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domingo, 17 de enero de 2021

CAFÉS BARRENENGOA

 


Posiblemente la empresa más antigua de Ciudad Real

En 1856, cuando Dámaso de Barrenengoa, nacido en Orduña, Vizcaya, en 1828, rondaba la treintena, llegó a esta tierra manchega, a Ciudad Real. Aquí se hizo, aquí prosperó, aquí triunfó, aquí se casó y en nuestro pueblo se gastó durante una vida plena de actividades, iniciativas, trabajo constante, honradez inmaculada, generoso siempre, consecuente en sus ideales y luchador incansable, para morir en este 13 de noviembre de 1896 dejando a sus sucesores una historia limpia y a su patria de adopción un recuerdo perenne”.

Estas palabras se escribían en una publicación de Ciudad Real cuando ya había pasado más de un siglo de su muerte. Hoy, 118 años después de ocurrida, sus descendientes y herederos, llegan a la quinta generación que está formada por los hermanos Alfredo y María Ángeles Pérez García y que, junto con su madre María Ángeles García Velasco, se encuentran al frente de Cafés Barrenengoa bajo la denominación empresarial de “Viuda e Hijos de Alfredo Pérez Serrano”.


Dámaso de Barrenengoa


con Alfredo y su madre, que diariamente luchan por mantener viva la existencia y actividad de la que, sin ninguna duda, es la más antigua empresa de Ciudad Real, ha hablado Ayer&hoy para que nos hablen tanto del pasado como del presente de esta centenaria institución ciudarrealeña. Fue en 1990 cuando, a la muerte de su marido, María Ángeles García, se hace cargo de Cafés Barrenengoa. “El abuelo de mi marido, José Pérez Molina, era sobrino nieto del fundador, y heredó la empresa porque el fundador no tenía hijos; de Pérez Molina pasó a Juan Pérez Ayala y de éste a Alfredo Pérez Serrano, que fue mi marido”, nos cuenta María Ángeles, en el despacho, situado en la nave del Polígono Industrial de la Carretera de Carrión, donde se elabora el que posiblemente esté entre los dos o tres mejores cafés de España.

Alfredo Pérez Serrano, el padre del actual gerente, Alfredo Pérez García, obtuvo el negocio en 1974, por herencia, lo mismo que había ocurrido con su padre a principios de los años 40, apenas terminada la guerra civil. Una de las características de esta empresa familiar es que siempre ha ido pasando de un familiar a otro por herencia directa, nunca ha salido de la familia, y siempre el heredero llevaba años trabajando en paralelo, codo con codo, con su antecesor.

Sin embargo lo que hoy se conoce como Cafés Barrenengoa no siempre ha sido lo que es hoy, ya que se pueden distinguir tres etapas muy diferenciadas en su larga existencia, siendo la primera la más espectacular y que llegó hasta la guerra civil; la segunda podemos definirla como de transición, y llegó hasta los años 70 del siglo XX. Finalmente la tercera que es la que hoy conocemos.

 


“Empezó siendo fábrica de chocolates, cafés, tés y caramelos. El chocolate y el té se estuvo fabricando hasta finales de los años 60 del siglo XX, pero la decadencia de este producto se inició con la guerra civil y poco a poco fue disminuyendo, tanto en demanda como en fabricación, hasta que, a partir de los años 70, se terminó trabajando sólo la torrefacción de café”, nos explica María Ángeles.

La primera etapa, la que llegó a la guerra civil, fue con mucho la más brillante, tanto desde el punto de vista económico (la empresa llegó a tener más de 70 trabajadores) como por el prestigio de sus productos, ya que su fama traspasó las fronteras de España. El Chocolate de Barrenengoa rompió fronteras y participó en numerosas exposiciones nacionales e internacionales, ganando un gran número de medallas. Cabe recalcar cuando estuvo en Londres en 1862, en París en 1867 y en Viena en 1873. También estuvo en Bruselas y todas las medallas que se otorgaron la familia las conserva con gran orgullo.



Llegó incluso a ser proveedor de la Casa Real Española. En cuanto a la primera fábrica se montó en la calle Calatrava nº 7, mientras que la segunda, que la hizo el bisabuelo del actual gerente, estaba situada en el Paseo Carlos Eraña nº4, barrio llamado popularmente en la época como “barrio del chocolate”.

El futuro está ahora en manos de Alfredo, el gerente, que pese a ser ingeniero industrial, ha decidido ponerse al frente de esta empresa para prolongarla en el futuro todo lo que sea posible, lo que ve como un gran reto, dada la gran competencia que existe en el mercado, mucha de ella, por desgracia, desleal.

La diferencia que marca a Barrenengoa, y que le permite sobrevivir en un mercado cada vez más hostil, es su gran calidad, empezando por la materia prima. “Además del tueste diario, muy artesano y alejado del estándar industrial, contamos con suministradores de café con fincas en Brasil, Colombia y Nicaragua, y que desde hace muchos años nos reservan producto de altísima calidad. Lo hacemos a través de agencias de compras. Antes también se importaba de otros orígenes más “exclusivos” y de menor producción pero la calidad-precio del producto es a nuestro juicio muy desequilibrado y el precio demasiado elevado para la calidad ofrecida, poco vendible y apreciable por el gran público.


Moldes de hacer chocolates

Como se apuntaba más arriba Barrenengoa llegó a tener a toda España como mercado, pero al quedarse exclusivamente en tostador de café éste se redujo prácticamente a la provincia de Ciudad Real, manteniendo una clientela muy fiel y, sobre todo, muy conocedora de la calidad del producto. “Por muy bueno que sea un café industrial, incluso envasado al vacío, no puede competir con un café seleccionado en sus orígenes y con tueste diario. Lo que ocurre es que aprender a conocer y degustar un buen café lleva mucho tiempo, hay que tomar mucho y bueno; además las máquinas modernas nos han acostumbrado a un café que poco tiene que ver con el que se cata y que “engañan” al paladar. Sólo en una cata de café, similar al puchero de toda la vida, y siempre con café natural se pueden apreciar en su totalidad las características, virtudes y defectos de un buen café. Ahora lo que más se suele tomar es mezcla de natural y torrefacto, pero hay una tendencia a tomar cada vez más el natural. El torrefacto, se elabora añadiendo azúcar al café durante el periodo de tueste (el azúcar de remolacha española es la mejor para hacerlo; hay muchas clases de azúcar y derivados y no todos los fabricantes utilizan la idónea). Hay detractores del torrefacto, pero no tienen razón con respecto a la calidad, ya que un buen conocedor de cafés sabe que la calidad es ajena a que esté torrefactado o no. Lo que ocurre es que el torrefacto enmascara muy bien los defectos de los cafés de baja calidad y por desgracia también muchas virtudes de los de mejor, sin embargo, crea también matices nuevos e interesantes que pueden ser y son muy apreciados por el público en los cafés de calidad.

 


“Quisiera recalcar la ayuda y colaboración incondicional de las personas que trabajan junto a nosotros: Esteban, jefe de almacén durante más de 25 años, Pepi, encargada en la tienda, más de 40 años ya, y de Lorenzo y Gonzalo”, termina afirmando Alfredo, quien está dispuesto a que el nombre de Barrenengoa, durante muchos años más, siga siendo sinónimo de uno de los mejores cafés del mundo.

Fuente: https://ayeryhoyrevista.com/cafes-barrenengoa/

 

Cafés Barrenengoa actualmente en la Plaza Mayor


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