MAGNA
PROCESIÓN EN LA MAÑANA DEL VIERNES SANTO
De las cuatro procesiones que en los
años veinte tenían su salida de San Pedro, cuyo templo se quedaba pequeño con
los seis “pasos” que estaban expuestos en su interior durante la Semana Santa,
era lógicamente la más numerosa y de mayor magnitud, la de la mañana del
Viernes Santo. Desde primera hora de la mañana se veían al carpintero Barrajón
y sus colaboradores montando a la puerta de la iglesia el “paso” de las Tres
Cruces, como popularmente se conoce al Santísimo Cristo del Perdón. Y los
pequeños la gozaban a su alrededor.
Abría la procesión la imagen del Niño
Jesús, a la que acompañaban niños del Hogar Provincial con túnicas. Y a
continuación el “paso” de la Oración en
el Huerto, con un gran ángel confortando a Jesús. Labradores de Ciudad Real
integraban esta popular Cofradía, que portaban palmas como atributo, ya que al
ser procesión de día no se utilizaban faroles ni hachones. Los tres apóstoles y
un gran olivo aumentaban la grandiosidad del “paso”.
A partir del año 1925 la procesión de
San Pedro, por feliz iniciativa de un gran ciudarrealeño, el abogado don
Francisco Herencia, contó con un nuevo y valioso “paso”: el de “La Coronación”,
de cuya Hermandad formaban parte mayoría de ferroviarios, que respondieron
entusiásticamente a la iniciativa. El grupo escultórico fue realizado por el
artista catalán Coscolla, que dio a las figuras dimensiones mayores de las
normales en nuestra Semana Santa, por lo que precisaba de varias decenas de
costaleros para llevarlo a hombros. El interés del fundador de la Hermandad,
cuyo gusto artístico era conocido en otras actividades se puso de manifiesto en
la riqueza de las túnicas y el valor de los estandartes, colección que aún se
conserva por la Hermandad de “El Encuentro”, a la que la familia Herencia hizo
donación.
Tercer “paso” de la procesión era el de
Jesús Caído, Hermandad integrada por el Comercio de Ciudad Real, que luego
llegaría a ser de las más numerosas. Los más conocidos comerciantes de la
capital eran entusiastas propulsores de la Cofradía, en la que formaba la
magnífica banda de música del Hogar Provincial, que dirigía por entonces el
recordado maestro Antonio Segura.
El
desaparecido misterio en 1936 de la Oración en el Huerto la mañana del Viernes
Santo
Cerraba la procesión la más numerosa Cofradía de aquellos años: el Santísimo Cristo del Perdón y de las Aguas, un “paso” de grandes dimensiones, que tenía dificultades para pasar por algunos puntos del itinerario. Recordamos que integraban la Hermandad cientos de penitentes, con atributos que tenían relación con momentos de la Pasión de Jesús. Eran muy numerosos y llamativos los grupos de pequeños vestidos como personajes de la misma. Y hasta algún año vistieron túnica los músicos de la banda municipal, que siempre acompañaba a la Cofradía. Don Federico Fernández, don Ángel Rojas, don Daniel del Campo, entre otros, pusieron todo su acierto y su empeño en impulsar a esta Hermandad.
El público, con gran participación de
forasteros, llenaba las calles del itinerario, en las luminosas mañanas de
abril.
LA
SOLEMNE PROCESIÓN DEL SANTO ENTIERRO
Sin duda alguna la procesión más solemne
y de mayor número de “pasos” de la Semana Santa ciudarrealeña era, y sigue
siendo, la llamada oficial del Santo Entierro, porque en ella figuraban las
autoridades eclesiásticas, civiles y militares. Aunque varios de los “pasos” no
radicaban en la parroquia de Santa María del Prado, más conocida por la Merced,
eran trasladados desde la catedral el Cristo y la Virgen Dolorosa, para
incorporarse en la calle de Toledo.
Abría el magno desfile procesional una
bella imagen del Niño Jesús, con túnica negra bordada en oro, siguiendo después
la Hermandad de la Enclavación, “paso” que tampoco fue restaurado en los años
cuarenta, sin duda por haber desaparecido los cofrades que integraban la
directiva de la Hermandad. Representaba el momento en que Jesús es clavado en
la cruz. Queremos recordar que la familia Moraga era una de las más adictas a
esta Cofradía.
Desfilaba después el Santísimo Cristo de
la Piedad, de la que en este mismo número su actual hermano mayor ofrece datos
de la Hermandad y detalles de la primitiva imagen. Los señores Ayala, Víctor,
Vázquez y alguno más eran los directivos.
El misterio
de la Enclavación otra cofradía desaparecida en 1936
Tras el Cristo de la Piedad, cuyo
desfile era de gran severidad, seguía el Santo Descendimiento, al que estaba
vinculada la familia Pérez Pastor, y que se guardaba en la capilla de los
Remedios. La mayoría de los cofrades pertenecían al gremio de la construcción,
vistiendo túnica negra y capillo blanco y portando artístico farol.
A continuación, el Santo Sepulcro, que
aunque había perdido la magnificencia que había logrado darle don Joaquín Menchero, conocido en Madrid por “El
alfombrista”, en los tiempos en que fuera hermano mayor, en la segunda mitad de
los años veinte, llamaba la atención por la presencia de numerosos soldados
romanos, con un solo tambor, y el farol de Joselito, regalado por el torero a
la Cofradía, daba su gran amistad con don Joaquín, que tenía su casa palacio en
la calle del Lirio. El “paso” de Jesús Yacente era llevado a hombros.
Cerraba el magno desfile procesional la
Hermandad del Ave María, con el trono-carroza de su titular, Nuestra Señora de
los Dolores. Preciosa la imagen con profusión de luces y flores blancas, era
muy venerada a su paso por las calles de la capital. Los señores Cuevas,
Rubisco, Richard, Martínez, eran entusiastas cofrades, que lo daban todo por
bien empleado para el mayor lucimiento de su Virgen. Años hubo en que un
nutrido grupo de alumnos de los Marianistas acompañaban con vestimentas azules
de acólitos, dando mayor colorido a la severa Cofradía.
Por último, el Seminario, Cabildo, el
prelado de la diócesis, por aquel entonces el recordado don Narciso de
Estenaga, cuyos restos reposan en nuestra catedral, las autoridades civiles y
del Ejército, el Ayuntamiento en corporación, cerrando una representación
militar de la guarnición.
El antiguo
paso del Santo Sepulcro en el interior de la Parroquia de Nuestra Señora del
Prado (Merced)
LA SOLEDAD, EN LA NOCHE DEL VIERNES
Las procesiones de aquellas Semanas
Santas que hemos recordado para quienes las conocieron y reflejado con la mejor
intención para las generaciones más jóvenes, finalizaban en la noche del
Viernes Santo, con la salida, desde la parroquia de San Pedro de la Real
Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Tercio de los Siete Dolores. Era
acompañada por mujeres, la gran mayoría tocadas con la clásica mantilla negra
almagreña y llevando sobre el pecho el distintivo de la Cofradía, la flor
pasionaria.
Aunque el cansancio había hecho presa en
muchos ciudarrealeños, había muchos también que no se perdían la última
procesión, en la que fue muchos años hermano mayor el malogrado amigo Enrique
Pérez Fernández, gran entusiasta de las cosas todas de su tierra.
Esta era la Semana Santa de la capital
en los últimos años veinte y primeros de la década siguiente. La destrucción
total de imágenes y túnicas obligó a realizar un gran esfuerzo a quienes
supervivían o recogieron la antorcha de su amor y entusiasmo de quienes se
fueron. El lector puede comparar una y otra Semana Santa y colaborar con
quienes tanto empeño ponen en que nuestras procesiones vayan mejorando cada
año.
CECILIO
LOPEZ PASTOR (Especial del diario “Lanza” con motivo de la Semana Santa,
publicado el domingo 15 de abril de 1984)
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