Hoy 25 de abril es la festividad de San
Marcos Evangelista, patrón de la aldea de Peralvillo, perteneciente a
Miguelturra y situada en la carretera Ciudad Real-Toledo, al borde del pantano
del Vicario y los ríos Bañuelos y Becea. Situada en el antiguo camino real a
Toledo, esta pequeña aldea está unida a la historia de nuestra ciudad, porque
en ella la Santa Hermandad Vieja de Ciudad Real tenía su lugar de ejecución.
El nombre de “Per Alviello” proviene de
sus primeros pobladores, apareciendo mencionado por primera vez en 1306, como
antiguo cortijo fortificado situado en terrenos baldíos de la Orden de
Calatrava. Vuelve a hablarse del cortijo de Per Alviello en las crónicas del
incendio y ocupación de los que fue objeto por fuerzas de Ciudad Real en 1323,
y poco más tarde, en 1329, con ocasión de la devolución de Per Alviello, con
todo su término, a la Orden de Calatrava, por decisión de Alfonso XI. Finalmente,
hay constancia de que en 1383 este término y su cortijo, junto con las dehesas
del Corralejo y de las Navas de Ucenda, con todos sus términos, es donado
al concejo de Miguelturra.
En el célebre “Tesoro de la lengua
castellana”, de Sebastián de Covarrubias, se define a Peralvillo como “un pago junto a Ciudad Real, adonde la Santa
Hermandad hace justicia a los delincuentes con la pena de saetas”. Las
ejecuciones se realizaban en el “cerro
de las horcas”, también llamado “de los palos”, a medio kilometro más o menos de
la aldea, yendo hacia el Piélago, en el que la Santa Hermandad, precursora de
la actual Guardia Civil, cumplió durante siglos el triste oficio de ejecutar a
los reos de graves crímenes y delitos.
Peralvillo tenía en toda la Mancha como
lugar de ejecuciones. Y no sólo en la Mancha, a decir verdad, porque cuando en
el Perú se produjo, en el siglo XVI, una explosión de bandolerismo que asolaba,
al igual que en el Sur de España, campos y caminos, el Rey dispuso que se
enviara un destacamento de la Santa Hermandad de Ciudad Real a aquel Virreinato
para ayudar a fundar lo que pronto sería la Santa Hermandad de Lima. Pues bien,
el lugar que se eligió para llevar a cabo las ejecuciones, era una loma junto
al Camino Real que estaba situada a unas dos leguas al Norte de Lima. Y a aquel
sitio se le dio el nombre, que aún conserva en nuestros días, de Peralvillo, en
memoria del célebre lugar de ejecuciones allá en la Mancha, en la lejana
España.
Peralvillo también aparece en el
Quijote, su mención se hace en el capítulo XLI de la II Parte, cuando en el
jardín del Palacio de los Duques están preparando a Sancho para su vuelo imaginario, que el pobre
Sancho piensa que será real, sobre Clavileño, el célebre caballo de madera.
Mientras le aúpan sobre Clavileño y le ponen
la venda en los ojos, el pobre Sancho exclama, muerto de miedo: “¡qué
mucho que tema no ande por aquí alguna región de diablos que den con nosotros
en Peralvillo?”. Porque “dar en Peralvillo”, es decir, acabar los días de uno
en Peralvillo, en el lenguaje de la época, equivalía a acabar pero que muy
mal.
Actualmente Peralvillo guarda una de las
mayores riquezas hídricas de la región. Posee una iglesia o ermita dedicada a
Santa María la Blanca, en la que también se venera a San Marcos su patrón y
cuya festividad celebramos hoy. Junto a la imagen de San Marcos en la ermita se
conserva la última Virgen Blanca (aunque no la imagen original) que queda en este Campo de Calatrava en el que
esta advocación mariana fue en un tiempo la más extendida. Curiosamente, sólo
quedan dos vírgenes Blancas más en toda la Mancha, y éstas se encuentran en ese
Campo de Montiel que perteneciera antaño a la Orden de
Santiago.
En la aldea de Campomojao que pertenece a Torralba de Cva se venera una imagen de la Virgen de la Blanca que fue patrona del pueblo antes que el actual Cristo del Consuelo.
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