El 9 de septiembre de
2021, la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos
de Castilla-La Mancha presentaba en el Antiguo Casino de Ciudad Real el libro
“El agua en Ciudad Real: historia de un reto diferido”. Se trata de un viaje de
ocho siglos en torno a la historia del abastecimiento y saneamiento de la
ciudad, unido a su propio crecimiento como urbe y a los desafíos a los que se
tuvo que enfrentar para dotar a la ciudad de las infraestructuras necesarias
precisas, capaces de garantizar unos recursos hídricos suficientes y de
calidad.
Su autor es José María
Coronado, profesor de urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de
Caminos, Canales y Puertos de la Universidad de Castilla-la Mancha, quien pocos
días después publicaba en su cuenta de twitter un resumen de las claves de la
investigación, que reproduzco a continuación.
El fundador de Ciudad
Real, Alfonso X fue quien planteó, sin saberlo, este reto diferido a las
generaciones venideras que poblarían el lugar elegido para establecer una Villa
Real, el Pozo Seco de Don Gil.
El lugar, aunque bastante
llano, no tenía salida natural de las aguas, con lo que las aguas se
acumularían en tiempos de fuertes lluvias. Como se ve en el plano, la curva de
nivel se cierra en torno a la Plaza del Pilar desde donde todas las calles
suben.
Esto inicialmente favorecía la presencia de agua en el acuífero, pero conforme la población crezca se irá contaminando por los pozos negros. Para traer agua limpia habrá que ir lejos, porque no hay manantiales cerca y los ríos están lejos y a menor corta que la ciudad. Reto doble
En 1508 se produjeron
unas fuertes inundaciones y los pobladores amenazaron con dejar el lugar.
Fernando el Católico financió la construcción de una zanja de drenaje (la Cava)
y un sumidero en mina (túnel) para sacar el agua hacia las Casas. En amarillo
recorrido de la Cava.
La ciudad se abastecía de
pozos. En tiempos de Felipe II se construyeron los Pozos Dulce, de Santa
Catalina y San Cristóbal que se unirían al pozo de la ciudad (Pozo Concejo).
Han desaparecido, pero queda su rastro en las calles de la ciudad.
En el s. XVIII Marcos de
Santa Rosa hizo la primera captación en la Atalaya, una arca de agua que se ha
perdido, pero ha quedado como el nombre de uno de los caminos que allí suben.
En 1858 el ing. Salarnier
hizo la primera traída de las aguas desde pozos de la Poblachuela hasta varias
fuentes: Pilar, Plaza del Carmen y la plaza de la Virgen de las Lágrimas, frente
al colegio San José.
Además, se colocó una
fuente monumental dedicada a Hernán Pérez del Pulgar en la plaza del Pilar, que
hoy se conserva, muy transformada, en el parque de Gasset.
Casi 30 años después,
como el abastecimiento era precario, y la cantidad de agua disponible limitada,
un empresario de Villarrubia, ofrece traer el agua desde allí (proyecto de
Joaquin Escoda) y más tarde del valle de los Molinos en la sierra de Malagón
(proyecto Marcelo Lairout)
No se ejecuta ninguno
porque al haber dos concesiones, se inicia un largo proceso judicial y el
precario sistema de Salarnier seguirá abastecimiento las fuentes de la ciudad
donde el agua se pagaba por cántaros a los guardias de las fuentes (fuenteros).
En 1912, el alcalde Pérez
Molina se incauta de los pozos de Salarnier en la Poblachuela y hace uno nuevo
(proyecto de Casimiro Juanes), y un depósito en la Puerta de Santa María
(parcela de la guardería actual). Se añaden fuentes en Compás de Santo Domingo
y San Antón.
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