En
los años sesenta del pasado siglo se destruyó parte de nuestro patrimonio arquitectónico.
En esta fotografía el comienzo de la demolición de la casa de doña Mariana en
la Plaza del Pilar
Ciudad Real se fundó en el año 1255 por
Alfonso X, El Sabio, como respuesta de la realeza al poder de las órdenes
militares de Calatrava y Santiago. Según el cronista Villegas fue el propio
monarca quien ordenó la construcción de la muralla capitalina, así como el
enclave de la “Puerta de Toledo”. Según Sánchez Lillo se llegaban a contar
hasta 130 torreones, entre torres y contrafuertes. Las puertas se abrían a los
caminos más importantes, de los que solían tomar sus nombres, se contaban hasta
siete: Toledo, Santa María, Calatrava, La Mata, Granada, Ciruela y Alarcos.
De esta muralla, hoy sólo se mantiene en
pie la puerta de Toledo, ya que la de Santa María es una réplica. Poco a poco
la muralla se fue destruyendo, la última demolición fue en la década de los
años 50. El anterior es uno de los muchos ejemplos de la dejadez arquitectónica
que se han producido en Ciudad Real a lo largo de la Historia, y especialmente
en el presente siglo. He aquí un flagrante crimen que ya no podremos remediar.
El gran desarrollo suburbano se produjo
durante la segunda parte del siglo XIX. Esta etapa estuvo presidida por la
noticia de la llegada del ferrocarril; acontecimiento que motivó que el
Gobierno de la Nación enviará una carta a la corporación municipal para que
emprendieran un plan de decoro y mejora del casco urbano, a raíz de este aviso
se transformó la Plaza Mayor, y se dieron algunos cambios relativos a la
desamortización. Los edificios más representativos del siglo XIX fueron: el
nuevo Ayuntamiento, el Casino que fue inaugurado en 1887 y el palacio de la
Diputación Provincial de 1893.
El casino, actual Conservatorio de
Música, fue realizado en estuco y escayola y con ornamentación de terraza
reforzada con balaustrada. En la fachada de la Diputación se funde el ladrillo
visto con la piedra vana, a ello se le sumará como elemento decorativo la
solución de esquina mediante la disposición de un cuerpo cilíndrico o cúpulas
laterales.
En
el año 1983 se destruyo el antiguo Garaje Ford
La Plaza Mayor contó con la construcción
de un nuevo Ayuntamiento (no el actual), del que se puso la primera piedra en
1868, con posterioridad en 1929, se llevó a cabo un proyecto de remate de la
torre central del edificio, con el fin de instalar un reloj. En 1919 y 1929 las
distintas corporaciones aprobaron la construcción de dos tipos de diferentes de
construcciones privadas en la Plaza, que
no sólo vendrían a romper la uniformidad existente hasta el momento, sino que
además pretendían crear una nueva nunca lograda. El modelo de 1919 se
identifica por la presencia de balcones, mientras que el de 1929 se caracterizó
por la aparición de medallones en las fachadas.
A comienzos del siglo XX dos plazas
constituían el punto neurálgico de la ciudad: la del Ayuntamiento y la del Prado
con la Catedral y el Casino. Conforme avanza el siglo XX, dos plazas fueron
tomando cuerpo: la del Pilar y la de la Diputación.
El desarrollo suburbano no se llevó a
cabo en el interior de la ciudad, debido al alto precio del suelo existente en
los amplios espacios que quedaban dentro de la muralla. La especulación originó
que el nuevo crecimiento se trasladara a la periferia y concretamente detrás
del ferrocarril y del paseo de Gasset.
Ante la presión demográfica
experimentada en la década de los años 20 y 30 fue necesario preparar suelo
barato.
Los dos primeros barrios surgidos fueron
el de “Larache” que aparecía al Sur de la estación de ferrocarriles, ocupado
por ferroviarios y jornaleros. En el Oeste de la ciudad, al otro lado del
parque Gasset surgió la llamada “Ciudad Jardín”, este era un barrio de clase
media integrado por funcionarios, constituido por calles que se cortaban en
ángulo recto con jardines en los frentes de las fachadas. En esta zona, es
donde hoy está instalada la Feria, de la que se puede disfrutar en estas
Fiestas de Agosto.
Ante la escasez de viviendas tras la
Guerra Civil, la iniciativa pública intentó acomodar, en el centro a los
funcionarios, constituyendo bloques para el personal del Ayuntamiento, la
Diputación, etc, en calles como Mata, Ruiz Morote, Plaza de la Provincia,
también se acomodó en estas zonas a los miembros de las Fuerzas Armadas. Para
los chabolistas, el régimen construyó dos barrios, el del Pilar situado en la
carretera de Daimiel y el del Padre Ayala, al norte de la Plaza de Toros.
Uno
de los mayores atentados arquitectónicos que sufrió Ciudad Real, fue la
destrucción de la Plaza Mayor y sus alrededores. En esta fotografía una
demolición en la calle Feria
Entre los años 50 y 60 con el comienzo
del desarrollismo, encontramos dos barrios prototipo, Pío XII y los Ángeles en
el sur de la ciudad. Pero fue ya, durante los 70, cuando se produjeron dos de
los hechos que más han influido en la remodelación del casco urbano actual: la
construcción del nuevo Ayuntamiento y la creación del Polígono Torreón del
Alcázar.
En el caso de la Plaza Mayor, con más
desacierto que acierto, ya que aquí fue donde se produjo otro de los “crímenes arquitectónicos”
de Ciudad Real. Una vez derribado el antiguo edificio del Ayuntamiento, un
siglo después de su construcción, la corporación aprueba en marzo de 1969 que el
nuevo se construirá en el mismo lugar, en estilo castellano y armonizado con la
Plaza; dicho acuerdo no se respetó al habérsele encargado, fuera de concurso,
un proyecto al arquitecto Fernando Higueras. Éste en lugar de utilizar el
revoco color barquillo introdujo el hormigón blanco, por lo que obligaba, a
partir de ese momento, a adoptar el mismo lenguaje arquitectónico en los
futuros edificios, rompiendo la posible uniformidad existente.
Ante la polémica suscitada, la alcaldía
solicitó en 1972 que las instituciones se manifestaran, vertiéndose opiniones
contrapuestas, sin olvidar las procedentes de la propia ciudadanía. Los que se
oponían indicaban que si se tenía que aprobar ese edificio, se debía levantar
en un lugar distinto o por el contrario pensar en otro proyecto más acorde con
la plaza. Sin embargo al final la corporación aprobó por amplia mayoría lo que ha
sido el gran desafuero urbanístico de la ciudad en los últimos tiempos.
¿De quién fue la culpa? De los
mandatarios de entonces, del arquitecto, de la gente del pueblo que no se opuso
con suficiente fuerza a tamaño despropósito. De estos últimos, y esto es una
opinión personal, no creo que fuera, simplemente porque pienso que jamás se les
preguntó. La gente de a pie suele ser sabia, “la sabiduría popular” que se
dice, y nunca hubieran consentido semejante disparate. Sean quiénes fueran los
culpables, los hechos ya estaban consumados, y buena prueba de ellos es que
hoy, más de 20 años después ya nos hemos acostumbrado al emblemático edificio
de estilo arquitectónico desconocido. Pero los años han demostrado la
inviabilidad del proyecto de hacer toda la Plaza igual, pues sólo han seguido
este “estilo disparatado” dos edificios, que por otra parte, no hacen si no
restarle singularidad al Ayuntamiento. Esperemos que de aquí a un siglo, el
futuro Ayuntamiento tenga la genial idea de hacer un nuevo edificio.
Las
demoliciones en la Plaza Mayor se prolongaron hasta los años noventa del pasado
siglo XX
En el caso del Torreón, su construcción
se debió a un Plan de ordenamiento municipal; en él se prometía a los que
entonces habitaban la zona que se les construirían nuevas viviendas. Las
promesas no fueron ciertas y al final a aquellas gentes les dieron viviendas,
sí, pero en el barrio del Pilar. La implantación de altas torres en la Plaza
del Pilar y la Plaza de Cervantes, también constituyó un gran error
arquitectónico. Quizás los arquitectos o urbanistas de entonces pretendían
hacer una villa manchega un nuevo Manhattan. En general el desarrollo urbano
tuvo luces y sombras, en buena parte se siguió el mal ejemplo de Madrid, cuando
se comenzó a copiar el gigantismo en plan gran urbe. A ello se le sumó el clima
de especulación del suelo, que encontró pronto campo abierto, gracias a sus
desaprensivos adeptos. La piqueta comenzó a demoler la ciudad, hasta el punto
de privarla de sus propias señas de identidad. Cayeron iglesias, casas, barrios
enteros. Ninguna guerra había causado tantos estragos, como las fáciles
ganancias y el mal gusto de los “años del desarrollo”. La homogeneidad
urbanística del antiguo conjunto se perdió para siempre. Se rompieron
perspectivas, se elevaron injustificadas y horrendas torres de apartamentos, la
ciudad salió de su viejo recinto histórico y se extendió en barriadas
suburbiales mientras el centro ofrecía el agresivo contraste de los
despersonalizados bloques de viviendas y los centenares de solares y casas en
ruinas. Cuando la conciencia de tal desatino cobró cuerpo en la sociedad y en
la administración municipal, ya poco quedaría por salvar. De todos estos
desatinos, sufrimos hoy las consecuencias, como por ejemplo cuando algún
turista se acerca a un ciudarrealeño y le pregunta -¿Qué puedo ver en Ciudad
Real?- y él pone “cara de póquer”, como dirían los americanos, y contesta –Como
no se vaya usted a Almagro-.
Esperemos que esta reflexión, sirva para
que antiguos errores no se vuelvan a repetir y para que los ciudadanos sean
conscientes de su patrimonio. Esto último es muy importante porque a nadie nos
pertenece, es un legado que nos dejan nuestros antepasados y que hemos de
conservar intacto para que las futuras generaciones puedan disfrutarlo.
Ana
Belén Esteso (Diario Lanza, viernes 14 de agosto de 1998, Extra ferias de
Ciudad Real)
Demoliciones
en el Paseo Carlos Eraña
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