Escudo del Chantre de Coca en la puerta de acceso de
la capilla
La constante presencia del mundo de la
muerte en la realidad medieval es algo
tan conocido y estudiado en nuestros días que no necesita justificación. Una de
las preocupaciones prioritarias del hombre de la Edad Media consistía en alcanzar
la vida eterna, y por tanto, preparar todo lo relacionado con la muerte, que paradójicamente
es parte de su vida, era la actividad principal y común de todos los estamentos
sociales.
Lo que hemos expresado se concreta, para
una parte de la sociedad medieval, en el deseo generalizado de disponer de un
espacio privado destinado a
enterramiento dentro de una iglesia o lugar sagrado. De este privilegio
disfrutaban los reyes, príncipes, alta nobleza, obispos y santos y con el
transcurso del tiempo se amplían las posibilidades a otros grupos de la
sociedad menos notables. Se incluye al
clero en general y a miembros de la
burguesía con recursos económicos suficientes que les permitían emprender
y comprometerse en importantes obras funerarias, especialmente en iglesias
parroquiales. La elección del lugar de enterramiento es una decisión personal
que debe ser aceptada por los responsables religiosos del edificio
correspondiente. En ocasiones se aprovechan, adaptándose a la nueva finalidad, capillas ya existentes;
en otras ocasiones son de nueva construcción, como es el caso que nos ocupa,
capilla añadida en el lado de la
epístola próxima a la cabecera. En
relación con este aspecto se ha llamado la atención sobre el problema de la
integración de la capilla funeraria en la
arquitectura anteriormente construida ya que puede llegar a romper la regularidad de su fisionomía
original (1).
Vista exterior de la Capilla de Don Fernando de Coca
con contrafuertes circulares que refuerzan los ángulos
El
compromiso de propiedad de una capilla funeraria implica responsabilizarse de
todos los asuntos económicos concernientes a la obra arquitectónica en su proyección interior y
exterior, al cerramiento mediante una
reja, al enriquecimiento del espacio con el monumento funerario propio y/o de
familiares y allegados. Suele incorporarse un retablo para el desarrollo de la liturgia, siendo la misa uno
de los medios más poderosos para la salvación del alma. Su iconografía,
posiblemente dictada por el fundador y dotador, es consecuencia de diversas circunstancias
como pueden ser sus devociones particulares, la advocación de la capilla, o la moda
devocional de la época. A partir de las noticias
proporcionadas especialmente por los testamentos (2) se sabe que el fundador de una de estas
capillas enriquecía a la misma con numerosos objetos litúrgicos necesarios para
el culto general y el específico funerario
tales como Piezas de orfebrería, ropas, libros o cuadros. Estas obras son por tanto, en conjunto,
el resultado de unas preocupaciones religiosas, de una situación social, de la capacidad económica y de la voluntad personal del
fundador. El espacio funerario privado, más o menos rico en sus diversos componentes,
es también consecuencia de un deseo de fama y de prestigio social, que se expresa
con la incorporación de la heráldica familiar repartida por distintos lugares del
espacio, como las claves, ménsulas, rejas, lápidas o los sepulcros e incluso en los muros exteriores de la capilla.
Ventana semicircular de la capilla por su parte
exterior con follaje de carnosas rosáceas de largos pétalos
La capilla que estudiamos
no ha sido hasta este momento objeto de una atención completa por parte de los historiadores;
ha llamado especialmente la atención el sepulcro
del comitente don Fernando de Coca, pero no ha sido valorado el significado
global del conjunto
integrando los diversos monumentos que en él se albergan. Este estudio pretende
hacer un análisis minucioso de las distintas obras de arte aquí reunidas atendiendo
a su forma, estilo e iconografía, así como
a los paralelismos y comparaciones que pudieran establecerse con otras piezas del arte de su época.
Es el promotor y fundador de esta obra el clérigo Don Femando de Coca como refleja la
inscripción que recorre el borde de su sepultura. Don Fernando de Coca disfrutó
de diversos cargos a lo largo de su vida, documentada a fines del XV y los
primeros años del XVI, entre los que consta haber sido capellán de la Iglesia
de San Salvador del Castillo y Fortaleza de la ciudad de Soria (3), Chantre de Soria y Canónigo obrero de Sigüenza (4) y, además, párroco de la iglesia de San Pedro de cuya construcción estuvo
encargado (5), aspecto éste que seguramente motivó la elección del lugar de su
enterramiento (6). Tanto en su propio sepulcro como en otros lugares de
la capilla aparece repetido su emblema heráldico, un árbol entre dos leones rampantes
(7).
Heraldo con las armas del chantre en el muro exterior de
la capilla, ya casi borrado por el tiempo
LA CAPILLA FUNERARIA
Fue erigida de
nueva planta en el siglo XV rompiendo el lienzo del muro sur de la Iglesia de
San Pedro, una construcción de tres naves de los siglos XIV y XV del que solo
ha permanecido como testigo la ventana alta original ornada con tracería de
doble arco lobulado y rosetón bajo el apuntado de encuadramiento. El acceso a
la capilla desde la nave de la iglesia constituye una fachada interior, de
mayor ambición que calidad de labra, si bien de aparatoso efecto. Forma su
estructura un gran arco semicircular con arquivoltas distanciadas, en cuyos
registros, compartimentados por baquetones rectilíneos que dibujan un trazado
rectangular, se dispone la decoración vegetal, motivos de basta factura que se
repiten en la ventana de la capilla. Las figuras de los apóstoles Pedro y
Pablo, titulares de la iglesia, en sendas hornacinas laterales, son nuevas,
sustituyendo a las originales desaparecidas en 1936. El tímpano ostenta las
armas del prelado presentadas por ángeles tenantes.
Puerta de acceso a la capilla antes de 1936 con las imágenes
de San Pedro y San Pablo destruidas en 1936
La capilla forma
un cuadrado de 6,80 m. de lado. En sus muros de mampostería, una sola ventana
semicircular se adorna con follaje de carnosas rosáceas de largos pétalos
repetidas también en el exterior, las mismas que decoran la puerta. Una bóveda
de terceletes con ligazones cierra este espacio; sus plementos de piedra
perfectamente encuadrada se apoyan en nervios moldurados con los perfiles
habituales en las construcciones del siglo XV y descansan en grandes ménsulas
angulares que muestran repetidamente el escudo del fundador sostenido por
ángeles alados; bajo sus redondos ábacos se han representado un haz de heno,
tres aspas seguidas y frisos de flores. En el exterior destacan los grandes
contrafuertes circulares que refuerzan los ángulos, y los muros culminan en un
estrecho alero recorrido por bolas, rosetas y pequeñas cabecitas; en el del
lado Oeste se conserva, en tan al estado que impide prácticamente su
reconocimiento, una imagen que parece representar una figura sosteniendo un
escudo. La decoración de la capilla en el interior es completa desde el punto
de vista de su finalidad funeraria y de una riqueza de materiales y labra
verdaderamente destacable. Fueron realizados del sepulcro de alabastro del
fundador, dos lápidas de sus padres en el suelo, en el centro de la capilla
ante el altar, y un retablo de alabastro en el testero absidal, además de la
reja (8) que, aplicada a la ya dicha monumental y labrada portada, aisla y
privatiza el oratorio del resto de la iglesia.
María Moreno Alcalde Y Mª Jesús Gómez Bárcena. Anales
de Historia del Arte, ISSN 0214-6452, Nº 9, 1999, págs. 67-89
La puerta de acceso en la actualidad, con las imágenes
de San Pedro y San Pablo que se colocaron en los años ochenta del siglo pasado
(1) Bango Torviso, 1.:
«El espacio para enterramientos privilegiados en la arquitectura medieval española»,
en Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, (UAM) IV. 1992, p. 106.
(2) Rucquoi, A.: “De
la resignación al miedo: la Muerte en Castilla en el siglo XV”, en La Idea y el
sentimiento de la muerte en la Historia y en el Arte de la Edad Media.
Universidad de Santiago de Compostela, 1988, pp. 51-66. Carlé, C.: Una sociedad
del siglo XV. Los castellanos en sus testamentos, Buenos Aires, 1993. Royer de
Cardinal, S.: Morir en España (Castilla, Baja Edad Media), Buenos Aires (s.a.).
(3) Archivo de
Simancas, Sección Registro General del Sello, año 1496 (noviembre), fol. 206.
En este mismo archivo, año 1478 (agosto)
fol. 84, se cita a un Fernando de Coca en relación con la “renunciación de la
guarda de la capilla de la Reina Catalina en la iglesia de Toledo” personaje
que, por fecha, bien pudiera ser el mismo.
(4) Muñoz Párraga,
Mª Carmen: La catedral de Sigüenza (las fábricas románica y gótica),
Guadalajara, 1987. Según los documentos de la catedral es Chantre de Soria y
canónigo obrero de Sigüenza, por lo menos desde el año 1488, con última
referencia en 1506.
(5) Quadrado, J.M.
y De la Fuente, V.: España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia,
Castilla la Nueva, Toledo y Ciudad Real, Ed. Barcelona, 1978 (1ª, 1853) p. 462.
Hervás y Buendía, I.: Diccionario histórico-geográfico, biográfico y
bibliográfico de la provincia de Ciudad Real, Ciudad Real, 1890: en p.537,
especifica que dirigió la obra del templo, y cita su origen vascongado.
(6) Sin apoyo
documental en Portuondo, B.: Catálogo monumental de la Provincia de Ciudad
Real, Madrid, Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes, 1917; reed.
Ciudad Real, Inst. de Estudios Manchegos, 1972, p. 96, se le cita como Capellán
de los Reyes Catolicos y Chantre de Coria.
(7) Menéndez Pidal
de Navascués. F.: “Heráldica funeraria en Castilla”, Hidalguía, 1965, p.142.
Precisa: “la heráldica acabó siendo elemento imprescindible en el adorno de
monumentos funerarios”.
(8) Portuondo, B.:
Op. cit. Nota 6, p.97, especifica que: “la reja es muy ligera con una
inscripción calada en letras monacales, a la que falta un trozo, y que dice: “esta
obra mando hacer el señor Chantre de Coria”. La reja actual no responde a esta
descripción.
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