Yo no sé por qué, un sino especial, como de general ignorancia fuera de las fronteras locales ha gravitado de siempre sobre nuestra Semana Santa. No es de ahora, sino de siempre el fenómeno, por lo que espero no soñaran a censura mis palabras, que solo tienden a procurar más “espectadores” a las pasionarias manchegas.
He tratado de enterarme, de averiguar las causas por las cuales éstas no alcanzan el crédito ante los extraños, que merecen, por la valía de sus “pasos”, por la riqueza de su indumentaria y en buen gusto de su organización. Pero el hecho es evidente. La Semana Santa de Ciudad Real es casi “la bella desconocida” fuera del ámbito de nuestra provincia y cualquiera otra, sin tantos valores estéticos, de ciudad análoga a la nuestra, halla más resonancia en los medios turísticos del país y con ello la certeza de una mayor afluencia de visitantes para contemplar los desfiles.
En efecto; me doy cuenta, por ejemplo, de
que la mayor parte de las esquinas madrileñas, desde un par de meses antes de
la Semana Santa, se llenan de pasquines y carteles anunciadores de desfiles y
procesiones que, en realidad, en nada aventajan a las nuestras, sino es en la
propaganda por un lado y en la organización de lo que pudiéramos llamar “for-fait”
de los desplazamientos. Hay algunas pasionarias que, evidentemente, sobrepujan
a las nuestras en riqueza de los atavíos, en el arte de las tallas y “pasos” en
tradición y sobre todo en monumentalidad del escenario, del marco. No hablemos
para nada de lo que pudiéramos llamar “los cuatro grandes” de la Semana Santa española:
Sevilla, Málaga, Murcia y Valladolid. Pero, a continuación, la verdad es que a
mi parecer no hay por qué ceder la primacía a ninguna otra, en ninguno de los
aspectos mencionados. Pero ¡ah!, eso sí, eso sí; en otros sitios “se mueven más”
que nosotros. En otras ciudades se organiza de otro modo la atracción del
visitante y la propaganda es el motor de las procesiones conquenses, zamoranas
etc., etc. Que así llegan a tener cierto renombre en las grandes poblaciones,
de donde se suele “huir” a pasar la Semana Santa a lugares más tranquilos, con
tradición pasionaria.
Estamos en momentos en que el arte de la propaganda lo invade todo y a veces hasta esta “inventa” el propio objeto de su actividad. Luego suele resultar, que no hay nada detrás sustantivo, pero cuando la gente incauta se da cuenta, el “pez” ha picado y el fruto se ha cogido.
Yo siempre suelo, por estas fechas, esperar muestras eficaces de la actividad de la Comisión de Semana Santa -y en el año actual justo es decir que se ha hecho bastante-, con el fin de llevar a general conocimiento de las gentes el verdadero valor de nuestras procesiones. Y suelo esperar en balde. Luego me entero de que a lo más que se ha llegado en la propaganda, es la impresión de unos carteles de mejor o peor gusto, que estos se han pegado por las esquinas de… nuestra ciudad, como si necesitáramos convencernos a nosotros mismos de la excelente calidad de nuestras procesiones. Pero fuera de estos límites nada. Nada, frente a la eficacia propagandística de los demás.
No soy partidario de la propaganda a ultranza, sin causa anterior que la justifique, pero en absoluto tampoco de silenciar así lo propio, cuando lo propio puede ser tan bueno o mejor que lo que, por propaganda y buena organización, nos dan los demás, pareciendo mejor lo que no es ni siquiera igual.
Y es que la técnica del anuncio constituye
hoy un arte, de muy cabalísticos resortes, que no puede quedar en manos de la
improvisación y ser considerada como cosa ocasional o de momento. El momento
para estos casos es permanente. Una campaña más o menos insistente, pero
eficazmente dirigida; una constante atención al asunto a lo largo del año; la
edición de folletos y programas de “estilo” turístico, la implantación de
facilidades de viaje y residencia y que estos se conozcan en los lugares y
agencias apropiadas, podría ser un punto a considerar en adelante por los responsables
de nuestra Semana Santa, trazándose un “modus operandi” a lo largo del año, que
no limite la propaganda a unos cuantos días y a un corto radio de acción, es
decir que exceda a las fronteras locales, donde aquella, la verdad sea dicha,
no tiene objeto. Con ello se beneficiarán todos; la ciudad entera y no menos
los industriales, los más directamente beneficiarios.
F. Tolsada. “La Pasión” Revista-Guía
de Semana Santa. Año I-Numero 1 Ciudad Real 1954
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