Vista
del Prado y Catedral en los años sesenta del pasado siglo
Con datos sueltos, relatos de viejos,
recuerdos vacilantes y observaciones recientes, fotografías nuevas e
ilustraciones desvaídas, he compuesto estos tres dibujos. A pesar de sus
defectos – no livianos, ya lo sé-, tienen, a lo que presumo, el gran interés de
presentarnos la volubilidad, forzada y lamentable, que impusieron a la fechada
de nuestro principal templo diocesano precisamente desde esta época, desde que
Santa María es Catedral.
Allá quien quiera, y quien pueda, pechar
con la historia de las múltiples obras, casi siempre crueles y realizadas con
estrago, sufridas por este templo en siglos y siglos. En verdad, nunca se
reparó en nada. Desde la mutilación de la imagen de la Patrona, para vestirla,
hasta su desaparición en nuestros días, desde el mal montaje de la románica
puerta del primitivo templo al colocarla a los pies del actual donde, a pesar
de todo, forma un bello conjunto con el curioso ventanal que la corona, y que
un petulante murete, antepuesto, nos impide saborear, hasta cimentado de una crestería
de cemento en el ábside y una techumbre de uralita; desde…
Ya casi no quedan en Santa María otras
cosas notables, para enseñar, que la majestad de su única nave, dos retablos:
el mayor, restauradito incompletamente, y el de San Miguel, el rosetón y la
mentada medio tapada puerta –si nos dejan asomarnos al balconcillo frontero de
la casa-palacio del marqués de Huétor-, y esas interesantes descascarilladas
ventanas y molduras y el curioso reloj de sol de cubo que nación con pujos de
noble torre, con su pétrea escalera de caracol, y no llegó a fin. La habitación
donde se abre la florida ventana ¡que hermosa y cumplida sala capitular podía
ser, si la adecentaran!
Nosotros hemos de limitarlos a la
fachada del Prado. Para ello, digo, pergeñé mi tres dibujillos. No los
critiques, pues, bien al comienzo, te anuncié eran malos. Prescindí en ellos,
del arbolado –en la realidad, ¡nunca!- y de la verja, para apreciar mejor la
puerta de ingreso a la iglesia. Comentaré brevemente lo que representan. Puedes
tú –derecho tienes- hacerlo largo y cumplido, que conocimientos te sobran y a mí
me faltan, y aprender de ti quisiera.
El dibujo 1, muestra la vieja parroquia
de Santa María al convertirse en flamante Catedral del recién creado Obispado
Priorato de las Órdenes Militares.
La portada, de encantador y sencillo
gótico decadente, desenvuelve sus arcadas en los mismos muros del templo; al fondo
del espacio comprendido entre el gran contrafuerte y los sillares de la
inacabada torre del reloj de sol. Tras la puerta estuvo “la portentosa y magnífica
obra del cancel, que por los años del 1600 (?), hizo el famosísimo carpintero
Francisco Navas, y no hay en carpintería, otra pieza igual en España”. Restos
deben ser las puertas actuales.
Bajo esos arcos lindos, en su modestia pétrea,
pasaría el Cardenal Lorenzana, por primera vez, el día 26 de enero del año
1777, a las tres y media de la tarde, para asomarse de la dilátala y elevada
nave. ¿Qué relieves habría en el tímpano de la portada? ¿Cómo sería el remate
final del arco externo?
De la torre de las campanas, principiada
a edificar en el año 1817, día de San Mateo, ha desaparecido el chapitel de
pizarra que le daba esbeltez y se parecía al actual anacrónico y ruinoso de
Santiago. Habia un recuerdo iconográfico de gran valor que tal vez recuerdes:
un ingenuo “milagro” colgado en la escalera del camarín. Feneció en 1936 con
los innúmeros reunidos allí desde 1734. Sí, desde 1734, por que este año hubo
otro despojo de “milagros” que “se efectuó sin motivo explicable. Al
blanquear la iglesia, el Vicario Eclesiástico dio providencia para que se
quitasen del Camarín y de la Iglesia unos cuadritos donde se explicaban, con
láminas y letras; el favor que había recibido el devoto. Estos eran con tanta
copia que los sacaron a carros”. Cuando leí esto recordé el Santuario de
Consolación de Utrera donde las amplísimas antesacristía, sacristía, galerías,
y el camarín y sus escaleras, están materialmente tapiados (paredes, bóvedas,
molduras, aristas) de estos cuadritos, antiguos y de ahora, dando una inefable
impresión sentimental, curiosa y hasta artística.
El cuadrito de nuestra catedral, a que
nos referimos, representaba a un matrimonio, de rodillas, cumpliendo su promesa
ante la Virgen cuando, el día de su día, la Morenica, desfilaba por el paseo de
la calle de los Reyes con árboles muy verdemente pintados. Al final, se veía la
mole de la iglesia, con su torre de chapitel empizarrado, ante un cielo de
subido azul cromo. Como mi recuerdo del remate torrero no es lo suficiente
claro, y lo siento, para describirlo y pintarlo, opte por copiar, de una vieja
ilustración, la torre coronada de andamios y con el esqueleto de la base del
insulso chapitel actual, sustituto del pizarroso desde aquellas calendas.
Fíjate en las buhardillas de los
tejados.
Repara en la monotonía, seca y larga, de
la fachada de las Salas Capitulares solamente rota por uno de los “aguaduchos típicos”.
Observa el primer ventanal del ábside,
de los cinco que en él se abrían, con sus encajes pétreos, góticos y bellos,
como sería el simétrico del otro lado de la nave y que tamizarían la luz de
modo delicioso. Aun no los habían despedazado. Los otros tres tapiados están
desde el siglo XVII, cuando dentro, en la cabecera del templo, adosaron el
monumental retablo de Giraldo.
Segundo dibujo. Estamos en la arista que
corta el XIX y marca el advenimiento del XX.
No existen los canceles.
El chapitel de azulejos, que achaparró
la torre de las campanas, está terminado.
A la gótica portada tapada –y seguramente
destruida- han adelantado un murallón entre el contrafuerte y la torre del
reloj de sol y abrieron un horrible arco apuntado de ocasión. Puedes darte
cuenta como sería mirando a su hermano de la puerta de la calle de la Azucena.
Claro, al quitar los canceles haría frio en el interior. Correría el viento –y corre-
de lo lindo. Precisaba poner remedio y no tuvieron otro alcance que anteponer a
la portada un porche de cochera.
La
puerta del mediodía con el porche que se le construyó a principios del siglo XX
Acorta la fachada de las dependencias
capitulares, el exterior de la recién nacida capilla del Sagrado Corazón hecha
con la anterior sacristía. No es airosa su silueta. Da sensación de un “aguaducho”,
agigantado, empotrado entre tejados de los cuales apenas descuella el remate
piramidal.
Desaparecieron los calados del gran
ventanal. Dejaron dar más luz al interior dulcemente iluminado, y vaciaron el
hueco, y entró el sol a torrentes y, a poco, fue preciso colocar cortinas para
apaciguar tan áspera luminosidad. Pero lo arruinado, arruinado quedó.
Este tercer dibujo se aprecia como
persisten los desaguisados y se han añadido otros.
Corren los años del 5 al 7 de la actual
centuria.
La avanzada puerta de casa de labor se
modifica recubriéndola o sustituyéndola, por otra, adornada de cemento. Sin
entrar en lo artificioso del trazado, da, desde lejos, una cierta impresión de
monumentalidad, aunque cursilona. Cerca, se hace detestable e insoportable por
el material empleado. Impresiona igual, que una bambalina de escenario. Las
cornisas de la torre del reloj de sol y los adornos de la ventana vecina –“la
ventana del tesoro”- se desmoronan lastimosamente, a pesar de estar esculpidos
en material noble, -¡con los bonitos que son!- pero el cemento de la portada ni
siquiera se agrietó en cuarenta y pico años de existencia.
Al fondo del jabelgado y repintado zaguán,
se abre la antigua puerta de ingreso con las aristas de los arcos interiores
mutiladas, cementadas y repintadas. En el tímpano, ya sin los relieves
originales, colocaron uno de escayola, obra de Modesto Cabildo, representando a
Santo Tomás de Villanueva, Patrón de la Diócesis, dando limosna a los pobres. Durante
la guerra ha desaparecido. ¡Pobre y fea entrada principal del principal templo
de un obispado! La primitiva sería modesta, pero era armoniosa y en piedra
esculpida. La de ahora sigue siendo modesta y por añadidura, fea… y ¡de
cemento, Dios mío!
No olvidéis mirar ese pegote en forma de
coronamiento seudo-gótico, de cemento -¡dichoso cemento!-, y ese remiendo de
uralita en la techumbre. Tan recientes eran que todos los recordamos. Hace un
par de años quitaron, por fortuna, pegote y remiendo. ¡Loado sea Dios!
Y nada más, como botones de muestra,
sobre las tropelías sufridas, en el exterior, por la antigua Iglesia parroquial
de Santa María del Prado; sede y arranque, desde 1875, del Obispado Priorato de
las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa.
Desde remotos tiempos, al correr los
siglos, Santiago y Santa María, son de los tres seculares templos de Ciudad
Real, los más recientemente maltratados en el interior y en lo externo.
Julián
Alonso Rodríguez. Diario “lanza” jueves 25 de febrero de 1954, página 3.
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