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martes, 14 de mayo de 2019

UNA “FOTO” COMENTADA


Vista del interior del Teatro-Circo en 1915

La foto que va al lado de esta plana y que vamos a comentar, está hecha en el que fue Teatro de Verano o Teatro Circo, situado en el local del actual Teatro Cervantes.

La fecha aproximada, alrededor de 1914. Es decir, en la época de transición de la barba al bigote, como si dijéramos.

Todavía conservaban su barba don Julián Bonilla, que está al lado del pasillo en la tercera fila. Don Ruperto Ruiz de León, situado en la sexta fila a la derecha de don Francisco Murcia, la de su hermano don José, que fue alcalde de Ciudad Real y que está también en la sexta fila, pero al lado contrario, con don Vicente Calatayud y don José Jerez, y la muy poblada y negra de don Emilio Bernabeu, que está un poco «camuflado» detrás de la cabeza de un señor al que no conozco y delante del que está de pie en el pasillo y que parece que le está pidiendo paso a don Julián Arredondo. Esta barba de don Emilio, que sólo conocí en fotografías, pues en mis tiempos ya iba completamente rasurado, siempre me dio la sensación de una barba postiza. No le iba ni a su persona ni a su carácter aquella gran barba. Fue profesor mío de Geografía e Historia, cuando yo estudiaba tercero de Bachillerato, allá por el año treinta, como fue profesor de casi todos los ciudarrealeños que «hicieron» el Bachillerato en la primera mitad del siglo actual. Luego vinieron los versos, la política, llegó a ser Gobernador civil de Albacete.

Pero sigamos con la fotografía. Debe estar hecha en verano. No hay más que ver el traje blanco de ese señor de la primera fila que era el arquitecto municipal que había entonces, que se llamaba don Florian Calvo, y los sombreros de paja, los «jipis», que se ven por doquier al fondo y en primer plano. También tiene su sombrero de paja en la mano Angelito Navas, que es ese niño que está de píe en el pasillo, creo que al lado de sus padres, y que luego fue un gran aficionado a los toros, a nuestra Semana Santa y al vino manchego, teniendo un triste final no hace muchos años.

Los vestidos de las damas, cumplidos y largos vestidos de entonces, también son de verano, como el de la madre de mi buen amigo Rafael Cárdenas, que es quien nos ha facilitado la fotografía, que está en la tercera fila entre su esposo y sus hermanas doña Matilde y doña Pradito Ballester.

Entrada al Teatro-Circo antes de una función, en los años diez del pasado siglo XX

Indudablemente, la gente en aquellos tiempos estaba poco acostumbrada a la fotografía. No hay más que ver cómo todo el mundo está pendiente del fotógrafo, esforzándose por salir bien y hasta algunos han adoptado una «pose» más o menos estudiada, muy al estilo de la época. Don Aureliano Bermúdez, que está en primer plano, al lado del piano, ha salido de perfil y sin hacer caso al fotógrafo (Vicente Rubio), a pesar de la laboriosa preparación que éste necesitaría hasta conseguir «tirar» la placa, de noche y en un local cerrado, con aquel artilugio en donde se colocaba el magnesio, al que se le prendía fuego con una cerilla y formaba una humareda espantosa. No digamos nada de ese señor de la sexta fila a la izquierda, al que no conozco, que apoya su cabeza pensativamente sobre la mano y que tiene el codo encima del respaldo del a butaca de delante.

Justamente encima de este señor, tres filas más arriba, está mi padre, que durante más de veinte años fue concejal del Ayuntamiento y que cayó asesinado por los rojos en el año 36.

Esa noche debía celebrarse una fiesta especial o una función de gala, por lo adornado que está el teatro y lo elegantes que se habían puesto los espectadores. Vean en la primera fila de butacas a don Ramiro Ruiz, que era oficial mayor del Ayuntamiento, y a su lado, a don José Prado, que aún vive, creo que el único que vive de todos los que conozco en esta fotografía, aparte de doña Matilde Escobar, viuda de Calahorra, que está en la parte derecha del patio de butacas al lado de su marido.

Detrás justo de don José Prado, hay un niño que es Jesús Muñoz, que luego fue abogado y en plena juventud fue asesinado por los rojos al principio de nuestra guerra. Al lado derecho de Jesús Muñoz, está don Manuel Montipuente, calvo, con bigote y traje claro, hombre gracioso del que me han contado que en alguna ocasión, cuando alguien le advirtió que había tropezado, cosa no difícil entonces en el accidentado pavimento de nuestras calles y plazas, éste le contestó: «No he tropezado, es que me he pisado el ramal». Era empleado de Hacienda y parece que llegó a Interventor y cuentan también que un día, intentando sacar el 8 por ciento de 48, como se le resistiera la operación, dio de pronto un puñetazo en la mesa exclamando: «Si seré bruto, quiero sacar el 8 por ciento de 48 y 48 no tiene ciento».

D. Vicente Calatayud y D. Emilio Bernabeu, dos personajes de la sociedad ciudadrealeña de aquellos años, nombrados en este artículo

Al principio de la cuarta fila del bloque de butacas de la izquierda están don Bernardo Mulleras y su esposa. Don Bernardo, médico Decano de la Beneficencia municipal, Diputado provincial y hombre benemérito, a quien el Ayuntamiento de Ciudad Real, muy justamente, ha dedicado una de sus más céntricas calles.

Detrás de don Bernardo están don Salvador Moreno y su suegro don Rafael Lamano, farmacéutico, que tenía la botica en donde hoy la tiene don Evaristo Martín Freire y que aún mucha gente la conoce por su nombre.

Por esas mismas butacas están D. Leopoldo López Tito y su hijo.

A la derecha del pasillo, hacia el centro, se ve a don José Alcázar, asomando su bastón por la espalda. Fue secretario del Ayuntamiento durante muchos años y padre del actual secretario. Al lado está su esposa.

Ese acomodador bajito, con gorra blanca que se ve al fondo, es Alfonso Cano, que era jorobado.

Y, finalmente, en la cuarta fila, a la derecha de la foto, con barba blanca y pelo negro, está don Ángel Mur, al lado de su esposa doña Concha Sedeño. Don Ángel Mur, padre de Luis y Pepe Mur, tenía un establecimiento en la calle de la Cruz, donde luego construyó don Juan Medrano su casa-palacio y que hoy es el local de Falange. Se llamaba el establecimiento «El Arca de Noé». Para poder poner el nombre de bazar y ahorrarse el impuesto correspondiente, según me cuentan, se inventó una triquiñuela que consistía en poner en el letrero, arriba, con letras muy pequeñas, «Parece un» y luego, con grandes letras, «Bazar».

En la entrada general hubo un lleno, con nutrida representación femenina, sin que puedan observarse con detalle en la foto los rasgos de cada cual.

Ese «tinglado» en el centro, es la cabina del cine y el letrero «Guirrea» debía ser el nombre con que se designaba la empresa de don Valero Aguirre, que explotaba el local.

Una foto de hace cincuenta años, con la representación más genuina de nuestra ciudad de entonces, de cara a nosotros. Ya no queda nadie, o casi nadie, de los que aquí se ven. Todos han ido desapareciendo, han ido haciendo mutis y con ellos sus afanes, sus problemas y sus esperanzas. Dentro de cincuenta años se podría decir otro tanto de nosotros. La vida es así, aunque en muchas ocasiones parezca que no queremos enterarnos.

Ramón González Díaz. Boletín de Información Municipal número 6, marzo de 1962.

D. Ramón González Díaz, autor de este artículo y Director del Boletín de Información Municipal

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