Relieve
de la Resurrección de Cristo
Enmarcados por
diferenciadas tracerías de diseño muy elaborado, y separados por pequeños
pilares minuciosamente tallados, los relieves de la predela muestran a Cristo resucitado
entre ángeles flanqueado por cuatro apóstoles en los laterales. En el relieve
de la Resurrección, Cristo, nimbado, portando la cruz con banderola, bendice.
Los ángeles que le flanquean levantan en simétrica actitud los bordes de su
manto, consiguiendo un curioso efecto decorativo al parecer que un cortinaje
cerrara el escenario figurativo. La idea de mostrar a Cristo en este espacio de
los retablos se fragua a lo largo del siglo XIV tanto en las obras de escultura
como de pintura triunfando en el siglo XV. Ahora bien, la escena elegida solía
ser la del Cristo de Piedad o Varón de Dolores, el Cristo sufriente de la Pasión
confortado por la Virgen y San Juan y más raramente por ángeles (36), o la más compleja Misa de San Gregorio, representaciones todas ellas
mucho más comunes durante el gótico; aunque desde luego, la promesa del triunfo
basada en la Resurrección de Cristo, como aquí se muestra, cuadraba igualmente
en una capilla funeraria como ésta que estudiamos: la Resurrección de Cristo
garantiza la de los muertos y su representación portando una cruz estandarte
simboliza precisamente su victoria sobre la muerte (37), realzando su papel
de redentor de la humanidad (38). Sin embargo, esta imagen triunfal centrando una predela
es poco usual en el arte (39). El tema, que manifiesta por tanto el momento
culminante del proceso de la redención, en el contexto iconográfico del retablo
viene a enlazarse con el tema del Calvario-Eucaristía figurado en la parte superior,
expresando una idea globalizadora del conjunto.
San
Juan Bautista
A ambos lados de esta imagen se fijaron cuatro notables relieves de apóstoles representados casi de tres cuartos como los anteriores, con sus correspondientes atributos tallados en un llamativo tamaño, y además todos con un libro: San Pedro porta una monumental llave; San Juan Bautista el Cordero con banderola sobre su libro, al que señala expresivamente con un dedo; San Pablo, a quien se ha privado de su reconocida calvicie, una gran espada, y San Bartolomé un cuchillo y un demonio al que sujeta con una vistosa cadena. En los cuatro santos destaca también la dimensión y la importancia que se ha concedido a su libro; este hecho no debe ser anecdótico, sino que debe responder a la intención muy concreta del comitente de resaltar a través de la presencia del libro la ilustración o la sabiduría, y por consiguiente el fundamento teológico de todo lo aquí representado, pues aparece no sólo en estos, sino también en casi todos los otros relieves del retablo: en la mano de la sirvienta de Santa Ana, en las de la Virgen en el tema de la Presentación y, por dos veces, en el de la Visitación. Esta intencionada exhibición de los libros parece pues justificada por el deseo de hacer patente la preocupación existente en este momento en la Iglesia por la deficiente formación del clero y la decidida intención de reforma y de impulso del estudio suscitada incluso desde la propia corona a finales del siglo XV (40). Una preocupación que debió afectar a nuestro clérigo vinculado a un prestigioso foco episcopal (41). Resulta también muy caracterizado el tratamiento de los rostros a los que se ha concedido un cuidado especial. Destacan por sus rasgos acusados con fuertes contrastes de planos y un suave modelado. Son en general caras delgadas rematadas en un variado repertorio de cabellos y barbas, con pómulos acentuados y grandes ojos de pupilas talladas, sobresaliendo por sus matizaciones y contenido expresivo la imagen de San Pedro (Fig. 8).
Fig.
8 San Pedro. Retablo de la Virgen de Loreto (Ciudad Real)
Tratando de
hacer unas consideraciones globales de este singular retablo, valoramos inicialmente
su tipología y distribución de escenas en el cuerpo y predela aspectos que,
desde luego, responden a modelos habituales en el siglo XV como muestran los
numerosos ejemplos conservados sobre todo de pintura o de técnica mixta. No
podemos dejar de advertir, sin embargo, las destacadas coincidencias de diseño
apreciables con el proyecto del retablo que Juan Guas hizo para la iglesia de
San Juan de los
Reyes de Toledo, conservado en el Museo del Prado. La similitud entre ambas
obras, difícilmente casual, podría explicarse a partir del conocimiento que el
anónimo maestro que trabaja para el chantre don Femando pudo tener de dicho
proyecto de Guas; un aspecto que viene a reforzar las pretendidas relaciones de
los centros artísticos seguntino y toledano.
Pero fuera de
estas comparaciones tipológicas, desafortunadamente, no parece posible establecer
relaciones estilísticas con otros retablos, pues el número de los esculpidos tardogóticos
conocidos es reducido en el ámbito castellano-toledano. Y concretamente más
reducido aún, si buscamos coincidencias también en razón del material
utilizado, el alabastro, modalidad de la que sólo se conserva el monumental retablo
mayor del Monasterio de Santa María de El Paular (Madrid) con el que no es
posible establecer ninguna aproximación estilística aunque, por su lado, ha
sido apuntada la posibilidad de relacionar al menos una parte de su escultura
con la actividad del foco toledano (42). Además el retablo de la Cartuja resiste por su
calidad un análisis muy pormenorizado mientras que el de la iglesia de San
Pedro no soporta una observación tan rigurosa aunque seguramente las
deficiencias que presenta fueron paliadas en parte con la aplicación de la
policromía, un recurso habitual en el acabado de las obras esculpidas, que su
deterioro actual impide valorar con certeza. En cualquier caso la diferente
magnitud de las obras no hace posible un análisis comparativo.
San
Pablo
El estudio de
las figuras muestra la participación de diversos artistas, o por lo menos la
intervención de un maestro de mayores recursos en algunas zonas de los relieves
como pueden ser algunos rostros o ciertos plegados y volúmenes. De forma
general las figuras enteras son un poco desproporcionadas con cabezas de grandes
dimensiones en relación con el resto del cuerpo, y sobre todo con manos muy
largas y no bien conformadas; los rostros ovalados con mejillas redondeadas
apenas ofrecen contraste de planos, y sus expresiones no son acentuadas permaneciendo
impasibles en todos los escenarios; en ellos todos los rasgos son menudos
aunque hay algún tipo más caracterizado. Las actitudes nunca son inquietas o
agitadas y es muy limitado el repertorio de posturas, casi siempre colocadas de
perfil o de tres cuartos con los brazos doblados en oración, abrazo o portando
objetos con lo que producen el contrapunto horizontal a la exagerada verticalidad
de los cuerpos. La indumentaria se acopla a la moda del tiempo y las telas
adoptan un pequeño repertorio de pliegues una veces verticales, otras en picos
o «V» y también en artesa, y otros formando ondas o ligeros espirales, sobre
todo las caídas de los bordes de los mantos, sin descartar totalmente el tipo de
plegado quebrado propio de lo flamenco. En su factura se estiman también diferencias
cualitativas apreciándose la mayor fluidez y armonía en el grupo de la
Visitación.
Otro aspecto
distinto en la valoración del retablo es, en cambio, la notable selección de
temas realizada en la elaboración del programa iconográfico. El comitente ha
mostrado un amplio conocimiento de las inquietudes de la Iglesia en torno a los
temas marianos en el final de la etapa de la Baja Edad Media, y ha elaborado un
proyecto en el que ha quedado reflejada la actitud de los teólogos durante este
periodo, a través de un sucinto repertorio de imágenes. La consideración de la Virgen
en relación con la idea de la Redención-Eucarística es el hecho más
significativo en la interpretación global del conjunto (43).
Tras haber
analizado en su conjunto la capilla funeraria de don Fernando de Coca y
valorado sus diversos aspectos, podemos concluir que el monumento es, ensu
modalidad, una de las obras más completas y sugestivas del panorama artístico castellano
a fines de la Baja Edad Media, que de alguna manera debe considerarse como una
proyección muy especial, no exenta de incógnitas, del arte seguntino y toledano
(44).
María Moreno Alcalde Y Mª Jesús Gómez Bárcena. Anales
de Historia del Arte, ISSN 0214-6452, Nº 9, 1999, págs. 67-89
San
Bartolomé
(36) Desde el siglo XIV son muy numerosos los ejemplos de estos tipos, tanto en escultura como en pintura.
(37) En escultura:
Retablo del Obispo Acuña en la Capilla de Santa Ana de la Catedral de Burgos,
de Gil de Siloe, con iconografía más compleja; en pintura, entre otros: Retablo
de San Marcos y Santa Catalina, atribuido a Antonio de Contreras, en La
Catedral de Sigüenza, integrando precisamente en estas mismas fechas La capilla
funeraria del chantre Juan Ruiz de Pelegrina; Fray Alonso de Zamora: Retablo de
San Pedro de Tejada, Museo de Burgos (1503-1506): aunque semejante en todo lo
demás, Cristo con llagas y corona de espinas.
(38) Réau, L.:
Iconografía del arre cristiano. Iconografía de la Biblia. Nuevo Testamento, t.
1, vol. 2, Ed. Serbal, 1996, p. 560.
(39) Azcárate Luxán,
M.: «Iconografía de la Resurrección en La escultura gótica española» en La España
Medieval. t. V, Ed. Universidad Complutense, Madrid, 1986, p. 87.
(40) De Azcona, T.:
La elección y reforma del episcopado español en tiempos de los Reyes Católicos.
CSIC. 1960.
(41) El historiador
Bialostocki, en un análisis del mundo funerario del siglo XV en Europa, subraya
también la presencia del libro en Las representaciones de numerosos yacentes
insistiendo en la idea de H´s Jacobs de que “los libros se fueron convirtiendo
cada vez más en los símbolos de La vida culta”. Biatostocki, Jan: El arte del
siglo XV, de Parler a Durero. Ed. Istmo. 1998 (1ª ed. 1989) p. 254, nota 21.
(42) Martín Ansón,
Mª L. y Abad Castro. C.: «El retablo de la Cartuja de Santa María de El Paular»,
en Anuario del Departamento de Historia, y Teoría del Arte, vol. VI. 1994. p.
90.
(43) El testamento de Pedro Álvarez de Sotomayor
de 1476 refleja exactamente esta misma creencia: «…primeiramente mando a miña
alma a con meu Salvador y Redentor Ybesu Cristo que la salbo e rredimio por su
santa pasión e por su preciosa e santísima sangre que derramo por salvar todo
el humanal linaje, e rrogo e pido por caridad a la santísima y gloriosísima
Virgen María nuestra Señora que sexa miña abogada a la ora de miña morte en o día
do gran Juizio...». Vid. Núñez Rodríguez, Manuel: La idea de inmortalidad en la
escultura gallega (la imaginería funeraria del caballero siglos XIV-XV),
Orense, p. 158.
(44) Otras capillas
funerarias de clérigos ligados a la catedral de Sigüenza se encuentran en las
parroquiales de Jirueque y Pozancos aunque La calidad de su obra escultórica no
permite comparaciones directas. Vid. López Torrijos, Rosa: “Datos para una
escuela de escultura gótica en Guadalajara”, Wad-AlHayara, n.º 5. 1978, pp.
103-114.
No hay comentarios:
Publicar un comentario