Lapidas
funerarias de los padres del Chantre de Coca
LAS LÁPIDAS DEL SUELO
Ante el altar,
las dos lápidas de mármol blanco con cenefas de inscripciones pintadas en negro
sobre lo esculpido, y en el centro los escudos familiares, que pertenecen a los
padres del canónigo, forman parte del pavimento de la iglesia.
La inscripción
de una de ellas dice: «AQUI YACE EL SEÑOR FERNANDO ALFONSO DE COCA PADRE DEL
CI-IANTRE FERNANDO DE COCA FUNDADOR DESTA CAPILLA. FINO A VEINTE E SEYS DE
AERYL AÑO DE MCCCCLXXV AÑOS.» La otra inscripción permite leer: «AQUl YASE LA
SEÑORA
MARIA ALFONSO
MADRE DEL SEÑOR FERNANDO DE COCA FUNDADOR
DESTA CAPILLA,
FINO A PRIMERO DIA DE ENERO DE MCCCCLXI1lI ANOS.» Ambas laudas decoran su campo
mediante tres grandes cuatrifolios con redientes en los que se incluyen en
primer y tercer lugar el escudo de la familia, tantas veces repetido en la
capilla, y en el intermedio una gran roseta esquematizada, bordeada de otras
muchas más pequeñas (20). La sencillez de estos enterramientos en relación con
la ampulosidad del sepulcro del chantre se ve en parte compensado por haber sido
elegido un emplazamiento honorífico delante del altar.
Fig.
3 Retablo de la Virgen de Loreto. Capilla de d. Fernando de Coca, en la iglesia
de San Pedro (Ciudad Real)
EL RETABLO
Dedicado a la
Virgen de Loreto, el retablo gótico de alabastro (21) preside el altar
de la capilla. Muestra una tipología común en la época igualmente reflejada en los
retablos pintados, constando de predela, compartimentada en cinco espacios, y un
alzado de dos cuerpos y tres calles, la central más alía, también estructurada
en cinco relieves, con la imagen central en bulto redondo, completando el
conjunto cinco escudos del mecenas. Contrafuertes con pináculos y tracerías de
muy cuidada labra constituyen su arquitectura; esta microarquitectura sobre las
escenas inferiores es rica, compleja y avanzada a modo de pequeño dosel,
contrastando con las sencillas arquerías casi planas que coronan el segundo
cuerpo; los pilarcillos que enmarcan las escenas centrales están enriquecidos por
figuras de ángeles con instrumentos musicales. Todo el conjunto está rodeado de
un guardapolvo con bajorelieves de medias figuras orantes bajo arco en su zona
interna, y pintura roja y dorada en la externa (Fig. 3), Restos de
policromía con abundante oro son igualmente visibles sobre la superficie de
numerosas zonas de la obra.
La iconografía
del retablo es fundamentalmente mariana girando en torno a la imagen de la
Virgen que preside la pieza. Han sido seleccionados de los Aprócrifos tres
temas sobre su infancia y uno más sobre su vida de los Evangelios Canónicos, motivo
este último que sirve de enlace con la escena del Calvario que remata la calle
central. En la predela, cuatro apóstoles flanquean un panel con Cristo
Resucitado entre ángeles. La lectura del retablo sigue una línea en zig-zag,
por el procedimiento de bustrofedón, evitando la forma más tradicional de
izquierda a derecha como en las páginas de un libro. En cuanto a su factura,
las escenas exponen básicamente la misma ordenación mediante composiciones
bastante elementales basadas en esquemas verticales y acomodaciones simétricas
de las que resulta un cieno estatismo. Las figuras en general muestran
proporciones incorrectas, especialmente desafortunadas las manos de casi todas
ellas, y se adecuan mal a las arquitecturas de los fondos que van a constituir
tan solo un elemento de ambientación sin procurar un espacio real a los
personajes. Pese a todo, la calidad de algunos aspectos parciales de los
relieves, la indagación en las fisionomías, las variaciones en los volúmenes, ciertos
detalles anecdóticos a veces de encantadora ingenuidad y la riqueza decorativa
y arquitectónica del monumento consolidan tina obra de gran interés y de indudable
atractivo visual.
Fig.
4 El abrazo de S. Joaquín y Sta. Ana. Retablo de la Virgen de Loreto (Ciudad
Real)
— El Abrazo ante
la Puerta Dorada. Encuadradas por una orla vegetal de hojas con fuertes
nervíaciones, las figuras componen una sucinta escena (Fig. 4). Los Evangelios Apócrifos (22) relatan el hecho esculpido aquí de manera neta:
avisados por el ángel en sus respectivos retiros. San Joaquín y Santa Ana se
encuentran sin aparente emoción ante la Puerta Dorada de la ciudad de Jerusalén
materializandose en su abrazo la concepción virginal de María. Aunque el tema
no es nuevo, en esta época de finales del XV alcanza una cierta celebridad pues
este abrazo, aquí alentado por un ángel, es un modo de enfatizar la idea de la
Inmaculada Concepción en estos años, tal vez impulsada por haber sido
instituida la fiesta de la Inmaculada en 1476 por iniciativa del Papa Sixto VI (23); es desde luego a partir de estos momentos cuando esta representación
alcanza mayor difusión en el arte europeo. Los dos servidores que acompañan a
la notable pareja completan la historia que narra cómo Joaquín después de su
expulsión del templo se retiró al campo entre los pastores mientras Santa Ana meditaba
en su casa; quizás por eso la sirvienta lleva un libro y el criado un cordero, éste
tal vez para aludir a las ofrendas aceptadas en el templo, episodio que,
reflejado en los textos bizantinos sucediendo al encuentro, no tiene proyección
en la iconografía occidental (24) Siguiendo la descripción de los textos, la escena se
sima ante una muralla figurada por dos torreones rematados en un cuerpo de
almenas; una pequeña argolla tallada entre los esposos concreta la referencia a
la puerta del recinto (25).
Fig.
5 El nacimiento de la Virgen. Retablo de la Virgen de Loreto (Ciudad Real)
— El Nacimiento
de la Virgen. Entre los relatos de la Infancia de la Virgen, su Nacimiento es
el que ha conocido un mayor y continuado éxito en occidente 26 En el retablo
este relieve ilustra un momento de la vida cotidiana del siglo XV (Fig. 5). En un interior burgués, reflejado escuetamente por la presencia de un
lecho con baldaquino y un pequeño asiento, Santa Ana reclinada sobre el lecho,
ceñida su cabeza por una apretada toca, sostiene en sus manos a la niña recién
nacida envuelta con un preciso encintado. Cuatro mujeres portando objetos entre
los que se reconocen una bandeja de huevos y una candela acompañan a la Santa (27). Pese a la ambiciosa proyección espacial del dosel, las figuras resuelven
con dificultad su posición en el escenario establecido, y además presentan
proporciones inadecuadas. En cambio los rostros tallados con singular precisión
logran fisionomías distintas y bien caracterizadas con cierta variedad de
rasgos aunque las expresiones son poco acentuadas, delatando a un maestro
capacitado que brinda un hermoso repertorio de tipos. La orla de encuadramiento
se forma ahora por un rígido talio que enlaza grandes florones.
— La
presentación de la Virgen en el Templo. La puerta de un templo de caracteres
góticos, con arco conopial y friso de arquillos cobijados por un alfiz, y la
empinada escalera que la precede, simulan un dilatado escenario para este tema tomado,
como los anteriores, de los Evangelios Apócrifos (28). En el espacio
así formado un gran ángel alado (29) sale al encuentro de la Virgen niña en el tramo medio de
las escaleras, a cuyo final espera el sacerdote, tocado con tiara de obispo,
con un libro abierto en las manos y flanqueado por dos ayudantes con candelas.
Joaquín y Ana a los pies de la escalera, en actitud recogida, asisten al suceso
sin participar activamente. En la liturgia occidental esta fiesta no fue
introducida hasta el siglo XLV y no disfrutó del favor que tuvieron los otros
episodios de la infancia de la Virgen (30).
Fig.
6 La Visitación. Retablo de la Virgen de Loreto (Ciudad Real)
— La Visitación.
En el conjunto del relato mariano, es el único episodio de los Evangelios
Canónicos (31) que figura en el retablo y teniendo como protagonista también a la Virgen
debe conducir, enlazando los escritos, al tema del Calvario de la calle
central. La escena con cuatro personajes simétricamente dispuestos se desarrolla
ante un conciso escenario. Sin evidente sentimiento María e Isabel, nimbadas, vestidas
con túnica y manto y con ligeras tocas sobre sus cabezas, se saludan en el
centro de la escena. Pero Santa Isabel por su parte expresa su mayor edad presentándose
como experta matrona al palpar el seno de la Virgen encinta para comprobar su
turgencia, una nota anecdótica que los artistas repiten desde el siglo XIII, como
figura, entre otros muchos lugares, en la representación del trascoro de Notre Dame
de Paris. Las dos sirvientas de los extremos, tocadas con eolias o pañoletas, llevan
un libro en las manos (Fig. 6).
Resulta curioso la
incorporación de la Visitación en el contexto de unos temas apócrifos
representados en una secuencia cronológica. En una primera lectura su presencia
podría parecer inoportuna, pero puede no serlo si se le contempla en el
cambiante contexto religioso de su tiempo preocupado por la exaltación de la
Virgen. La Visitación adquiere en el siglo XV una importante significación al
haber sido establecida ahora su festividad litúrgica: Alonso de Cartagena,
obispo de Burgos, convirtió en fiesta el día de la celebración de la Visitación
(32) en un Sínodo celebrado en 1442 precisando las indicaciones sobre el modo
de celebrarla aunque no fueron explicadas las razones que llevaron a esta decisión.
J. Yarza apunta un cierto sentido Inmaculista de este tema en el Evangelio debido
al solemne saludo de Isabel dedicándole el Magnificat a María en el texto
evangélico.
Fig.
7 El Calvario. Retablo de la Virgen de Loreto (Ciudad Real)
— El Calvario.
En la calle central esta escena cierra el ciclo iconográfico en una posición
absolutamente habitual en el panorama de los retablos góticos (Fig. 7). En tomo al Crucificado, la Virgen, arrodillada sin desmayo ante la cruz y
confortada por San Juan, y las Santas mujeres, figurando más destacada entre
ellas la Magdalena con su larga melena rubia, genuflexa también en parangón con
María, son figuras que no muestran un acusado patetismo sino una reservada
emoción. La imagen de Cristo sujeto por tres clavos a la cruz es de infelices
proporciones. Su cabeza de ojos cerrados reclinada produce cierta torsión en el
cuerpo. En su torso, de pequeñas dimensiones en comparación con la vasta
cabeza, se señalan las costillas en un geométrico dibujo, quedando el abdomen
liso. El paño de pureza, corto y muy bajo en las caderas, deja volar uno de los
extremos de sus quebrados pliegues aproximándose a modelos flamencos.
Situados bajo
los brazos de la cruz dos angelitos recogen en cálices la sangre de Cristo. Su
número, variable en las representaciones artísticas existentes pudiendo oscilar
entre dos y cinco (34) ha quedado reducido al mínimo, portando sin embargo
uno de ellos dos vasos, uno para la sangre de la mano y el otro para la que
brota de su costado. A partir de los siglos XII y XIII el culto a la preciosa
sangre de Cristo fue adquiriendo mayor desarrollo estimulándose la devoción de los
fieles con nuevas oraciones y representaciones que culminan, en el siglo XV,
con las imágenes de mayor expresividad. La redención a través de la
Crucifixión, queda así enfatizada en la escena por la presencia de estos
angelitos que establecen una directa relación con la Eucaristía, el momento
culminante de la misa que se celebra en el altar. Esta alusión a la Eucaristía,
en otras representaciones del momento, se verifica también cuando la sangre del
costado de Cristo doloroso se derrama directamente en un cáliz situado sobre el
altar, una simplificación del tema en la misa de san Gregorio, algunas veces
presente en las predelas de los retablos (35).
María Moreno Alcalde Y Mª Jesús Gómez Bárcena. Anales
de Historia del Arte, ISSN 0214-6452, Nº 9, 1999, págs. 67-89
Actual
imagen de la Virgen del Loreto, obra del escultor Faustino Sanz Herranz del año
1967
(20) El último de María Alfonso está totalmente borrado. Las medidas de estas lápidas son de: 2,05 X 0,70 cada una.
(21) La talla central
ha sido rehecha modernamente por la desaparición en 1936 de la original.
(22) Protoevangelio
de Santiago; el Pseudo Mateo y el libro sobre la Natividad de María. Vid. De
Santos Otero, A.: Los Evangelios Apócrifos, BAC, 1993.
(23) Yarza, J.,
recoge Las Bulas que lo instituyen en «El retablo de Santa María del Castillo
(Frómista). Problemas de La pintura en Palencia a fines del siglo xv», en
Jornadas sobre el gótico en la provincia de Palencia, Palencia, 1988, pp.
100-106. Vid, también De La Hoz, Lucía: «FI retablo de Nuestra Señora de La
Encina en Arceniega», Kobie (Serie Sellas Artes). Bilbao, nº X, 1994, pp.
74-86.
(24) Lafontaine
Dosogne, J,: 1conographie de l‘ enfance de la Vierge dans l’ ernpire byzantin
et en occident, Bruselas, 1965. t. II, p. 78.
(25) Otras
representaciones esculpidas del mismo tema en el retablo del Obispo Acuña en La
catedral de Burgos; en el mayor de La catedral de Sevilla; en el de la capilla
funeraria de Diego Ramírez en Villaescusa de Haro (Cuenca); en el grupo
procedente de La iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava (Museo de
Palencia): o en el retablo de Todos los Santos en La catedral de Cuenca.
Aparece igualmente incorporada en el retablo flamenco importado de La iglesia
de Santa María de Laredo (Cantabria). Lafontaine Dosogne. J,: Op. cit. p. 80,
señala quela presencia del ángel es un motivo esencialmente italiano.
(26) Lafontaine
Dosogne, J.: Op. cit., p. 85. Destacan en escultura entre otras las
representaciones del retablo del Obispo Acuña en La catedral de Burgos; del
retablo mayor de la parroquial de Gumiel de Hizán (Burgos): del retablo mayor
de La catedral de Sevilla, o de La capilla de Diego Ramírez en Villaescusa de
Haro (Cuenca). Integra también La iconografía de Los retablos flamencos
importados del
Museo de Valladolid y de La Iglesia de
Laredo.
(27) Para el origen
del tema vid, nota 20. También Isabel de Villena en su “Vita Christi”. ed. Barcelona.
1995. cap. III, p. 76, recoge que a Santa Ana le fueron asignadas cinco jóvenes
para que le ayudaran a partir del nacimiento de la Virgen, vid. Yarza, J.:
Tesoros de la catedral de Burgos. El arte al servicio del culto. Catálogo
Exposición. Madrid, 1995. p. 96.
(28) Vid, nota 20.
Los textos precisan La existencia de una alta escalera de 15 peldaños, de
acuerdo con los 15 salmos graduales, si bien no siempre es posible tanto
desarrollo.
(29) Una invención
del artista pues el texto del libro de la Natividad de María precisa que la
Virgen subió sola, una a una, todas las gradas «sin que nadie le diera La mano,
para Levantarla y guiarla». De todas maneras, La presencia del ángel no es
inusual en la iconografía gótica, tanto en su función de receptor de La Virgen
(retablo del Obispo Acuña en [a catedral de Burgos. o en el de pintura del
círculo de Diego de la Cruz en el Art Institute de Chicago), o como de
acompañante en la subida de las gradas (en pintura, retablo de Santa Ana de La
Colegiata de Berlanga de Duero en Soria). Otros ejemplos en escultura, en el retablo
del Monasterio del Paular (Madrid); en el de la citada capilla de Villaescusa
de Haro y en el retablo de Laredo.
(30) Lafontaine
Dosonge, J.: Op. cit., p. 112.
(31) Sólo recoge el
tema el Evangelio de San Lucas (1: 39-56).
(32) Don Alonso de
Cartagena muestra su predilección por el tema al poner bajo la advocación de dicha
fiesta su capilla funeraria en La catedral de Burgos, y al incorporarlo en
Lugar preferente en La decoración de su sepulcro; se repite en el sepulcro del
canónigo Juan Sánchez de Sepúlveda en el claustro de la misma catedral. A
partir de ahora la escena adquiere un especial protagonismo en La iconografía
de los retablos; es la escena principal, esculpida, en el retablo de pintura de
La iglesia de Los Arcos, en Navarra; igualmente en el retablo de la Visitación
de Joan Barceló, en la Pinacoteca de Cagliari, esta vez en pintura. Se le
dedica el retablo funerario del prior Juan de Ayllón en La catedral de
Palencia. Es también significativo de su importancia en este momento su
inclusión, fuera de todo contexto mar ano, en el retablo de San Ildefonso, obra
en pintura, en el Museo de Covarrubias (Burgos).
(33) Yarza, J.: Los
Reyes Católicos. Paisaje histórico de una monarquía. Madrid, 1993. p. 160 y
ss., y en relación con el tema nota 28 del capítulo 5, y también p. 156 y ss.).
(34) Cuatro son los que aparecen en el retablo
esculpido de la capilla de san Pedro en la parroquial de Orduña (Álava), pero
el tipo es frecuente en pintura y miniatura siempre con diverso número.
(35) Trens, M.: La
Eucaristía en el arre español. Barcelona, 1952, p. 60. D’Hainaut-Zveny, B.: «Les
messes de Saint Gregoire dans les retables des Pays Bas. Mise en persperctive
historique d’une image polémique, dogmatique et utilitariste», Bull, des Musées
Royaux des Beaux Arts de Belgique. 1992- 1993, pp. 1-4. Un ejemplo en Martín
Bernat: Retablo de San Martín, Museo Parroquial de Daroca.
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