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miércoles, 7 de noviembre de 2012

HOMILIA CON MOTIVO DE LA BEATIFICACIÓN DE LOS MÁRTIRES DEL SIGLO XX AYER EN NUESTRA CATEDRAL


D. Francisco del Campo Real en la presentación de su  libro “Mártires de Ciudad Real. El Obispo Narciso de Estenága y diez de sus diocesanos mártires” el 6 de junio de 2007. Junto a él se encuentra el Nuncio de España en aquellos Monseñor Manuel Monteiro de Castro y los sacerdotes José Luis Restan y Jorge López.

Ayer fue la fiesta de los Beatos Monseñor Narciso Estenága Echeverría (Obispo) y D. Julio Melgar Salgado (Secretario del Sr. Obispo). Por este motivo a continuación reproduzco la homilía del Canónigo Penitenciario, M. I. SR. D. Francisco del Campo Real, que pronunció ayer en la misa de las 10’30 horas en nuestra Catedral.

“Hoy día 6 de noviembre –con el corazón agradecido, con la mirada puesta en el Cielo- en la liturgia recordamos a los 498 mártires del siglo XX en España, beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007. La Iglesia universal reconoce en ellos “el supremo testimonio de fe y de caridad con el derramamiento de su sangre”, y los declara más íntimamente unidos a Cristo junto con la Virgen María y los santos ángeles tributándoles especial veneración. La Iglesia de Ciudad Real se honra de sus hijos con orgullo de madre, dieron y entregaron su vida por la fe de nuestro Señor Jesucristo. Eran hermanos nuestros: el Sr. Obispo y 10 compañeros: cuatro sacerdotes diocesanos, 5 del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, y un varón laico, mártires de la persecución religiosa en el verano de 1936. Sus nombres son: Monseñor D. Narciso de Estenága Echevarría Obispo-Prior de las Ordenes Militares; D. Julio Melgar Salgado (secretario del Sr. Obispo), D. Feliz González Bustos, D. Justo Arévalo Mora, D. Pedro Buitrago Morales (sacerdotes que ejercían el ministerio en Santa Cruz de Múdela); 5 hermanos de las Escuelas Cristianas del Colegio de San José (“La Salle”) en esa misma localidad: Agapito León, Josafat Roque, Julio Alonso, Dámaso Luís y Ladislao Luís; y el primero de los mártires seglares de la diócesis, Álvaro Santos Cejudo, padre de familia, ferroviario de profesión y natural de Daimiel. “Estos once Siervos de Dios sufrieron la muerte por Cristo, todos con la esperanza de la vida eterna y todos perdonando, por lo que el pueblo los tuvo por mártires de la fe”.

Los once mártires que ayer recordaba la iglesia diocesana de Ciudad Real.

En este verano, Benedicto XVI, nos ha recordado como: “la fuerza para afrontar el martirio nace de la profunda e íntima unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano, sino la respuesta a una iniciativa y a una llamada a Dios; son un don de su gracia, que nos hace capaces de dar la propia vida por amor a Cristo y a la Iglesia, y así al mundo”. En efecto, “Si leemos la vida de los mártires quedamos sorprendidos por la serenidad y la valentía a la hora de afrontar el sufrimiento y la muerte: el poder de Dios se manifiesta plenamente en la debilidad, en la pobreza de quien se encomienda a él y sólo en él pone su esperanza (cf. 2 Co 12,9). Pero es importante subrayar que la gracia de Dios no suprime o sofoca la libertad de quien afronta el martirio, sino, al contrario, la enriquece y la exalta: el mártir es una persona plenamente libre, libre respecto del poder, del mundo: una persona libre, que es un único acto definitivo entrega toda su vida a Dios, y en un acto supremo de fe, de esperanza y de caridad se abandona en las manos de su Creador y Redentor; sacrifica su vida para ser asociado de modo total al sacrificio de Cristo en la cruz. En una palabra, el martirio es un gran acto de amor en respuesta al inmenso amor de Dios

Probablemente nosotros no estamos llamados al martirio, pero “ninguno de nosotros queda excluido de la llamada divina a la santidad, a vivir en medida alta la existencia cristiana, y esto conlleva tomar sobre sí la cruz cada día. Todos, sobre todo en nuestro tiempo, en el que parece que prevalecen el egoísmo y el individualismo, debemos asumir como primer y fundamental compromiso crecer día a día en un amor mayor a Dios y a los hermanos para transformar nuestra vida y transformar así también nuestro mundo” (Catequesis del santo Padre en la audiencia general del miércoles 11 de agosto de 2010, en Castelgandolfo). Nuestros mártires son ahora un espejo en el que mirarse y un camino a seguir. Espejo para mirar y aprender. Y camino que seguir e imitar. Unidos a las intenciones del Papa, por intercesión de los santos y de los mártires pidamos al Señor que inflame nuestro corazón para ser capaces de amar  como él nos ha amado a cada uno de nosotros.

Pintura del Beato Justo Arevalo y Mora en la bóveda de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Miguelturra.

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