Corrían los años de 1625. El cura de la
Parroquia de Nuestra Señora Santa María del Prado, cuyo templo es hoy, la Catedral
Basílica, don Diego Fernández Treviño, representado por don Francisco de
Velasco, vecino de Madrid, pide licencia al Cardenal Infante de Toledo, para
hacer los reparos necesarios en el templo parroquial, en la forma y según es
costumbre hacer los mismos, necesarios por amenazar ruinas. Era el 4 de
noviembre del mismo año.
Los reparos a realizar quedan reseñados
en la declaración que hace Domingo Moreno Ortega y el mismo Diego Fernández
Treviño; a saber:
- La Torre de la iglesia se está cayendo
y amenaza ruina.
- El pórtico de la parte poniente y la
puerta del mediodía.
- Las armaduras.
- La Capilla mayor sustentada sobre los
pies de arcos que cargan sobre la bóveda y crucería.
- Acabar la torre que esta comenzada
porque donde están las campanas es en parte indecente y con mucho perjuicio
para tejados y armaduras.
- Otros reparos menores.
Advierten en esta declaración que no de
hacerse estas reparaciones con toda brevedad, no se harán con cien mil ducados
y puede producirse muchas desgracias por la concurrencia de la ciudad al templo
y por ser éste de una anchura de unos sesenta pies, como no lo hay en estos
reinos, con su correspondiente altura.
El 20 de diciembre de 1635 el Cardenal
Infante de Toledo, a cuya jurisdicción pertenece Ciudad Real y el Campo de
Calatrava manda al Vicario de la Audiencia Arzobispal se nombren dos peritos
que declaren bajo juramento la necesidad de la obra y el coste de la misma y se
recabe del cura de la Parroquia información sobre la cantidad de que dispone
para sufragar las obras y los medios de que dispone al presente y en el futuro.
En virtud de esta ordenanza el 6 de de
mayo de 1641 ante el notario público se toma juramento por don Esteban
Caballero de la Serna, Vicario y Visitador Eclesiástico, a don Francisco de
Velasco y Ávila, arquitecto, de 55 años de edad y a Juan Ruiz Hurtado de Mendoza,
de 70 años, natural de Villanueva de los Infantes, ambos residentes en ésta,
maestro cantero, quienes declaran la necesidad que tiene la Parroquia de los dichos reparos con toda distinción
especificando a continuación el gasto de todos y cada uno de los reparos:
- Demoler el testero y reparar la
armadura y tejados que es lo que más necesidad tiene: 3.000 ducados.
- Los pilastrones en forma de pórtico:
9.000 ducados.
- Reparos de los estribos y demás
cimientos con piedra viva lo más dura que se pueda: 1.000 ducados.
- Reparación de la Capilla Mayor, siendo
necesario levantar las paredes y el peso del cuerpo de la iglesia porque está
apuntalada sobre pilastras en peligro y allanarse el tejado y hundir la bóveda
que está sobre la Virgen, y lo demás del retablo de la iglesia y hacer una
cornisa de cantería por encima de la dicha pared y quitar la armadura vieja que
está sobre la Capilla Mayor en falso y volverla a hacer en conformidad del
Cuerpo de la iglesia: 10.000 ducados.
La
actual torre de la Catedral es del siglo XIX
- Han visto la torre en que están las
campanas al presente de prestado sobre unos recados de madera y así es
necesario que se levante un cuerpecillo de cantera o albañilería y sobre él
echar el capitel y hacer sus huecos para las dichas campanas: 4.000 ducados.
- En el pórtico principal de mediodía se
ha de demoler el arco que tiene debajo de otro principal pues se está hundiendo
y hacerlo de piedra dura en la forma que estaba antes: 1.000 ducados.
- Blanquear la iglesia por estar
descubierta la fábrica por muchas partes y estar muy manchada y con muchos
agujeros y muy indecente por ser la iglesia de mucha devoción y concurrir en
ella mucha gente forastera: 3.000 ducados.
- Importan por consiguiente todos los
reparos: 31.000 ducados.
Toma cartas en el asunto el alguacil
mayor y regidor perpetuo de la ciudad, don Luis Bermúdez Messia de la Cerda,
quien, representado por don Juan Bautista de Azada, tras manifestar que el hastial
de la umbría de la iglesia parroquial se está demoliendo por la gran altura que
tiene y por la cargazón de ladrillo que soporta, amenazando gran ruina y necesitando
reparación con gran diligencia y cuidado, pide y solicita se tenga por
verdadera la declaración hecha por los peritos y, en consecuencia se mande al
mayordomo de la parroquia la ejecución de las obras sin dilación alguna,
culpando, sino se hace, del daño que se siguiere.
El archivo de la parroquia conserva
documentación de la realización de las obras: facturaciones y detalles de la
realización de las mismas, así como la determinación del salario a recibir por
el maestro cantero (L. 300).
La torre, sin embargo, no debió
terminarse. El 14 de septiembre de 1780 (140 años después poco más o menos), la
parroquia tiene que trasladarse a la capilla de Nuestra Señora de los Remedios
por haber dado principio a la obra de la torre a causa de la ruina que
amenazaba y se mantuvo allí hasta el día del Señor San Miguel que se mandó
mudar a Nuestra Señora, acompañada del Santísimo Sacramento, a la parroquia del
Señor Santiago en orden del señor arzobispo, donde permaneció hasta el 14 de
octubre de 1786 que, con su misma orden, y estar la torre derribada hasta más
abajo del tejado, se trajo la Santa imagen a su Santa Casa, en procesión
general y carro triunfal, con el Santísimo Sacramento en andas, con el
acompañamiento del señor vicario y su tribunal, la ciudad formada, el cabildo eclesiástico
y los capellanes de las tres parroquias, todas las comunidades de esta ciudad y
hermandades de ella; esto sin embargo de no estar concluida la obra interior de
la iglesia. (D. 11, pág. 194).
Doscientos años después la torre es
objeto de nuevas reparaciones. ¿Volverán a repararla dentro de siglo y medio?
¿O tal vez, dentro de dos siglos?
Para entonces otras plumas mejores
narrarán lo acontecido.
Ubaldo
Labrador. Párroco de Santa María del Prado. Diario “Lanza” extra de las ferias
de Ciudad Real, agosto de 1986.
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