Evidente que la antigua calle de la
Mejora, que ostenta hoy el glorioso nombre del gran histólogo español Ramón y
Cajál, don Santiago, como nos recordaba a todos los alumnos el docto
catedrático de Historia Natural del Instituto de Segunda Enseñanza de Ciudad
Real, don Ángel Corrales, no era una calle muy comercial en los tiempos a que
nos venimos refiriendo en esta “historia” local, que son hasta los años 30 y
40, para luego compararlos con los actuales.
La calle de la Mejora, nombre que
confesamos no conocer su por qué, iba desde la plazoleta de San Pedro, con su
antigua barandilla de hierro, idéntica a la que tenía el paseo del Prado, hasta
el Pilar, siendo una vía principal de acceso y salida antes de establecerse las
direcciones únicas en la gran mayoría de nuestras calles. Tiempos felices para
los peatones y no digamos para los pocos automovilistas, que no tenían problema
alguno de aparcamiento. Por la calle de la Mejora discurría toda la circulación
proveniente de la calle Mata, General Rey y Dorada (hoy Ruiz Morote) con
dirección al Pilar y calle de Alarcos e incluso algunos que fueran a tomar la
de Ciruela para subir hasta la estación de ferrocarril.
Era esta calle a que ahora nos referimos
arteria del mismo centro de la ciudad, paralela a la de Cuchillería, pero más
tranquila y sosegada, al ser más escasa la circulación rodada, y no como ahora,
que su mucho tráfico pone los servicios al rojo vivo. Por los años de las
primeras decenas del siglo, los vecinos de la calle de la Mejora se sentaban en
las noches de verano a las puertas de sus domicilios, para gozar de la mejor
temperatura, con el botijo al lado o la alcarraza puesta en la poca corriente
que pudiera salir del patio por el portal, para beber más fresca el agua que
nos llegaba del Valle de los Molinos, si no en abundancia si de gran calidad,
muy fina, como se decía entonces. En esas noches, Marcos Muñoz, el popular
sereno del barrio, no dejaba de saludar a los vecinos cuya custodia tenía
encomendada; con su chuzo y su farol bien ajustado al vientre, era la garantía
de tranquilidad, igual en las noches bochornosas de julio y agosto como en las
gélidas de diciembre y enero. Eran los tiempos de la cuarteta que recordaba
“Antón de Villareal” en alguno de sus escritos, que con tanto deleite se leen
aún:
San Pedro, tacilla, Santiago, el
Perchel...
Los tiempos han cambiado, pero el autor
confía sepan comprender que en Ciudad Real viven aún personas a quienes con
estas breves historias de sus calles principales hacemos revivir la ilusión de
sus años queridos.
En el número 2 estuvo en tiempos, el
llamado restaurante de Espinosa y posteriormente el Casino Artístico, en el que
más de una vez, de pequeño, he tomado un refresco de zarza con una gaseosa de
bola, de las fabricadas en casa de Ruiz de León, en la de las palmeras del
paseo del Prado. Adquirido el edificio por el Banco Español de Crédito,
construyó el actual inmueble, ocupando toda la planta baja, que da también a la
calle de Hernán Pérez del Pulgar. En otras dependencias y plantas estuvieron
las oficinas de la Correduria de Comercio de don Joaquin Castillo Cañadas, la
Jefatura de Minas, que antes estuviera muchos años en la calle de Alarcos
esquina a Tinte, la Delegación del Instituto Nacional de Colonización, la
Delegación de CAMPSA, la del Servicio de Inspección de la Disciplina del
Mercado, antigua Fiscalía de Tasas, y la Comisaría de Aguas del Guadiana.
En el número 4 se instaló la Ferretería
Carmona, que luego amplió el negocio en la acera de enfrente, firma comercial
muy acreditada en el ramo. El principal lo ocupó el Colegio Oficial de
Auxiliares Sanitarios, conocidos anteriormente por practicantes y matronas. En
el número 6 tuvo su consulta y domicilio el oculista don Julián Bonilla, que
ejerció su profesión muchos años y gozaba de gran prestigio, al que sucedió su
hijo, don Julián Bonilla de Mingo, igualmente famoso en su especialidad, al
frente del sanatorio “Santa Lucía” para personas con enfermedades de la vista.
En la casa siguiente estuvo la florería “El Jardín”, del señor Prado.
Y en el 10 está el antiguo grupo escolar
“Pérez Molina”, hoy totalmente renovado, que tenia la llamada Cantina escolar.
Fue edificado sobre los llamados Cerros de Úbeda, que mucho tiempo fueron un
descampado con acceso por la calle del Jaspe, hoy Hernán Pérez del Pulgar. En
los números 12 y 14 se instalaron las oficinas, almacenes y despacho de la
firma comercial “Segura Nájera”, especializada en montajes eléctricos, riegos y
todo lo relacionado con el ramo. En el 16 estuvo la representación oficial y
academia de coser y bordar de las máquinas “Alfa”, representada por la firma
“Muebles Pacheco”, convertido hoy en lujoso establecimiento de artículos de
regalos y muy apropiado para listas de bodas, tras levantarse un moderno
edificio en el que es de lamentar la irregular alineación. Bastante antes
estuvo la panadería de Antonio, con dos razones sociales.
Terminamos la acera de los pares
recordando que en la casa de la esquina hubo un establecimiento propiedad de
don Rogelio Morales, hermano del que fuera muchos años párroco de San Pedro,
don Emiliano, establecimiento especializado en artículos de Iglesia, imágenes y
libros, sobre todo de los llamados religiosos y que estuvo abierto hasta el año
36.
Iniciamos la acera de los impares
refiriéndonos a las oficinas de los señores Ayala, que daban vuelta hasta
Mejora. Hoy ocupa esos huecos de fachada, claro que en el nuevo y gran edificio
de catorce plantas conocido como la “Torre”, la Sucursal de la Caja de Ahorros
y Monte de Piedad de Madrid e independiente de entrada el departamento de
idiomas de la citada entidad. A continuación el moderno establecimiento de
Ferretería Carmona, en la planta baja, y en el principal o primera planta
estuvo el comercio de “Los Jóvenes”, con un gran surtido de confección,
camisería, etc. con ideas modernas para el vestir de la gente joven.
En el número 3 estuvo parte de los
Almacenes Pacheco. Con anterioridad fue muchos años almacén de coloniales de
don Policarpo Núñez, que tenían la entrada principal por esta última citada
calle y posteriormente almacén y despacho de aceites de los señores Rodrigo,
Rojas y Salinero. Fue el número 5 antigua casa de don Epifanio Pasalodos que
fue funcionario de la Diputación, y ya en los años cuarenta y pico, almacén y
venta al detall de artículos de alimentación propiedad de don José Andrés
Rodrigo.
En el 7, inmueble construido en los
sesenta, ya con el debido ensanche, estuvo la Gestaría Administrativa del
popular y buen amigo Aquilino Ruiz Muñoz, empedernido fumador de cachimba, que
trabajó primeramente con Cruz Prado. En este número 7 estuvo, antes la actual
edificación, la carpintería del gran artista de la madera maestro Romero, que
trabajaba con sus hijos Agustín y Antonio. La siguiente era vivienda particular
y en la número 11, en el que se ha construido una gran edificio -antes fuera
residencia de don Antonio Gil Calvo y de sus hermanos- ocupan la planta baja
dos modernos establecimientos: F. Bernabeu, trasladado desde la calle de
Ciruela y dedicado especialmente a repuestos y electrodomésticos, y “Cofrima”,
negocio de tipo cooperativo en todo lo relacionado con el frío y muebles de
cocina.
Finalizamos la antigua calle de la Mejora con la casa número 13, que si nunca ha sido comercial si queremos dedicar un recuerdo a dos ilustres personalidades manchegas que en ella vivieron y que fueron muy estimadas por todos los ciudarrealeños de aquella época. Nos referimos a don Miguel Espadas Cejuela, muchísimos años depositario de fondos de la Diputación y a quien se otorgara la medalla del Trabajo por propuesta de la propia Corporación, y don Ramón Gascón Cañizares, fiscal durante varios lustros de nuestra Audiencia Provincial, pasando después a la Territorial de Cáceres y terminando su brillante carrera como abogado fiscal del Tribunal Supremo, cargo en el que llegó a la jubilación.
Digamos por último que en la casa que
hace esquina con Ruiz Morote -donde se ha construido la ampliación de la
Delegación de Hacienda- estuvo buen número de años la Delegación Provincial de
Abastecimientos y Transportes, siendo posteriormente ocupada por la Delegación
de Mutualidades y Montepíos Laborales, en la época de esplendor de este
organismo, hoy integrado en el Instituto Nacional de la Seguridad Social, INSS.
Cecilio
López Pastor. Pequeña historia local: Ciudad Real, Medio siglo de su comercio.
Ciudad Real 1986
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