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lunes, 1 de febrero de 2021

CÓMO CARGARSE UN EDIFICIO

 



Hay diversas formas de destruir un edificio: una es la de hacer desaparecer su realidad con cualquiera de las tecnologías de demolición que hoy conocemos y otra peor es la de alterar su realidad construida deformando y alterando elementos esenciales del mismo.

José Arias arquitecto municipal construyó, en Ciudad Real un conjunto de edificios racionalistas, que, aunque construidos en la época de la autarquía, representaban las tendencias arquitectónicas renovadoras de años anteriores. Y así construye edificios como el Mercado, la Cámara de la Propiedad Urbana y el garaje Ford.

La Cámara de la Propiedad Urbana solicita licencia de construcción en 1943 para levantar un edificio de 330 metros cuadrados en la esquina de las calles Calatrava con Paloma. El edificio se inaugura en 1946 y su posición de esquina con tres plantas en la misma y cuatro en las zonas alejadas de ella ofrece una imagen de esa arquitectura racionalista de grandes huecos regulares, modulados, con ritmos proporcionados, con una solución de esquina de calidad como la que realiza  en la “casa de la Radio” en la esquina de la calle Alarcos y Postas. Este espléndido edificio ha permanecido con sus características peculiares durante medio siglo con su rótulo en el frontón de la esquina Cámara de la Propiedad Urbana.




Y recientemente el edificio y todo su entorno urbano han sufrido una actuación que deforma y altera sustancialmente la arquitectura del mismo. La arquitectura racionalista es una arquitectura en la que la sencillez de la geometría es un elemento sustancial. Las formas curvas de la esquina, los planos de diferentes materiales que separan las plantas del edificio, las molduras del mismo están pensadas para recibir la luz y generar las sombras de los pequeños resaltes en una superficie uniforme, monocroma o con pequeñas diferencias de tono entre sus elementos. La exhibición de colores con la que se ha pintado el edificio de la Cámara de la Propiedad altera de manera sustancial el edificio y deforma su arquitectura y el concepto de sus volúmenes y fachadas.

Perfecta ignorancia

Pero, siendo esto grave, y demostrando una perfecta ignorancia sobre la base que se actúa, todavía es peor que el repertorio de colores carezca de todo interés y armonía. A alguien se le podía haber ocurrido realizar una intervención “temporal” en el edificio haciendo alarde de sus conocimientos de lápices de colores, pero ni las gamas ni los tonos utilizados tienen el menor atractivo en la composición realizada. Unos torpes degradados en los planos inferiores, un uso de tonos inadecuados llevan a una composición que, dejando al margen la torpeza arquitectónica cometida, conducen a un resultado pobre y sin ningún interés.

Por otra parte, aún nos debería quedar la ciudad, aunque resulte difícil esta defensa en Ciudad Real. El edificio situado en una confluencia de calles singular se integraba de una manera adecuada en el entorno. Su solución de planos sin voladizos, la resolución de la esquina son ejemplos que sirven de referencia para muchas torpes arquitecturas recientes. Y ahora, a alguien se le ocurre la feliz idea de convertirlo en faro de colorines con sus planos anaranjados de las plantas superiores en las que han quedado como restos barnizados y maltratados los planos de ladrillo.




Lo grande es que estos mecanismos de destrucción del patrimonio arquitectónico racionalista de Ciudad Real hayan funcionado de manera tan simple sin que nadie (Junta de Comunidades) ni Ayuntamiento (como autoridad que concede la licencia de obras) haya reaccionado de ninguna manera.

La actuación tiene la ventaja de ser reversible. Y espero que el error sea reconocible por quienes lo han ejecutado y autorizado. Y si es necesario colaborar me ofrezco a hacerlo y a coger la brocha para volver el edificio a sus tonos adecuados con la sobriedad y austeridad necesaria que le dan el valor que realmente tiene el edificio: la sencillez y pureza de sur formas. Lo demás son actuaciones que podrían valer como trabajo escolar, aunque, aún en ese caso, la calificación sería baja.

Diego Peris Sánchez, diario “Lanza” domingo 25 de julio de 2004



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