Algunas
de las fotografías que ilustran este libro, son de la colección particular de
Emilio Martín Aguirre y publicadas en este blog, aunque no figure en el crédito
de las mismas
Ciudad Real a través de sus calles, las
que transitan los ciudadrealeños de hoy y aquellas que terminaron condenadas al
olvido son las protagonistas del libro Calles, plazas y plazuelas de Ciudad
Real, de Rafael Cantero, que se presentó el pasado 9 de diciembre en el salón
de actos del antiguo casino.
El subdelegado de Gobierno, Fernando
Rodrigo, fue el encargado de presentar este texto que empieza en la época de
Alfonso X y termina en el siglo XXI. Un relato del que destacó su «frescura» a
la hora de hablar de «la ciudad de ayer, y de la de hoy» y del que subrayó el
acierto del autor al salpicar su investigación «con anécdotas» que permiten al
lector conocer como la ciudad está viva a través de sus calles.
Convirtiendo a Cantero en el cicerón de
esta historia, más allá de un mero narrador, Rodrigo agradeció al autor que
haya recuperado calles que fueron condenadas al olvido, «a veces por los
propios vecinos, a veces porque no eran del gusto de los que mandaban, o
simplemente porque no sobrevivieron al paso del tiempo».
De las que lo consiguieron sobrevivir,
subrayó Rodrigo la calle Real, Morería, Hernán Pérez del Pulgar, Ruiz Morote o
General Aguilera. De las que no lo consiguieron, habló en especial de Leonardo
de la Peña, «un ilustre médico de Ciudad Real cuyo nombre fue sustituido por el
de un prostíbulo».
Y entre unas y otras, también habló el
subdelegado de las muchas curiosidades y anécdotas que releva en su relato
Cantero, con las que «consigue dar respuesta» a algunas preguntas que dejó en
el aire el tiempo: «¿Qué pasó con la portada de los dominicos en la calle
Altagracia; qué fue de aquellas casas de vecinos, de las tabernas y bodegas; o
qué fue de las dos mujeres desnudas de García Donaire que un día se colocaron
en la fuente de una de las plazas de la ciudad?».
El callejero de Cantero, como el
escenario de historias y recuerdos, le sirvieron a Rodrigo para recuperar los
suyos propios y los de un pasado en el que eran habituales, dijo, los helados
de corte, los chichipolos, el palodull, las pelotas de fraile; un pasado en el
que su madre le mandaba a hacer recados por aquel Ciudad Real «que hoy se
convierte con este texto en un apacible recuerdo».
Víctimas
del tiempo.
En la calle Real arranca este libro, de la mano de Pilar Zamora, alcaldesa de
la villa, que firma el prólogo de Calles, plazas y plazuelas de Ciudad Real. A
partir de ahí, tal y como explicó su propio autor, el callejero se desdobla en
un ir y devenir de calles e historias que tienen como punto de partida «una
relación alfabética de todos los nombres de las calles que aparecen en el texto
y su ubicación», tal vez para evitar que el lector se pierda. A partir de ahí,
el texto se reparte a lo largo y ancho de 208 páginas, ilustradas con 105
fotografías «muchas de ellas inéditas», en las que se cuenta la historia de 135
calles de la ciudad, que han sumado en total 292 nombres, porque algunas, como la
calle Libertad «han llegado a tener hasta siete nombres», explicó Rafael
Cantero.
Del relato que ha resultado de la
investigación realizada, Cantero quiso dar algunas pinceladas. Las justas para
sembrar la curiosidad de los asistentes a la presentación oficial del libro. Lo
hizo a través de dos historias, la de Leonardo de la Peña, a la que se había
referido minutos antes Fernando Rodrigo; y la de García Jofre de Loaísa.
Del primero, el doctor Peña, desde 1982
fuera del callejero ciudadrealeño, recordó que era «un reconocido doctor que creó
la Catedra de Urología, doctor honoris causa, del que incluso hay una escultura
en bronce en la Facultad de Medicina». Motivos que, sin embargo, no evitaron
que perdiera su puesto en el callejero en favor de un prostíbulo madrileño, que
se dio a conocer en la ciudad como “Las madrilas”.
En cuanto a Loaísa, es hoy una pequeña
calle cerca de la plaza de toros, «pero hubo un tiempo en el que fue una calle
entera, dedicada García Jofre de Loaísa», al que, como explicó Cantero, méritos
no le faltaban para dar nombre a una calle, pues «fue el descubridor de Cabo de
Hornos y compañero de Juan Sebastián el Cano».
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