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jueves, 5 de mayo de 2016

GESTIÓN LABORIOSA DEL MONUMENTO A CERVANTES



En el principio fue el periodista. Sí, señores, los padres de muchas realidades urbanas y rústicas –obras, monumentos, embalses, conmemoraciones, mejoras, regadíos, edificios y demás- han sido las campañas de prensa: un periodista lanzó la idea, otro u otros la recogieron y airearon, alguna autoridad sensible la adoptó y emprendió y otras sucesivas la terminaron e inauguraron. Pero buscando, buscando, en el origen estuvo el periodista: hombre quizá más de palabra (escrita) que de acción, más de ideas y sentimientos que de obras y realidades. Pero hombre, eso sí, de iniciativas, de horizontes amplios, de espíritu observador y de alteza de miras, porque quiere se hagan cosas buenas y no le importa si los demás se adornan con plumas que no les pertenecen.

Ahí tenemos el monumento a Cervantes. No discutamos ahora si está mejor o peor conseguido. Ciudad Real, capital de la Mancha, porque lo es de la provincia más extensamente manchega, pagó su tributo a quien la hizo universalmente famosa. El monumento a Cervantes enaltece a la figura cumbre de nuestras letras y honra a nuestra ciudad. Y el padre de esa criatura de bronce y piedra fue un periodista: Ramiro Ruiz Álvarez, redactor de “La Tribuna”, oficial administrativo del Ayuntamiento y empleado al final de su laboriosa jornada en la Secretaría de la Academia, que todo eso había de hacer para vivir decorosamente, pues lo del pluriempleo no es novedad lujosa, sino necesidad aguda de todos los tiempos.


Ramiro Ruiz, el manco Ramiro -¿sería esto de la común manquedad un motivo más de admiración y pleitesía del humilde periodista hacia el glorioso de Lepanto?- publicó un artículo en “La Tribuna” propugnando la erección en Ciudad Real de un monumento a Cervantes. Esto era el 29 de agosto de 1914. Pues bien el monumento se inauguró el 16 de abril… de 1927. Casi trece años no es demasiado, máxime si lo comparamos con otros problemas –huyo de eso de “la problemática”- que todavía colean aun cuando se haya afirmado centenares de veces su definitiva solución.

Ramiro lanzó la idea. La recogió más tarde “Vida Manchega”, que entonces era revista, y la aireó la prensa local de todos los matices. Al cabo de los años se anunció un concurso nacional de proyectos, con un premio único de 20.000 pesetas. Se presentaron algunos, no muchos porque el premio no incitaba a los consagrados. Y el jurado otorgó el galardón a un artista manchego y ciudarrealeño además: a Felipe García Coronado, joven entonces de 23 años, de quien pronto tendremos ocasión de hablar.

Y emprendió su obra. Y ya estaba casi terminada, cuando la suscripción pública apenas rebasaba las 12.000 pesetas. Se intensificó la campaña de prensa y se hizo una gestión ante el Capitán General de la primera Región Militar, quien donó los 3.000 kilos de bronce y latón que se precisaban para la estatua. Al fin, para abreviar, quedó terminado, emplazado e inaugurado el monumento en solemne ceremonia que presidió el Director General de Agricultura, señor Vellando.

Ahí tenemos al autor del Quijote en su pedestal con magníficos altorrelieves supremo acierto del escultor.

Francisco Pérez Fernández. Efemérides Manchegas, diario “Lanza”, 29 de agosto de 1970.


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