Y a continuación reclama para el arquitecto que trabaja en obras religiosas debe tener ese espíritu creyente. Una reivindicación de la religiosidad de aquel que aborda la actuación en edificios religiosos como la catedral. Demanda del restaurador una capacidad de escuchar el sentido religioso del templo y por ello abordar la restauración con espíritu religioso y entendimiento del sentido de la construcción catedralicia.
Aquí se aúna y confunde la mutua
equivocación del cabildo y del Sr. Rebollar. Tanto el cargo de este y de su
amigo y compadre el Canónigo fabriquero son esencialmente religiosos y
espirituales, y hombres espirituales y profundamente religiosos están en
situación de desempeñarlos cumplidamente, porque solamente ellos, al través de
las líneas geométricas, que constituyen como la corteza o envoltura del Templo
cristiano pueden ver la idea que palpitaba en la mente de su artífice… No; el
señor Arquitecto diocesano, nacido y educado en el egoísmo escéptico y fría
indiferencia de nuestro siglo, ni oyó nunca la voz misteriosa y sagrada que
resuena de continuo en estos venerables Monumentos de nuestros padres….
2.2. Diálogo segundo: la torre
El segundo de los diálogos entre Tomás y Valentín se dedica a la torre. Hervás pone en duda la necesidad de demoler el chapitel, aunque reconoce que tenía uno de los faldones totalmente deteriorado por la “injuria del tiempo y por el abandono”, pero sin embargo había maderas de su estructura en buen estado. Y del nuevo diseño de Rebollar dice:
El Sr. Arquitecto, que ha demostrado en cuantas construcciones ha dirigido ser hombre de una época ecléctica, tan falta de creencias como sobrada de positivismo, e incapaz de crear, se había de manifestar una vez más de cuerpo entero, al copiar aquí un elemento de la Arquitectura medioeval, pero modernizándose a su manera, para buscar, tal vez, algo de originalidad, resultando su esfuerzo más que una tendencia libre, un pensamiento y ejecución en su conjunto extravagante (22).
Habla de cómo ha sido frecuente en otras épocas colocar octógonos sobre plantas cuadradas lo cual parece indicar la realización en la obra realizada por Rebollar de la forma octogonal. Critica la colocación de la barandilla superior. Y sobre todo la solución de la cubierta:
buscó en la Policromía un efectismo
populachero y vulgar, algo que le compensase de las muchas deficiencias; pero
fue en eso también muy desgraciado. Aquella cerámica polícroma, colocada sobre
una base movible y falsa, está amenazada de próxima ruina, y al desaparecer sus
colores con rapidez, como no dispuesta a luchar con la intemperie, demuestra
que fue de pega. En esta obra todo es ligero y fugaz, como hijo del capricho y
de la voluntariedad
(23).
2.3. Diálogo tercero
En el Diálogo tercero aborda el problema
de las puertas y accesos realizados, así como del tratamiento de los paramentos
interiores.
Las Puertas en conjunto constituyen la más propia y característica de las construcciones religiosas del Sr. Rebollar. Las de las Capillas y Pórticos con su medida igual y un mismo orden constituyen su estilo propio, su originalidad, en fin. Aquellos arcos lancetados, al exagerar sus proporciones, están fuera de toda ley arquitectónica, y, por ende, faltos de todo gusto estético (24).
La puerta de la capilla de Santo Tomás que según Hervás dio la norma y el modelo a las otras más que corresponder al gótico “parece acusar una timidez y un miedo que no se compadece con las leyes dinámicas, que regulan las construcciones góticas”. Y cuando habla de las puertas de acceso dice que “los directores de las obras intentaron hacer puertas de Catedral y les salieron de cochera”. Y continúa criticando a Rebollar:
El arquitecto diocesano podrá hacer oficinas públicas y casas excelentes, mostrándose en estas construcciones hombre de ciencia, en eso ni entramos ni salimos por más que hayamos oído graves censuras sobre el moderno edificio del Banco a personas competentes, y la misma Diputación no resiste un análisis científico; pero es a todas luces incapaz de construir, ni de reparar, ni restaurar iglesias. La razón es concluyente. El no entra en el templo, y por eso mismo, el templo no entra en él (25).
Y la crítica se hace más fuerte cuando comenta los “malhadados zaguanes que, para irrisión y mengua de la cultura del pueblo de Ciudad Real, nos pegó a la Catedral ocultando tal vez para siempre sus graciosas portadas” (26).
Posteriormente critica el “gusto corrompido que enjalbegó nuestros templos, cubrió obras notables de cantería y hasta ocultó con su furor profano preciosos alicatados”. Y aquí habla de los “desmanes” realizados en Almodóvar y Socuéllamos o en Alarcos.
Argumenta cómo los siglos XVIII y XIX han
destruido encalados, enyesados y revocos “descubriéndose los templos cristianos
en su imponente majestad”. La sección trasversal de la catedral deja de
manifiesto la irregularidad de la fábrica de sus paramentos laterales que
plantean la duda sobre la voluntad de dejar vista la estructura o si se pensaba
ya en sus inicios en un revestimiento que pudo ser la solución adoptada por
Rebollar.
2.4. Los Pórticos
El Diálogo cuarto sigue criticando los pórticos que “son y resultan tan antiartísticos como antihigiénicos, tan incompatibles con todas las reglas y leyes de la Arquitectura y Arqueología como enemigos de la salud pública” (27).
La descripción de Ramírez de Arellano de la puerta del Prado dice:
Del acceso por el lado Norte dice Ramírez
de Arellano:
El lado opuesto al que acabamos de describir presenta otra portada, como la descrita, del siglo XVI a sus principios, que tiene un arco ojival conteniendo otro adintelado y flanqueados ambos por graciosos pináculos. Toda la ornamentación está encerrada en un robustísimo arco saliente construido para fortaleza el templo y que debe ser de la misma época de la torre. Esta no ofrece nada de notable y se concluyó de construir en 1825 por el maestro de obras D. Joaquín Romero (29).
En el arco interior se realiza un añadido en el tímpano con la inscripción: El Excmo. y Rvdmo. Sr D Juan Hervás Obispo Prior de las Ordenes Militares Defensor en el Concilio Vaticano II del Título de María Santísima Madre de la Iglesia Restauró y consagró esta S I Prioral Santuario de N S del Prado año 1967.
El pórtico de la catedral es “un pórtico pobre, rastrero, mal concebido y peor ejecutado, apegado a la Catedral, a la manera de la cabaña del beduino junto a las suntuosas ruinas de Palmira” dice Hervás.
Después pasa a hablar de la destrucción
del Cancel, “hermosa obra de Francisco Navas de últimos del siglo XVII y la de
su precioso herraje cincelado y de un mérito excelente”. Varios de sus
elementos se integran en las puertas interiores del Norte. Algo parecido ha
ocurrido con la cajonera de la sacristía parte de la cual se ha usado para las
puertas de esta zona.
2.5. Diálogo quinto.
Las ventanas Critica la desaparición de las tracerías góticas existentes en las ventanas del ábside que tamizaban y filtraban la luz.
… los restauradores de la Iglesia prioral plantearon sus sistema favorito y en breve tiempo la piqueta demolió todo lo que restaba de lo que creó el genio, respetaron los siglo y salvó de las injurias del tiempo. En cambio, de los ventanales góticos, expresión fiel de las inspiraciones prístinas del espíritu cristiano, no han dejado, más que ventanas, inmensos boquetes, tan reñidos con el Arte, como extraños al severo cuanto gracioso orden arquitectónico del Templo (30).
En el propio diálogo comenta cómo “los adornos de los ventanales aparecieron en su mayor parte sustituidos por otros formados de madera y yeso”. Ramírez de Arellano dice del interior de la iglesia:
La iglesia, tal como hoy se ve,
presenta en su interior un ábside poligonal cubierto por una gallardísima
bóveda de nervios que vienen a juntarse en rosetones de forma estalactítica y
dorados. En cinco de sus lados tuvo grandísimas ventanas con cinco parteluces
cada una, de las que solo dos están practicables, habiendo perdido las
primorosas labores de la ojiva. Tres están tapiadas y solamente en una, por
haberse caído el estuco que la cubriera, pueden adivinarse en la parte inferior
por encima del retablo y en el exterior por entre los desconchados unas
finísimas labores de ojivas rotativas, que tienen bastante parecido con el ojo
de buey del imafronte de S. Pedro (31).
2.6. Diálogos sexto, séptimo y
octavo
Después de insistir en el problema de la retirada de los adornos de los ventanales desarrolla una crítica directa a Rebollar que dice en contestación publicada a las críticas de Hervás “no ser un Dios agarrado como una lapa al estilo de las pasadas generaciones”. Y Hervás reivindica la familia de la “Lapas” entre las que incluye a Viollet-le Duc, Madrazo, Laviña, Velázquez, Mélida y muchos otros.
En el diálogo séptimo critica los tragaluces del retablo.
Aquellas ventanas abiertas en forma de lumbreras, a espaldas y sobre la imaginería del último cuerpo y coronación del Retablo; semejantes a los ojos de luciérnaga, que desde aquellas alturas atisba a la concurrencia, con relación al Arte, es una frivolidad, un capricho sin objeto ni finalidad, e impropio de la severidad y grandeza de aquel recinto sagrado.
Comenta después la desaparición del púlpito que según dice fue regalado con consentimiento del Cabildo a la iglesia de las Hermanitas de los Pobres que también proyecta Rebollar.
Y en el diálogo Octavo titulado Las obras y la arqueología dice:
Ya tendrás noticia de que entre las obras proyectadas figura la del BLANQUEO O ESTUCADO del Templo. En mi entusiasmo por el Arte y sus verdaderos progresos paréceme esto un sueño, un delirio, el pensar que ya en el siglo XX exista dentro o fuera de España quien proponga así a secas, sin meditación, sin estudios serios, el blanqueo del Templo, que la Religión y el Arte confiaron a su inteligente custodia, y que así mismo pueda encontrar, obstinado en su reforma, arquitecto que lo autorice y ejecute en nombre de la Ciencia, cuya representación lleva (32).
Aquí hace una reflexión sobre la restauración de monumentos y su valor como documentos de la historia y dice:
Del estado de un monumento o de
conformidad con las necesidades actuales, puede nacer la conveniencia de su
restauración. Pero las innovaciones que exija no deben ser motivo de
mutilaciones, ni deben hacerse en detrimento de su carácter. Su condición de documento
necesario para la historia, las tradiciones que conserva y la escasez de obras
de su género, son la garantía que tienen para sustraerse a la mutilación y
destrucción. Lo que se hiciere de ellos de nuevo ha de ser irreprochable. Por
esto, la tarea del restaurador es muy difícil. Exige más erudición que genio,
más paciencia que fecundidad, y más conciencia que entusiasmo. Como resumen de
lo dicho, debe profesarse la máxima, de que más vale conservar que reparar; que
es preferible reparar a restaurar; y que en ningún caso debe ser permitido
añadir, con pretexto de adornar (33).
Diego Peris Sánchez. Cuaderno Nº 46
del Instituto de Estudios Manchegos
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