Aunque las comparaciones siempre son odiosas, hemos querido que las obligadas líneas que han de escribirse cada año para el extraordinario de LANZA tuviesen por tema en el presente la Semana Santa ciudarrealeña de ayer y la de hoy. Un ayer, que no puede remontarse a muchos años, porque solo queremos referirnos a lo que alcanzamos a ver, dejando a un lado lo que nos contaron. Después de todo, esa época que linda con nuestra niñez fue la más esplendorosa en las fiestas pasionarias de Ciudad Real y es por tanto la que interesa recojer.
¿Quién no recuerda -y ese recuerdo le perdurará mientras viva- los majestuosos desfiles de la Cofradía del Santo Sepulcro, con exhibición de vistosos trajes de romanos, traídos especialmente de la guardarropía del Real? Bien es cierto que todo ello se debía a la magnanimidad y desprendimiento del hermano mayor, don Joaquín Menchero, a quien todo se le hacía poco para la mayor brillantez de su cofradía pero indudablemente que otro tanto podría hacerse ahora si se pusieran de acuerdo varias hermandades de las tres pasionarias principales para alquilar o adquirir en firme -que año a año también podría hacerse- cincuenta o cien trajes romanos que, vestidos por soldados de la guarnición darían una vistosidad y realce a los desfiles procesionales.
Otro tanto podríamos decir de la Hermandad
del Stmo. Cristo del Perdón y de las Aguas, indudablemente la más numerosa de
penitentes y niños con trajes que representaban figuras y episodios la Pasión.
Ningún buen ciudarrealeño habrá de olvidarse de 1a infatigable labor que se echó
sobre sí el ilustre coterráneo nuestro don Federico Fernández Alcázar, propulsor
decidido de la citada cofradía, hasta el extremo de que todos la conocíamos con
el nombre de «Hermandad de don Federico», El fue quien la dotó de las numerosísimas
túnicas, llegando a uniformar con ellas a la banda de música municipal y a una de
cornetas y tambores ¡Eran los tiempos felices en que Ciudad Real contaba con
hombres desprendidos, que levantaban con su fortuna y esfuerzo una cofradía, únicamente
con la guía de por y para su pueblo.
Algo más reciente, ¿Cómo hemos de olvidarnos del impulso que supo dar a la Semana Santa en general y a la “Coronación de Espinas” en particular don Francisco Herencia? La magnificencia del desfile de esta Cofradía, con su valiosa colección de estandartes, era la admiración de propios y extraños. Y aunque, desgraciadamente, no haya sido restaurada después de la guerra, ahí quedará como ejemplo de lo que se logra cuando hay interés por las cosas locales y fervor religioso.
Por fortuna para Ciudad Real hubo unos hombres que, restando incluso tiempo a sus intereses particulares, se dedicaron a la ardua tarea de reconstruir nuestra Semana Santa. Y ya que no podían aportar grandes cantidades de dinero, dieron su esfuerzo y lograron que poco a poco Ciudad Real fuera ayudando con unos u otros medios. Gracias a eso pudieron irse reponiendo los “pasos” que destruyera la horda roja, siendo en general mejores que antes -alguno como el reciente del Cristo de la Piedad, sin comparación posible-, aunque otros precisen de alguna reforma.
Pero en lo que aun supera la Semana Santa
de ayer a la de hoy es en ornamentación y vestuario. Fue mucho lo que se
destruyó y muy valioso para que en pocos años pudiera ser sustituido. Y a eso es
a lo que, en nuestra opinión, deben dedicar ahora todos sus esfuerzos las
distintas hermandades. Estandartes, gallardetes, atributos, faroles, trajes de
soldados romanos para las cofradías que lo admiten; todo ello daría una mayor
vistosidad a los desfiles procesionales, como se comprueba en las hermandades
que ya lo han hecho. Esta es la tarea urgente del momento: restaurar toda la
riqueza ornamental que se perdió y aun superarla. Que se lograría, lo mismo que
se ha logrado sustituir los “pasos” destruidos. Es indudable si todos ponemos
de nuestra parte lo que nos corresponde. Ciudad Real y el prestigio y renombre
de nuestra Semana Santa así nos lo piden. Y al lado de esto, fomentar el culto
y la devoción a las distintas imágenes, para que cuando hagan su recorrido por
las calles muevan al fervor hondo y sentido de quien durante todo el año les ha
rezado en su capilla.
Cecilio López Pastor. Diario “Lanza”,
miércoles 2 de abril de 1947
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