La Virgen con el niño es uno de los
principales temas de la iconografía cristiana. La primera representación de la
Virgen con el Niño puede ser la pintura mural en la Catacumba de Priscila, en
Roma, en la que la Virgen sentada amamanta al Niño, que vuelve la cabeza para
mirar al espectador. Aunque puede fundarse en los Evangelios, no tiene como fin
inmediato visualizar ninguno de sus relatos; sino dar cuenta del papel
protagónico de María en la historia de la Salvación, y del hecho central de su
maternidad divina y virginal exaltándola y proponiéndola como modelo.
El lienzo representa a la Virgen con el
Niño. El pintor cuya autoría es desconocida, representa a la imagen de María
que pertenece al modelo del icono de la Glicofilusa (es una palabra compuesta
que significa “la que besa dulcemente al
Niño”). La Glicofilusa (la dulce amante) nace a mediados del siglo XIV como una
variante de la Madre de Dios Hodigitría Eleousa (misericordiosa), que se
distingue por la actitud de ternura entre la Madre y el Hijo y destaca la
humanidad de este último. La mejilla de María y la del Niño se tocan
suavemente. El Niño sostenido por el brazo derecho de María mira deliciosamente
a la Madre; es ella siempre la que muestra a Jesús, el fruto de su vientre.
La obra en su sencillez nos presente a
la Virgen de medio cuerpo, vestida con manto rojo, túnica verde y tocado
blanco. Entre sus manos entrecruzadas sujeta dulcemente al Niño, sus mejillas
se juntan. El Niño, envuelto parcialmente en un paño blanco, extiende su brazo
derecho hacia el cuello de su madre. En la mano izquierda sujeta una fruta. Su
expresividad se templa por un sentimiento de intimidad serena y contenida,
plena de fe sincera.
En primer plano, en la parte inferior,
aparece una mesa, sobre la que se dispone un racimo de uvas (izquierda) y un
frutero (alegoría de la nueva Eva) a la derecha.
Según el profesor José María Azcárate es
una copia de Gerard David, flamenco. El encuadramiento de la ventana se vincula
con la escuela veneciana. Gerard David es un pintor flamenco que desarrolla su
obra en Brujas. Sus obras más famosas son sus grandes retablos, entre ellos el
Bautismo de Cristo, en Brujas, y sobre todo Madonna con Ángeles y Santos, en
Ruán. Las características principales de su obra, son su riqueza cromática y el
hábil tratamiento de la luz, el volumen y el espacio. En sus últimas obras adoptó
un aire más humanizado e intimista en el tratamiento de los temas religiosos,
destacando la serenidad y dulzura en los rostros.
Como holandés le preocupan el
paisaje y los efectos de la luz, y es un
fiel intérprete de la naturaleza.
Se trata de una obra de esmerada y
especial calidad, óleo sobre tabla, siglo XV (finales), 41 X 31 cm. Pertenece
al Obispado (Seminario) Ciudad Real.
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