El contrato consta de doce condiciones
en las que se puede observar las propuestas académicas que determinaban la
citada institución, y que reflejan por sí mismas una continuidad en las líneas
constructivas de la arquitectura española en el período de la Ilustración.
En el desarrollo de las citadas
condiciones se determinan pormenorizadamente modos, formas y elementos que han
de conformar la nueva fábrica y cómo ésta se ha de desarrollar bajo la
dirección del arquitecto D. Joaquín Romero (16), con la
aprobación de la Academia y durante todo el periodo de construcción que abarca
desde 1817 a 1835 (17).
El contrato estipula en la primera
condición su ubicación que, según el citado documento debe ser “…el sitio más proporcionado, decoroso y
seguro…” (18). Destacamos que
desde la primera condición el arquitecto determina, tanto en las cláusulas como
en la traza, los postulados de la arquitectura academicista de tradición
italiana que enlaza directamente con la tratadística del bajo renacimiento, tan
en auge en el siglo XVIII (19).
Términos como “proporción” y “decoro”
serán constantes en todo el proyecto a pesar de la omisión en el resto de las
condiciones. La “proporción” queda perfectamente reflejada en el desarrollo
armónico de los volúmenes que la configuran, y el “decoro” en la contención de
la misma.
Se sitúa en el emplazamiento de la
anterior, a la cual se le agrega el espacio ocupado por la Capilla del Descendimiento
(20) situada entre la torre antigua y
la escalera que conducía a las bóvedas, determinada también por el excesivo
número de contrafuertes que rodeaba toda la iglesia. En la actualidad se puede
observar tanto interior como exteriormente testigos de la anterior fábrica (21). Por ello comprobamos que la torre se
encontraba enjarjada en el muro configurando un espacio medieval homogéneo.
La nueva torre, sin embargo, se
independiza del espacio preexistente para remarcar la diferencia real y conceptual
de la nueva fábrica academicista, aunque no se pierde en ningún momento los
valores simbólicos ya señalados y que D. José Joaquín Troconiz (22) logra integrar en el nuevo proyecto.
Las grandes dimensiones de la Catedral
obligan al arquitecto proyectista, a pesar de ser un proyecto de torre adosada,
a ensamblar la zona del zócalo y el primer cuerpo con la fábrica para reforzar
el empuje (23).
Se trata de una torre de planta cuadrada
con zócalo, cuatro cuerpos y chapitel que la cubre.
La cimentación viene determinada por las
condiciones segunda y tercera en las cuales se especifica que se abrirá la
zanja dando dos pies más de línea en la parte exenta “…que lo demostrado en los diseños…” (24) para así
reforzar la zona que sufriría de forma más acusada los empujes de la fábrica (25). La profundidad debía ser de diez pies,
medida alterable ya que el intento es llegar a terreno firme aún sobrepasando
la citada profundidad, que será fija aunque se encontrase con anterioridad este
requisito. Zanja que se rellenará de mampostería de hormigón compuesto por
guijarros de almendrilla y mezcla de cal y arena en las proporciones óptimas
para lograr la mayor solidez. Ello nos demuestra el conocimiento y utilización
de la obra de Vitrubio (26).
El zócalo se describe en las condiciones
cuarta y quinta, en las que se incide en el reforzamiento de la línea exterior
por lo que se le da un pie más a esta zona. Sobre la cimentación, y para
nivelar con la altura de la calle, se asentó una hilada de piedra caliza de la
mejor calidad como base de las diez hiladas de sillería que conforman dicho
zócalo.
Las hiladas deben tener “…solidez y ermosura, siendo cada ilada de un
pie y medio de alto, proporcionando sea su travazon arreglada a la solidez y simetría…”
(27). Volvemos a encontrar los
conceptos de “proporción y decoro”
que regirán todo el proyecto.
La puerta de acceso a la torre, situada
en el exterior de la Catedral, está formada por un hueco adintelado como
especifica el contrato, aunque D. Joaquín Romero la modifica suprimiendo las
molduras que debían llevar a las jambas y dintel. Este se sustituye por un gran
dovelaje en consonancia con los diseños de Vignola y Palladio.
El primer cuerpo se fija en la condición
sexta. Se asienta mediante un basamento moldurado sobre el zócalo, formado por
un gran toro que es el nexo de unión entre ambos cuerpos marcando el sentido de
uno respecto a otro. El citado cuerpo será de sillería almohadillada, que el
arquitecto director consigue mediante el rehundido de la parte inferior de los
sillares, modelo que se aleja del sistema clásico.
Cada cuerpo presenta un vano por cada
una de las caras que la configuran. En el cuerpo primero estas ventanas se
resaltan mediante un molduraje rectilíneo y bocel, consiguiéndose un profundo
contraste, motivo que nos remite nuevamente a la tratadística renacentista (28) y que se recoge ampliamente en las
edificaciones academicistas.
La torre
en la actualidad
Los cuerpos segundo y tercero quedan
fijados en la condición séptima, en la que se señala que deben tener las
esquinas almohadilladas, con molduras lisas las ventanas y la imposta que
divide ambos cuerpos. El tercer cuerpo se coronaría por una cornisa formada por
bocel y la imposta, construyéndose todo ello en sillería; el lienzo de los
paramentos y trasdoses de las esquinas se construirían con cal y ladrillo de la
mejor calidad dejando el tiempo necesario para que fraguasen y se consolidasen.
D. Joaquín Romero, como arquitecto
director, modificó el proyecto sustituyendo los paramentos de albañilería por
sillares de piedra, mediante lo cual se consigue una mayor homogeneidad y se le
da un mayor sentido del decoro. La ventana del segundo cuerpo sigue el modelo
utilizado en el inferior y en la del tercero se optó por atenerse estrictamente
al diseño dado por D. José Joaquín Troconiz. Estas modificaciones posiblemente
motivaron el que las obras sufrieran un parón desde el mes de marzo de 1825
hasta el mes de mayo de 1826 (29).
Una nota característica del proyecto es
la interrelación de los cuerpos segundo, tercero y cuarto mediante la línea
continua de la parte interior de las esquinas que le da una mayor esbeltez y
sentido de la proporción. Una resolución muy inteligente para remarcar esa
proporcionalidad es la utilización de la disminución del tamaño de los
esquinales.
A partir del segundo cuerpo nos
encontramos que el desarrollo de la torre se independiza de la fábrica de la
Catedral resultando un elemento autónomo en su concepción espacial.
El cuerpo de campanas se determina en la
condición octava, especificándose que el zócalo, esquinas, fajas perpendiculares
y horizontales, impostas, clave de los arcos y la cornisa que corona el cuerpo
debían ser de piedra de sillería, colocadas a tizón como en toda la torre. El
resto de la fábrica debería ser de albañilería de cal y ladrillo. En los huecos
de campanas se pondría antepechos de balaustre de hierro.
La utilización de zócalo, esquinas,
fajas, impostas y huecos abovedados dan como resultado que este cuerpo,
importante por albergar las campanas, resulte el más decorado.
D. Joaquín Romero elimina en este
cuerpo, como en los anteriores, los paramentos de albañilería, homogeneizando
de esta forma todo el programa constructivo, haciéndose eco de la importancia
que el arquitecto diseñador da en el proyecto a este cuerpo. Para resaltarlo
moldura el arco, traza una gran cornisa y remarca la línea de impostas con lo
cual consigue un efecto óptimo que nos aproxima al concepto serliano.
Puerta
de acceso a la torre
El chapitel es estipula en la condición
novena determinándose como se debe amarrar el chapitel “…se sentaran soleras de tercia, bien clavadas sobre nudillos de la
misma madera que no excedan de tres pies de largo, sentando dos tirantes
unidos, en cada lado o paramento de la torre, como demuestra el diseño, sobre
unos tirantes, se sentara la cadena, con sus quatro quadrales que formen un octógono
perfecto, que ha de servir de estrivo para embarrillar los pares, engatillando
con fierro todos los angulos de la cadena, para impedir la huída de los cortes,
si falta el apoyo de los pares, formando los Boardillos demostrados de las
maderas correspondientes según su grueso, entablando la armadura y cubriéndola con
las competentes Pizarras o plancha de plomo” (30). Ateniéndonos a
lo pormenorizado de la condición, observamos que sería un chapitel de tradición
escurialense (31).
La linterna se fija en la condición
décima. Sobre la última cadena del chapitel se colocaría la linterna de madera
en la que irían colocadas las campanas del reloj, terminándose en un balaustre
en que se engatillaría un barrón de hierro con la cruz y la veleta. Este cuerpo
se cubriría con planchas de plomo.
Por cuestiones, para nosotros
desconocidas, el chapitel y la linterna descritas permanecieron durante un
espacio corto de tiempo, aproximadamente cincuenta años, ya que en el año 1895
se va a reformar (32).
Hoy en día el remate de la torre está
compuesto por un octógono de ladrillo, cubierto por una cúpula que en el
exterior se cubre con teja de cerámica vidriada bícroma, sobre la que se marcan
unos pseudo-gallones de teja de cerámica de reflejo metálico, coronándose finalmente
con una linterna de plomo.
La escalera de la torre se determina en
la condición decimoprimera, señalando que debe asentarse sobre bases de piedra
las cuatro almas de madera del mayor largo posible que unirán a la altura del descanso
para mayor seguridad. Las huellas, puentes y peldaños serán de la misma madera.
Llevará pasamanos y antepechos también en madera de tres pies y medio de
altura.
La escalera que se conserva en la
actualidad es una gran obra de arquitectura y carpintería que sigue fielmente el
dictamen del arquitecto proyectista. Se desarrolla en el sentido de las agujas
del reloj, iniciándose en la zona norte, a mano izquierda de la entrada; se
compone de veinticinco tramos, de siete escalones cada uno más el descanso.
Observamos el número siete como número simbólico utilizado de una forma
recurrente.
En el hueco de la escalera advertimos
como los vanos adintelados exteriores de las ventanas se convierten en
abovedados.
Vista
del interior de la torre
En la condición decimosegunda se
estipula las responsabilidades que ha de cumplir el encargado de la obra, el
cual debe atender y “…quedar en todo obligado, sugeto y ceñido a quanto sin
apartarse en lo principal de la forma de los Diseños disponga, prescriba y
mande en la construcción y materias de ella, el Arquitecto encargado de la
Dirección de esta Obra, o el Profesor que le represente” (33).
Se hace gran hincapié en que el
encargado de obras vigile la comprensión y ejecución de los “Diseños” y condiciones para que no se
malogre la obra ni se pierda el sentido literal de las proposiciones.
Para este cargo, como anteriormente
dijimos, es habilitado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando D.
Joaquín Romero que será quien haga el seguimiento de la obra, con fiel
exactitud excepto en las innovaciones que describíamos anteriormente y que dan
una mayor armonía, homogeneidad y belleza a la obra.
D. José Joaquín Troconiz marca el costo
de la torre que ascendía a la cantidad de novecientos cincuenta y ocho mil
treinta reales de vellón, advirtiendo que el profesor encargado de la obra
debería consultar en caso de dudas y así cumplir mejor su cometido.
Los costes se debieron incrementar a lo
largo de la construcción como se demuestra en las cuentas de fábrica al utilizarse
como material de relleno entre las dos hiladas de sillares del muro, mampuesto
acarreado de los derribos que se llevaron a cabo en la ampliación de la Plaza
del Prado en 1821 (34).
Analizada la torre constatamos la
adscripción de ésta a las corrientes, propuestas y dictamen de la Academia como
se señala en la conclusión del contrato “Esta
obra construida según las reglas del arte, y con arreglo a los Diseños que ha
aprobado la Real Academia de San Fernando…” (35) en lo cual se
compendia la significación y valoración del clasicismo por los dictámenes
académicos.
Mª
Esther Almarcha Núñez-Herrador y Enrique Herrera Maldonado. Cuadernos de
Estudios del Instituto de Estudios Manchegos. II Época, nº 23-24 (1999-2000)
Escalera
de acceso a la torre
(16) En la
documentación el director de obras D. Joaquín Romero aparece bajo la
denominación de arquitecto o maestro de obras.
(17) Véase A.D.T.
Sección: Reparos de Iglesias. Ciudad Real. Legajo Construcción de la Torre de
la Iglesia de Santa María del Prado.
(18) Ibídem.
(19) En estos
momentos se están revisando y reeditando los tratados más significativos de la
teoría arquitectónica del renacimiento italiano por influjo de las estancias de
los arquitectos en la Academia en Roma.
(20) Capilla que
desaparece al construirse la nueva torre y con ella los enterramientos
existentes en ella, al ser capilla de fundación privada.
(21) Como se puede
ver en el paramento norte del tramo segundo.
(22) Del citado
arquitecto no se ha encontrado en la bibliografía ningún tipo de referencia y
debido a las limitaciones impuestas no hemos revisado el Archivo de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando en el cual se debe encontrar material
suficiente para elaborar una monografía.
(23) Redundamos en
señalar que la Catedral posee una única nave cuyo vano es de grandes
proporciones como además se remarca en la primera condición del proyecto.
(24) A.D.T. Sección:
Reparos de Iglesias. Ciudad Real. Legajo Construcción de la Torre de la Iglesia
de Santa María del Prado.
(25) Condición que
no fue suficiente ya que en la actualidad ha sido restaurada por tal motivo
mediante la técnica del “postensado”.
(26) Vitrubio. Los
diez libros de arquitectura. Libro II, capítulos II y III.
(27) A.D.T. Sección:
Reparos de Iglesias. Ciudad Real.
(28) Vignola y
Pallado la utilizan recurrentemente en los diseños de sus tratados.
(29) A.D.T. Ibídem.
(30) A.D.T. Ibídem.
(31) El chapitel
desapareció siendo sustituido por el actual.
(32) Balcázar y
Sabariegos. P. 150. Existe documento gráfico y testimonio escrito.
(33) A.D.T. Ibídem.
(34) A.D.T. Ibídem.
(35) A.D.T. Ibídem.
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