Nos referimos, claro está, a la Semana Santa externa, la de las procesiones, que le ha dado justa y merecida fama a Ciudad Real, en una progresión que realmente es estimable, si la comparamos con el número de habitantes y la capacidad económica de la capital. De la otra Semana Santa, la interna, la litúrgica, no creemos necesario hablar ni escribir, pues en el ánimo de todos está su cada vez mayor asistencia a los templos en los Oficios de la Semana Mayor, desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección. El fervor, la religiosidad de nuestro pueblo se traduce en millares de comuniones y en ininterrumpidas visitas a los Sagrarios, que en estos días de Semana Santa alcanzan el máximo nivel.
Ya decimos que
de la Semana Santa que queremos ocuparnos es de la procesional, para nosotros
de nos menos importancia que la interna, pues representa una exteriorización de
cómo el pueblo español siente el Drama Sacro de la Pasión de Cristo. En Ciudad
Real -lo hemos dicho en más de una ocasión- el esfuerzo de unos hombres,
galvanizando iniciativas y recogiendo colaboraciones, han logrado colocar
nuestra Semana Santa a una altura muy superior a la que tenía el año 36, con
ser ya entonces muy estimable. Se aumentaron el número de procesiones y el de
Hermandades, se mejoró la categoría artística -en general- de los “pasos” y
sobre todo de los tronos, se completó el número de túnicas y las colecciones de
estandartes y atributos. Ahí están los desfiles del Domingo de Ramos y Martes
Santo, la nueva Cofradía de la Santa Cena, integrada por estudiantes, y, sobre
todo, la procesión de Jesús Resucitado, grandiosa, magnificente, recopilación
lucidísima y exponente brillante de nuestras Hermandades, que en la mañana
luminosa del Domingo de Resurrección, cierra con broche aureo de músicas y
pólvora el recogimiento y orden, unánimemente reconocidos, de las procesiones
de la capital de la Mancha.
Pero la Semana santa tiene que ir hacia arriba, en progresión sucesiva, como anhela y requiere el entusiasmo de los directivos de las distintas Cofradías. Y para ello es preciso la colaboración de todo el vecindario, correspondencia obligada de quienes se ufanan de contar con unas fiestas pasionarias que pueden muy bien compararse con las de otras ciudades de mayor población y por ende de más amplia base económica. Esta ayuda tiene que surgir espontánea, canalizada no obstante a través de las distintas Hermandades cuando se nos invite a formar en las mismas, y de la Comisión Permanente o de la Asociación de Cofradías, cuando se nos pida un donativo con que subvenir a los cuantiosos gastos que se originan.
En la reciente
reunión del Pleno de la Asociación de Semana Santa se nos dijo ya que ha habido
que prescindir de contratar una banda militar, que indudablemente da realce y
porte a nuestras procesiones de Jueves y Viernes Santo. Si este año ya no fuera
factible, que nos sirva de lección para los sucesivos. No es posible, sin la
colaboración de todos, por mucho que se esfuercen las Hermandades, mantener el
rango de nuestras procesiones. Y si parece que esa mayor colaboración ha de llegar
del Comercio, Industria y establecimientos de Hostelería, que éstos respondan
al llamamiento, pero que los demás tampoco se crean relevados de entregar su
aportación.
Cecilio López
Pastor. Revista Semana Santa Ciudad Real, abril de 1965
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