El
desaparecido retablo del altar mayor
El interior del templo es, si cabe,
menos interesante que las fachadas. Embadurnado todo de cal, es muy difícil
apreciar las únicas labores que luce en los capiteles de los machones. Como
hemos dicho antes, se compone de tres naves, siendo las laterales más bajas que
la central. Los arcos son ligeramente apuntados y vienen todos a descansar
sobre seis machones de medias columnas cuyos capiteles muestran adornos de
hojas de diversas plantas, hoy indescifrables dada la espesa capa de cal que
las cubre. La capilla mayor no presenta otra cosa notable que la cubierta,
bonita bóveda de gruesos y bien trazados nervios que arrancan de un florón
central. Sobre cada uno de los arcos que en la línea forman los lados de la
nave de en medio, hay bonitos rosetones ojivales, hoy tabicados.
Las
bóvedas a finales del siglo XIX y durante gran parte del XX estuvieron
encaladas
Puede conjeturarse del estudio del
edificio que el interior se construyó en el último tercio del siglo XIV, y las
tres portadas y parte de los muros exteriores en el primer tercio del XV. Las
diferentes obras que han sido necesarias, por la mala construcción de la
primitiva iglesia, determinan en el edificio y principalmente en la parte de
afuera, que está libre de cal, una serie
de reconstrucciones de muy distintas épocas. Solo en el imafronte se ven a
simple vista las huellas de tres obras, siendo probablemente la última la hecha
al levantar la torre a fines del siglo XVII.
De los datos que trae el Sr. Clemente
sólo puede aceptarse la reconstrucción de la capilla mayor en 1473 por el
regidor perpetuo Fernando de Torres.
El chapitel de la torre, dice dicho
señor, que se construyó en 1799, pero como en una de las piedras del recalzo
que entonces se le hizo a la obra está grabada la fecha, tendremos que
rectificarla dando para aquella el año de 1778.
Vista
del interior de la Parroquia de San Pedro en 1935
El coro, que está a los pies de la
iglesia, tiene una ornamentación del renacimiento ya decadente, en donde se ven
las líneas quebradas, pero queda aún mucho del buen gusto y los relieves y
esculturas que lo adornan son de delicado y correcto dibujo. Esta ornamentación,
según reza un letrero puesto sobre la silla del cura, se hizo en 1667, y la
sillería es más antigua, toda vez que según datos del archivo, sacados por el
señor Delgado Merchán y que nos ha facilitado el señor cura de San Pedro, se
contrató la construcción en 1591 con Antonio Fernández, arquitecto y entallador
de Ciudad-Real, dándole de jornal seis reales diarios y para animarlo se le
dieron de una vez 300 reales y un vestido. La obra no debió hacerse hasta los
años de 1602 a 1604, porque de esta fecha son los recibos que se conservan en
el archivo de la parroquia.
La sacristía, así como la graciosa
portada que la une a la iglesia, a juzgar por sus líneas y esculturas, es de la
misma época y mano de la parte de cantería en donde se contiene el coro.
Vista
la nave del Evangelio antes de 1936
En la capilla mayor hay un retablo de
escayola de mal gusto, construido en 1863 por el arquitecto ciudad-realeño D.
Silvestre López Donaire, para sustituir a un gran cuadro que hoy esta a los
pies de la iglesia y que representa la cura del paralítico. Esta pintura,
bastante aceptable, no es obra, como dice el Sr. Clemente, de D. Vicente López,
sino de su hijo puesto que está firmada y dice así:
“Luis López fecit
de 20 años en Madrid 1821”.
Luis López es el autor del cuadro de la
coronación de Quintana que se conserva en el museo de la Trinidad o sea en el
ministerio de Fomento. El cuadro se puso en la capilla mayor para sustituir a
un retablo del renacimiento, del que se conservan aún algunos trozos en las
atarazanas de la iglesia.
Junto
a la puerta de la capilla de los Coca, se encontraba la puerta de acceso a la
antigua sacristía
A fines del siglo XV y a expensas de los
reyes católicos, puesto que sobre la portada se miran sus armas, se rompió el
muro que hacía cabeza en la nave del evangelio y se construyó una raquítica
capilla con bóveda de crucería, en donde hay hoy tres altares de mal gusto. Luego,
ya entrado el siglo XVI, se rompió el muro en la otra nave y se hizo otra
capilla cuya pared exterior luce dos ventanas de una arte de transición entre
el ojival y el plateresco y dos blasones
rodeados por coronas de flores bramantescas. Estas capillas lucen dos
magníficas rejas del mejor gusto del renacimiento español, con bichas repujadas
admirablemente y sendos escudos de armas que no sabemos a qué familia
pertenecerán.
A la cabeza de la nave del lado Sur y
haciendo un saliente en la fachada de aquel lado, se construyó en el segundo
tercio del siglo XV la capilla del sagrario actual, dedicada por D. Fernando de
Coca a enterramiento suyo y de sus padres. Es un cuadrado perfecto que luce por
el interior de la iglesia una portada grandísima formada por un arco latino con
adornos de flores y hojas de cardo. El tímpano está macizo, ocupando el centro
las armas del chantre, que son un pino que tratan de escalar dos leones. En las
pilastras que forman la portada se ven las estatuas de San Pedro y San Pablo,
pero todo tan cubierto de cal que no es fácil apreciar el mérito del tallista
que las labrara.
La
iglesia tuvo hasta 1936 numerosos altares e imaginería destruidos durante la
Guerra Civil Española
En el interior queda de la época de la
fundación dos lápidas en el pavimento, el sepulcro del chantre frente a la
puerta y un altar de batea construido en piedra y que es de lo más curioso que
en Ciudad-Real se conserva. Sobre el sepulcro del chantre hay una ventana
ornada por fuera y por dentro con grandísimos florones semiojivales. El
exterior de la capilla está flanqueado por cuatro torres redondas en las esquinas
y coronado de un alero sobre graciosas ménsulas ornamentadas. En el muro
exterior, frente al altar, hay un heraldo con las armas del chantre, pero todo
casi borrado por el tiempo.
En las sepulturas, en losas de mármol
con labores del último período del arte ojival y con dos escudos de los Cocas
cada una, se leen en las orlas.
El
retablo de la Capilla de los Coca antes de la destrucción de la imagen de la
Virgen en 1936
En la del lado del evangelio:
“Aquí
yace el señor Fernando Alfonso de Coca, padre del señor Chantre Fernando de
Coca, fundador desta capilla. Finó a primero dia de enero, año de M.CCCC.LXXII
años”.
En la de la epístola:
“Aquí
yace la señora María Alfonso, madre del señor chantre Fernando de Coca,
fundador desta capilla. Finó a veynte é seys de abril de M.CCCC.LXIII años”.
El sepulcro del chantre está encerrado
en un arco conopial bastante sencillo. El frente de la tumba, que se apoya
sobre medios leones, está adornado con hermosas labores de hojas talladas en
mármol, luciendo en el centro las armas de los Cocas, sostenidas por dos pajes.
Sobre la tumba descansa una magnífica estatua de mármol blanco del sacerdote,
que bien pudiera creerse labrado por Gil de Siloe, y a sus pies está sentado un
pajecito que tuvo en sus manos una cinta hoy rota y pérdida. En el bocel de la
tumba se lee en caracteres monacales lo siguiente:
Una
vista del retablo gótico de alabastro de la Capilla de los Coca
“Sepultura
del chantre Fernando de Coca, fundador é dotador desta capilla é capellanía.
Finó a días de año de M.é”.
La circunstancia de no estar escritos,
ni el día, ni el mes, ni el año en que murió el chantre, indica que el sepulcro
se hizo viviendo aún D. Fernando, así como no haber puesto del año más que el
mil, indica que se labró antes de que se concluyese el siglo XV; porque si
hubiera sido en los primeros años del XVI, hubieran puesto la D de quinientos.
A los historiadores de Ciudad-Real toca averiguar qué año murió este sacerdote,
así como si se sepultó o no en este sepulcro.
El retablo de mármol de la capilla luce
en el centro la imagen de la Virgen de Loreto, por encima Cristo en la Cruz con
san Juan, la Virgen y las Marías, en cuatro compartimientos, a los lados,
historias de la vida de la virgen y en el zócalo los evangelistas. Cada
recuadro tiene un umbelaje ojival, y en el retablo hay distribuídos cinco
escudos de los Cocas que no dejan lugar a dudar de que por D. Fernando fue
construido. El retablo es un hermoso ejemplar del arte anterior al
renacimiento, y una prueba de que los distintos períodos de las artes habían
llegado a Ciudad-Real con el retraso que se nota en casi todas las ciudades, a
donde se iba extendiendo la reconquista.
Vista
del sepulcro del Chantre de Coca
En un muro de la iglesia hay un resto de
azulejos del siglo XVII, muy curiosos y procedentes de la antigua fábrica de
Talavera. Y son muy curiosos, por su hermoso cincelado, los herrajes de la
puerta del Sur.
Esta iglesia guarda un precioso terno
formado de casulla y dos dalmáticas, obras del siglo XVI admirablemente
bordados, que han figurado con aprecio en la última exposición retrospectiva de
Madrid.
Nada más tenemos que decir de la iglesia
de San Pedro, puesto que lo demás que hay en ella, tal como el altar de la
Virgen de la Guía, es del más detestable churriguerismo, y por lo tanto, no
debe ser objeto del presente estudio.
Rafael
Ramírez de Arellano. “Ciudad-Real Artística. Estudio de los Restos Artísticos
que Quedan en la Capital de la Mancha”.
Ciudad Real. Imprenta del Hospicio Provincial 1893.
Dalmática
de la Iglesia de San Pedro de Ciudad Real. Bordada en seda y oro a cadeneta
sobre terciopelo carmesí por el bordador toledano Gabriel de Ávila, del siglo
XVI
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