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jueves, 13 de octubre de 2011

LOS DUEÑOS DE LA PARROQUIA Y UNA REFLEXIÓN




Me informan buenos cofrades, que hace unos días hubo una reunión en la Parroquia de San Pedro de nuestra ciudad, donde se impusieron ciertas normas a las Cofradías y Hermandades, de cómo actuar, participar y lo que estaba permitido y no en este templo.

Cuando me fueron informando de lo allí expuesto, me sorprendió que los sacerdotes de esta parroquia, en vez de vivir conforme al Concilio Vaticano II, impongan sus gustos personales como en Trento. Deberían hacerse eco de las palabras del Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, Mons. Alejandro Goic, cuando dijo que “los obispos y sacerdotes no somos los dueños de la Iglesia”, y a estas alturas que aun se impongan criterios personales, sin ningún tipo de dialogo con los laicos-cofrades, me parece una aberración.
Muchas veces se piensa o se dice que los laicos-cofrades somos cristianos de segunda categoría, valemos menos que los sacerdotes y las religiosas, somos cristianos incompletos y no tenemos derecho a opinar, decidir o llevar a cabo nada en la Iglesia. En los consejos parroquiales, muchos sacerdotes se limitan a informar e imponer sus propias decisiones.

Pero los laicos no somos cristianos de baja categoría, sino somos nosotros primera categoría en la Iglesia. Y no solamente somos la mayoría, sino somos nosotros lo más importante en la Iglesia. Todo el resto que hay en la Iglesia, existe para servirnos a nosotros, los laicos.

Estas afirmaciones tal vez pueden chocar a uno y otro laico, y pueden tal vez incluso ofender a algunos sacerdotes. No es esta mi intención. Pero sí intento afirmar la importancia que tenemos nosotros, los laicos en la Iglesia, frente al resto de los miembros de la Iglesia, y frente al mundo.

Por lo tanto, debemos reflexionar también sobre esta palabra: ¿Qué es un laico, una laica? ¿Qué significa este hecho para nosotros, que somos laicos, que pertenecemos a este grupo de gente dentro de la Iglesia?


¿Qué quiere decir "laico"? Esta palabra viene del idioma griego, y significa "el que pertenece al pueblo". Este era el significado en el mundo griego, aún fuera de la Iglesia. El que pertenece al pueblo en un sentido específico: No tiene ningún cargo. No es autoridad, alcalde, concejal, policía, oficial, juez y no tiene ninguna otra función. Nosotros diríamos: "es base".

Así en el pueblo griego se llamaban laicos todos los adultos que tenían derecho de ciudadanía, menos las autoridades. Y como la Iglesia ha formado sus estructuras en el mundo griego, cuando buscaban una palabra para todos los cristianos que no eran sacerdotes, diáconos y obispos, los llamaban también "laicos". Recordemos lo que quiere decir esto: Los que pertenecen al pueblo con todos los derechos, porque son mayores de edad, son ciudadanos. Ahora bien, si entendemos a la Iglesia como el Pueblo de Dios, nosotros, los laicos, tenemos en ella todos los derechos. Somos mayores de edad, somos de primera categoría.

Y existe también una razón teológica para afirmar esto: En todos nosotros, en cada uno y en cada una, vive el Espíritu Santo. El Apóstol San Juan nos dice en su primera carta: "Y en cuanto a ustedes, la unción que han recibido de Él permanece en ustedes y no necesitan que nadie les enseñe." (1 Jn 2,27) La unción que hemos recibido, es el Espíritu Santo. Y si el Espíritu Santo permanece en nosotros, dice San Juan, no necesitamos que nadie nos enseñe. Porque él mismo nos enseña todo lo que necesitamos saber. No quiero afirmar que no necesitamos la Iglesia ni mucho menos la Palabra de Dios de la Biblia. Pero sí quiero decir que no dependemos en nuestra fe de la enseñanza de los sacerdotes. Somos mayores de edad. Somos laicos.

Entonces, si ello es así, ¿para qué necesitamos a los sacerdotes? ¿Para qué sirven? Sirven justamente para afirmarnos y apoyarnos en nuestra mayoría de edad. Sirven para servirnos. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio bautismal." (CatIC 1120) El sacerdocio bautismal somos nosotros, todos los bautizados somos sacerdotes por este sacramento. A diferencia de este sacerdocio común existe el sacerdocio ministerial u ordenado. ¿Qué quiere decir "ministerial"? Al servicio de los demás. Los sacerdotes ordenados están al servicio de los demás cristianos, de los laicos. Vuelvo a citar el Catecismo:


Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. (CatIC 1547)

En la práctica de nuestras parroquias, muchas veces vemos todo lo contrario: Los laicos estamos al servicio de los sacerdotes. Ellos son los dueños de las parroquias, nosotros tenemos que servirles. En realidad, la Iglesia manda que tiene que ser al revés. Es la vida cristiana del laico la que cuenta en ella. El trabajo del sacerdote solamente está al servicio del desarrollo de la fe, de la esperanza y del amor de los laicos. Por esto digo, que nosotros somos lo más importante en la Iglesia. Los sacerdotes, los obispos, las religiosas y los diáconos existen en función de nosotros, tienen que apoyarnos en nuestra vida cristiana.

EL concilio vaticano II ha dejado claro el papel del laico dentro de la iglesia, y el papel del episcopado, sacerdotes y religiosos, por lo que rogaria a ciertos párrocos que antes de tomar decisiones unilaterales sin escuchar al resto del pueblo cristiano, entre los que nos encontramos los cofrades, se sienten y dialoguen. Ya que todos debemos trabajar en la Viña del Señor construyendo la iglesia como comunidad y no ser los párrocos quienes se piensen poseedores de la verdad e imponerla a los demás, ya que en la iglesia hay que respetar el derecho a la diferencia de carismas, su forma de expresarlos y vivirlos.

Me extraña que las Cofradías y Hermandades de la Parroquia de San Pedro no hayan dicho nada ante tantas imposiciones, pero yo como laico y cofrade manifiesto mi reprobación a las misma con todo el derecho que me da el Concilio Vaticano II cuando reconoce a los cristianos el derecho a la libertad de expresión con estas palabras: “Debe reconocerse a los fieles, tanto clérigos como laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer humilde y valerosamente su manera de ver…”



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