Portada de la revista Blanco y Negro nº 1824, 2 de
mayo de 1926
La revista Blanco y Negro fue una
revista ilustrada española fundada en 1891 por Torcuato Luca de Tena y Ossorio
y base de la editorial prensa española, editora del diario ABC. Los rotativos
de su tirada se encontraban en el calle Serrano.
De hecho, el éxito de esta revista
motivó la creación posterior del diario monárquico. La publicación presentaba
la novedad de las ilustraciones y gozó de gran prestigio por sus artículos y
colaboraciones literarias. Siguiendo el estilo marcado años antes por
ilustración española o americana o mundo
nuevo tuvo en su inicio tiradas cercanas a los 20.000 ejemplares. Fue la
primera publicación periódica española en utilizar el color y el papel couché
El 15 de mayo de 1912 publica la primera fotografía en color de la prensa en
España. Se editó durante muchos años como publicación independiente, en
diversas etapas. Entre 1891 y 1939 se editó de forma continuada. Volvió a
reaparecer en 1957 como publicación independiente. En 1986 se convirtió en el
suplemento dominical del diario ABC. En 2002, y con la constitución de vocento,
xl semanal se convierte en el suplemento
dominical del diario ABC y la cabecera Blanco y Negro.
El 2 de mayo de 1926, esta revista
publicó entre las páginas 42 y 47, un articulo de Ángel Dotor sobre la historia
de Ciudad Real capital que lleva como título: “Ciudad Real, la de la Prócer” y
que a continuación reproduciré ente hoy y mañana.
CIUDAD
REAL, LA DE LA PRÓCER (HISTORIA POR
ÁNGEL DOTOR)
Tanta importancia reviste para el
estudio de nuestra Edad Media la contienda perseverante de la Cristiandad
contra la morisma como las luchas intestinas dentro de la primera. Al afianzar
los Monarcas castellanos sus conquistas sobre los árabes, después de rehechos,
en las Navas de Tolosa, de la formidable derrota de Alarcos, las Ordenes
Militares, que tan decisivamente contribuyeron al triunfo, erigiéronse en
dominadoras feudales en forma tal, que hicieron temblar sobre las testas reales
la corona de Castilla.
En este momento tan significativo de los
Anales patrios ábrese la historia de Ciudad Real, que en poco tiempo había de
adquirir relieve extraordinario. Pocas ciudades españolas tienen tan soberana
historia. Vamos a dar sobre ella una ojeada, señalando cronológicamente sus
hechos más salientes.
Alfonso X, el Sabio, dejado llevar de un
alto fin político, como era su deseo de contar con una importante plaza en
pleno campo de Calatrava de que poder servirse para contrarrestar el alarmante
predominio de la Orden y asegurar las comunicaciones entre Toledo y Córdoba,
determinó fundarla en el término de Alarcos, la antigua ciudad oretana de
Laccuris, según Tolomeo Alejandrino, cabe el Guadiana. Inútiles habían sido
hasta entonces los esfuerzos de los Reyes para repoblar aquel paraje, desde que
fue reconquistado dada su insalubridad. Así pues, Alfonso X, que quería crear una
“grand Villa é bona, é que conservasse é
tuviese entre todos por fuero, é que fuesse cabeza de toda aquella Tierra”,
eligió una de las aldeas circundantes, llamada el Pozuelo de Don Gil, a la qué
cambió su nombre por el de Villa Real. Esta aldea era la antigua Philipopolis, en opinión de Laurent, y
la romana Clunia, a juicio de
Nebrija.
Siguiendo el común proceso evolutivo de
nuestras poblaciones en el Medioevo, Villa Real adquirió pujante desarrollo en
pocos años, merced a los privilegios concedidos por el Rey Sabio. En la Crónica
de este Rey hay un capítulo consagrado a la fundación de Villa Real, en donde
vese la carta-puebla dada en Burgos a 7 de Febrero de 1255, que establece: “E
yo sobre dicho Rey D. Alfonso, dóles y otorgoles para siempre jamás, e á todos
los moradores, que fincassen en Villa Real, la sobre dicha, é en todo su
témino, que hayan el fuero de Cuenca en todas cosas, que han los caballeros, de
Toledo, é quítoles, é franquéoles a todos comunalmente, que non dén Portazgo en
ninguna de las partes de nuestros Reynos, sacando en Sevilla, é Toledo, é
Murcia, en que quiero que lo den. E do a esta Villa sobre dicha, que aya por
Aldeas, é por Termino Zuheruela, e Villar del Pozo, é la Figueruela, é Poblet,
é Alvalat, con todos sus términos”. Largo sería explicar el significado de los
privilegios y franquicias que esas líneas encierran, pues tanto el fuero de
Cuenca, el más importante de aquellos tiempos para los hombres del estado
llano, como el de los Caballeros de Toledo para los hidalgos, eximían a los que
de ellos gozaran, entre otras cosas, de pagar diezmo ni tributo alguno a la
Corona, ni al señor de la tierra, pudiendo aprovechar sin restricción los
beneficios de ésta. Por todo ello, los caballeros de Calatrava combatieron con
más encono, a partir de entonces, a los realengos, a la sazón habitantes de la
prospera Villa Real.
Erigida en ciudad populosa a los pocos
lustros, con su Alcázar, habitado a temporadas por el fundador; con sus
murallas, en las que se alzaban 130 torres y se abrían ocho puertas, que la
ponían a cubierto de las acechanzas de los calatravos dominadores de la
llanura, sobre la que tenían a su vez castillos fieros; con sus industrias
florecientes, desarrolladas por judíos y mudéjares, que habitaban, agrupados,
sus barrios típicos, Villa Real fue adquiriendo prestigio en todos los órdenes,
sin excluir el más elevado y perdurable: el artístico, en el que logró marcar
su romántico esfuerzo de piedra con la erección de templos, puertas y otros
monumentos valiosísimos, de los que queda, ¡ay! bien péquela parte.
Villa Real fue para Alfonso X el
principal baluarte de defensa y habitación, al que se acogía siempre que iba a
guerrear contra los árabes. En él murió su primogénito, D. Fernando de la
Cerda, tras cruel enfermedad, siendo llevado a enterrar a las Huelgas de
Burgos. El infante D. Sancho, al saber el óbito de su hermano, dirigióse con
sus huestes, a marchas forzadas, hacia Villa Real, consiguiendo vencer a D.
Lope Díaz de Haro y otros ricos-homes que allí intentaban hacerse los dueños,
aprovechando la ausencia del Rey. ¡Lástima que estas circunstancias
favorecieran al que había de ser Sancho el Bravo, de suyo ambicioso y rebelde,
para, torpe e irreverentemente, levantar sus armas contra su progenitor! Don
Sancho, que siguió recorriendo Castilla y Andalucía captando adeptos, quiso
halagar a los calatravos, creyendo poder encontrar ayuda en ellos para sus
ambiciones de alcanzar la Corona, y en tal sentido expidió desde Córdoba, el 7
de Agosto de 1280, un documento por el cual cedía Villa Real a D. Juan
Gonzálvez, maestre de la Orden.
Los villarrealenses, que ya en 1267
habían vencido a los calatravos, consiguiendo que reconocieran , en el propio
castillo de Calatrava la Vieja, el derecho de aquellos al aprovechamiento de
las maderas de su campo con que edificar las casas de la nueva ciudad,
resistieron sin temor la orden de D. Sancho, no sólo porque, conscientes de su
razón, tenían jurado no ceder nunca a las ambiciones calatravas, sino por
cuanto que, sabiendo que el pretendiente estaba comprometido en las lucha
contra su padre, no temieron que pudiera hacerles deponer su actitud por la
fuerza. “Todos los moradores de Villa
Real –dice un cronista- hacen confederación y pacto de no darse a hombre
poderoso y permanecer siempre fieles vasallos a los Reyes de Castilla, y
celebran hermandad, en 1290, con los concejos de Extremadura y Toledo, para
mutuamente ayudarse en la defensa de sus fueros y privilegios”.
Como escribe Rades de Andrada, el
perspicuo cronista de la Orden de Calatrava y de sus luchas con Villa Real, la
historia de la capital manchega está reconcentrada en su sangrienta, y porfiada
contienda con la Orden fundada por Raimundo de Fitero y el caballero Velázquez,
contienda derivada de la constante rivalidad de aquélla, que sólo se templó con
la radical reforma que sufriera al ser incorporada a la Corona. El reinado
siguiente, o sea el de Fernando VI, fue beneficioso para Villa Real; pero, en
cambio, Alfonso XI, si bien consiguió cesara la lucha para emplear la ley,
dando justificación a su sobrenombre de el Justiciero, dictó en 1329 sentencia
por la cual condenaba a que Villa Real devolviera a la Orden 18 lugares y
aldeas y pagara fuerte indemnización por los frutos recibidos. No bastó esto,
ni las providencias dictadas por el Rey, para amenguar la inquina de los
calatravos, cuyo maestre era a la sazón el osado D. Garci López de Padilla,
pues que volvieron a hacer mala vecindad a Villa Real, por lo que los de esta
ciudad, que acababan de abrir sus puertas a don Alonso de Mansilla, D. Juan
Ramírez y D. Gonzalo de Mesa, calatravos disidentes del maestre por haberles
recriminado este el haber sido derrotados por los árabes en Baena, acaudillados
por D. Juan Núñez atacaron a los de la Orden, venciéndolos en la batalla de
Malas tardes, junto a Miguelturra, a la que devastaron.
Para consultar esta articulo pinchar en
el siguiente enlace: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/blanco.y.negro/1926/05/02.html
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