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lunes, 19 de junio de 2023

VIAJE A CIUDAD REAL EN EL SIGLO XIX (I)

 



Llegamos ya a Ciudad-Real. Comparado el pueblo de ahora con el de antes se observa una trasformación beneficiosa. El camino de hierro avivó el deseo de reformas.

Al penetrar en Ciudad-Real, se ofrece a la vista un espectáculo agradable. Las murallas, las almenas, las casas, simétricamente colocadas y de trecho en trecho recogidas al abrigo de los templos católicos, llaman la atención del espectador y del viajero. Sobre todo, las antiguas defensas de la plaza, que eran las murallas, en gran parte destruidas hoy, y las torres, en su mayoría echadas por el suelo, reconcentran el entendimiento en el esplendor de antes y en el abatimiento de ahora.

Para ingresar en la ciudad, tenemos a nuestra disposición siete puertas, que se conocen con otros tantos nombres propios, Ciruela, Alarcos, Carmen, Granada, Santa María, Mata y Toledo, pues la de Calatrava pertenece ya a la historia. Algunas de estas entradas conservan todavía, a pesar de tantos vandalismos artísticos y de tantas profanaciones históricas, la fisonomía de tiempos pasados, y recuerdan el nombre inmortal de Carlos I; la de Toledo, notable para el anticuario por sus esbeltos arcos, por su delicada fábrica, por las torres que le sirven de vigilantes, por su grande ojiva y sobre todo por el gusto arquitectónico que revela, permanece en pie para examen de los inteligentes; y la de Ciruela, que se haya inmediata a la estación del ferrocarril y acaba de ser restaurada a conciencia por la generación contemporánea, tiene el privilegio de reflejar en ella todas las miradas.

Fijémonos en esta última puerta. Existía al Sur de la ciudad un arco de medio punto, carcomido por el tiempo e inaccesible al paso de las gentes, que la línea férrea hizo necesario su habilitación para llegar directamente, y sin inútiles rodeos, al centro de la misma.

 



Es preciso confesar que la restauración fue hecha con inteligencia y sin mengua del arte. Un arquitecto peritísimo, D. Cirilo y Vara, propuso que se colocasen dos torreones, unidos por un lienzo de pared, y en el que se ostentasen gallardas almenas. En el centro debía figurar un arco de gusto gótico. En efecto, la obra se llevó a feliz término por iniciativa del entonces gobernador civil Sr. Cisneros, y el viajero puede contemplar una fortificación guerrera de agradable aspecto y de general conveniencia.

Ahora que la reforma está hecha; ahora que las gentes transitan sin dificultad; ahora que los vehículos entran y salen según el antojo de sus conductores, parece el trabajo sencillo y la obra producto de escasos esfuerzos. Ha costado, por el contrario, no pocas vigilias y grandes sacrificios.

El proyecto llegó a su término, y la Puerta de Ciruela, que ofrece un ancho de 40 metros por 44 de altura, que su ornamentación corresponde al género arquitectónico, que hasta el más insignificante detalle, fue previsto y realizado, es el adorno más completo que podía ofrecer la ciudad favorita de Alfonso el Sabio a los viajeros, ya por la proximidad al desembarque del ferrocarril, ya por el sitio en que está colocada.

Ciudad-Real es un conjunto desordenado de obras antiguas y de obras modernas, de recuerdos históricos y de trabajos presentes.

Como obra de otras generaciones, sobresale el templo de Nuestra Señora del Prado. Admira ver aquella sola nave, tan alta, tan esbelta, tan espaciosa, que rivaliza en magnificencia con los demás templos de España. Es posible que no haya otro que le exceda; pues cuenta 50 metros de longitud y 17 de latitud. Las dos bóvedas interiores, que recuerdan los primeros años del siglo XVI, el retablo, las esculturas de los apóstoles, la torre elevadísima, todo está primorosamente hecho y con arte dirigido. Domina en la construcción el gusto gótico.

Allí se encuentran dentro del templo los estandartes que sirven para las proclamaciones de los Reyes, del mismo modo que en la Basílica de Atocha, custodiada por los inválidos del ejército, ondean para perpetuo recuerdo y para eterna enseñanza los trofeos y las banderas ganadas por los españoles en los campos de batalla o en los combates navales.


Portugal contemporáneo de Madrid a Oporto pasando por Lisboa: diario de un caminante / por Modesto Fernández y González. Madrid 1874




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