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miércoles, 27 de julio de 2016

LAS ANTIGUAS CAPILLAS CATEDRALICIAS Y EL DESAPARECIDO RETABLO DE SAN MIGUEL


 
En esta fotografía de principios del siglo XX, podemos ver en el ábside la desaparecida capilla de los Treviño

La catedral ciudadrealeña contó a lo largo de los siglos con diferentes capillas, aparte de las dos existentes actualmente, que son de construcción moderna y de las que nos ocuparemos en otro momento. En concreto tenía seis capillas, tres a cada lado del ábside. A finales del siglo XIX aún quedaban restos de estas capillas, tal y como nos cuenta Rafael Ramírez de Arellano en su obra “Ciudad-Real Artística”, publicada en 1893, en la cual  dice lo siguiente:

Descrita la parte exterior, veamos el templo por dentro, pero antes diremos que su primitiva planta fue una nave terminada en un ábside correspondiente á un polígono de doce lados, teniendo a cada lado tres capillas que corresponden, las dos existentes, al ábside mismo, y las otras cuatro, que han desaparecido, a las bóvedas cuarta y quinta; o sea las comprendidas entre el ábside y las puertas colaterales” (Página 28).

Continuando el examen del templo por el lado del evangelio, lo primero que hallamos es un arco ojival dorado, cuyos adornos se descubren escasamente por detrás de un detestable retablo churrigueresco. Luce por encima dos escudos de armas que el P. Jara cree que son de la casa de Treviño, y el arco pudo ser, o la ornamentación de un sepulcro, o la entrada de una de las antiguas capillas. Nos inclinamos a la primera opinión, pero sin responder de su veracidad.

Sigue á este arco otro del siglo último que da paso a la escalera del camarín y a la antigua capilla de los Foces, convertida en altarazana. En el espacio en donde hoy la amplia escalera citada, estuvo un tiempo la capilla de San Miguel, y aún se conserva parte de su retablo, que debió ser hermosísimo a juzgar por sus restos.

 
El desaparecido retablo de San Miguel destruido en 1936

La capilla de los Foces, aunque posterior al ábside, es del siglo XV y tiene un elegante rosetón ojival.

En el lado de la epístola, lo primero que vemos dentro del ábside es una capilla con bóveda de crucería del mismo gusto decadente de las construidas por Antonio Fernández. Le da entrada un arco bastante hermoso del renacimiento, parecido en sus pormenores a los que avaloran el coro, por lo que no será aventurado juzgar que fuera todo obra del artista ecijano. Tiene una magnifica reja de hierro repujado con grotescos del renacimiento y los blasones de los Loaisas. Los retablos que hay en ella son malos y muy posteriores, y en el friso del cornisón, en donde se apoya la bóveda, hay una inscripción de la que ya sólo se puede leer lo siguiente:

“Fue reedificada… por mayorazgo de D. Antonio del Barrio y doña María de Céspedes y Villaquiran… a Dª María del Rosario Muñoz de Loaisa y Salcedo”.

Entre el ábside y la puerta de la sacristía nueva, hay un detestable retablo churrigueresco, y detrás de él se ven las cresterías y el tope de un arco conopial que debió ser entrada de una de las antiguas capillas. A la izquierda de este retablo se ve un resto de ornamentación ojival muy bello, que a nuestro entender, debía corresponder a la credencia de un altar, sin que lo afirmemos en absoluto.” (Páginas 83 y 84). De estas antiguas capillas todavía quedan restos, como de la de los Foces y de los Treviño, de los cuales ya hablaré en su momento.

 
Bóveda y rosetón de la antigua capilla de Los Foces, hoy antesala del camarín

Como nos decía Ramírez de Arellano, lo que actualmente ocupa la escalera de acceso al camarín de la Virgen del Prado, fue en otros tiempos la desaparecida capilla de San Miguel, la cual tenía un bello retablo que fue trasladado a la antigua capilla del Sagrado Corazón de Jesús, hoy penitencial o del Cristo de la Piedad, a principios del siglo XX, cuya descripción la encontramos en el catalogo monumental de Portuondo publicado en 1917: “Se encuentra en la capilla del Sagrado Corazón. Es muy artístico y bello. Su estilo es, como en el de la capilla mayor, greco-romano, aunque ya muestra los principios de la revolución churrigueresca en el frontón partido sobre el pequeño cuerpo superior, así como en la decoración pictórica policroma de los marcos y de los pedestales de las columnas, consistente en follage, flores, frutas y figuras geométricas; pero no es recargado en exceso este adorno, y es también menos visible por no afectar casi a la talla. Ocupan el centro del cuerpo bajo dos buenas pinturas en tabla del siglo XVI de la escuela española, representando a San Miguel y S. Juan Evangelista, rodeadas de otras más pequeñas también muy estimables. El centro del cuerpo alto lo ocupa una tabla representando la Purísima, delicadamente trazada”.

El retablo fue destruido en 1936, pero las tablas del siglo XVI atribuidas a Berruguete de San Miguel y San Juan Evangelista se salvaron de la destrucción, y hoy se encuentran situadas ambos lados del presbiterio, encima de la sillería coral y debajo de los dos grandes ventanales del ábside. Las tablas están encuadradas en hermosos marcos policromados, que armonizan con el retablo y la nueva sillería coral.

 
Detalle de la tabla de San Miguel del siglo XVI y atribuida a Berruguete o su escuela

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