecen de TV, calefacción o internet) pero su riqueza espiritual y
labor apostólica les ha granjeado el cariño y amor de los ciudadrealeños, en
especial, del Perchel, de las cofradías de Semana Santa, de instituciones, empresas
y entidades colaboradoras. Gracias, hermanas, que vuestro camino apostólico y
evangelizador continúe, por muy dirección opuesta que pareciera.





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