Primeras obras de ingeniería
Hubo que esperar a 1860 para inaugurar la primera traída de agua corriente, que fue ejecutada por encargo del ayuntamiento al ingeniero francés Eugenio Salarnier. El agua se extraía con noria de pozos situados en La Poblachuela y se llevaba por conducciones de obra hasta tres fuentes públicas. Allí, los vecinos se abastecían de agua pagando al municipio un precio acordado por cada cántaro.
Este sistema pronto se vio insuficiente para garantizar la cantidad necesaria que requería la población. El sistema no era capaz de suministrar la demanda necesaria en todos los momentos del año, y además la calidad no era muy buena, según el parecer de las gentes. Además, seguía pendiente otra cuestión fundamental, que era la evacuación y el saneamiento de aguas sucias, pues no había un sistema de alcantarillado como tal.
La ciudad entró en el siglo XX abasteciéndose con el precario sistema de pozos de Salarnier, que ya tenía 40 años de antigüedad y generaba muchísimas quejas por la falta de continuidad y calidad en el suministro. Además, Ciudad Real seguía sufriendo problemas de aguas residuales que eran también de orden sanitario.
Como explican los autores del libro, un testimonio de la situación que padecía la ciudad es la noticia publicada en El Pueblo Manchego, de 18 de julio de 1911 con motivo de la expansión de una epidemia de cólera.
“Para que haya higiene en los domicilios,
preciso será que comience a haberla en las calles. Y en nuestras calles no
aparece la higiene por ninguna parte. No se barre ni se riega, porque no hay
barrenderos ni agua en abundancia. Y el mal ejemplo cunde. Para que el
vecindario se familiarizase con el lavado y con el baño, muchos no se
lavan, salvo contadísimas excepciones nadie se baña, haría falta que se
dispusiese de aguas en abundancia. Así no sería tacaño en derramar
el preciado líquido, hoy escaso para las más perentorias necesidades. […] Si
hubiese abundantemente la gastarían los vecinos en el aseo de las personas y en
la limpieza de las cosas”.
De este modo, Ciudad Real entraba en el siglo XX sin tener garantizado ni un abastecimiento de calidad de agua ni una depuración conveniente a una ciudad moderna.
En 1912, gracias al impulso del alcalde Miguel Pérez Molina se inauguraron un pozo y un depósito elevado con aguas de La Poblachuela que abastecieron desde entonces a un nuevo sistema de fuentes públicas. Estas se convirtieron en un elemento fundamental de la vida urbana ya que, de una manera u otra, todos los vecinos debían pasar por ellas para abastecerse. En cada fuente había un guarda o “fuentero” que era el encargado del cobro, así como de la apertura y cierre del caño.
La llegada de agua a los domicilios
directamente no se consiguió hasta los años 20 del siglo pasado. Tras
numerosos retrasos y vicisitudes, se inauguraba en 1924 un servicio que logró
traer agua hasta las casas desde el Valle de los Molinos, tras trazar 35
kilómetros de conducciones desde el punto de origen. Pronto se vio
insuficiente y, tras un grave episodio de sequía en 1932, se recurrió
de urgencia en 1934 a una obra de bombeo desde el embalse de Gasset, que
había sido construido en 1911 para regadíos. Hoy en día ese reservorio sigue
abasteciendo a la ciudad.
Las obras de alcantarillado, por su parte, no empezaron hasta los años 30, y las turbulencias de aquellos años hicieron que no estuvieran completadas hasta 1945. Este primer sistema se modernizó finalmente entre los años 1971-1974, después de que las inundaciones de 1964 mostraran que la ciudad no estaba bien preparada.
En 1980 se iniciaba finalmente el
fructífero acuerdo de colaboración entre Aquona y el Ayuntamiento,
que ha permitido a la ciudad avanzar en 40 años más que en los 800 años
anteriores.
El presente y el futuro del agua
Como afirma José María Coronado Tordesillas en el epílogo del libro: “Y así llegamos a la situación actual, en la que abrimos el grifo con alegría, con naturalidad, olvidando el arduo camino que ha sido necesario recorrer para llegar hasta aquí. Sirva este libro para que la ciudad conozca y valore el trabajo de las personas que, a lo largo de los años, colaboraron en resolver el reto diferido planteado por Alfonso X en el llano manchego hace casi ocho siglos. Hoy, gracias al trabajo de todos, podemos decir: ¡reto superado!”.
“El agua es un bien escaso y cada vez más por los efectos del cambio climático, por eso queremos transformar nuestras instalaciones con criterios de resiliencia y sostenibilidad, dando paso a la nueva economía circular, con la implantación de plantas de producción fotovoltaica, la digitalización de las instalaciones y la transformación de la depuradora de aguas residuales en una biofactoría”, afirma por su parte en la introducción a la obra Jesús García del Valle, director territorial de Aquona.
“Cuando los estudiantes de bachillerato
vienen a la escuela a conocer la Ingeniería de Caminos les
explicamos que, algo tan trivial para ellos como abrir el grifo y tener
agua corriente es uno de los avances más importantes de la humanidad,
un avance que, además, contribuyó determinantemente al crecimiento de
la esperanza de vida, al acabar con enfermedades comunes de las ciudades
como el cólera”, explica en el libro Ana Rivas Álvarez, directora
de la E.T.S. de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos.
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