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lunes, 25 de mayo de 2015

EL DÍA DE SAN URBANO



Fecha de especial significación para nosotros los ciudarrealeños. Según la tradición fue en este día, 25 de mayo, cuando por designios de la Divina Providencia, la imagen de la Virgen (entonces de las batallas) se quedó para siempre en nuestra primitiva Aldea de Pozuelo Seco, y en donde bajo su Protección Celestial, la aldea se fue convirtiendo en pueblo, el pueblo villa y la villa en ciudad.

¿Qué ocurrió en aquel 25 de mayo del 1088? Según la tradición oral y escrita, conservada a través de los siglos, en este pequeño caserío, sito en el paso obligado del camino que unía Toledo con Andalucía, vivían un reducido grupo de “viejos cristianos” dedicados a las labores del campo. Al pasar por allí Marcelo Colino, capellán de Alfonso VI, acompañado de caballeros y servidores a quienes el rey les había encomendado el traslado de la imagen desde Toledo a Córdoba, y viendo propicio el lugar para tomarse un pequeño descanso, tuvieron la feliz idea de sestear a la sombra de unas encinas que había en un prado, próximo al caserío.

Observando la gente del cortijo la calidad de los viajeros, el cuidado que todos ponían en la caja que conducían, la cual por su riqueza exterior publicaba el tesoro que guardaba, preguntaron los labriegos y el capellán mostró la imagen que transportaba. Ante la vista de la bella imagen por aquellos humildes labriegos, primeros pobladores de Ciudad Real, movidos por su gran amor a la Virgen suplicaban a Marcelo le deje en el lugar, en donde ellos prometen levantar un templo digno a la Señora. El fervor de los aldeanos conmueve a los de la comitiva real. En gran aprieto se ve el capellán ante la imposibilidad de no poder ceder a los fervientes deseos de los moradores de Pozuelo Seco.

¿Qué ocurrió entonces? ¿Milagro? Dos versiones, ricas de poesía se conservan por la tradición de este transcendental suceso: La inmovilidad milagrosa de la imagen en el momento en que Colino pretendió seguir el viaje y la vuelta desde Caracuel, con la aparición en forma de paloma y convertida ante la pedrada de Antón. Así pudo ocurrir o pudo ser de otro modo. Todo es posible para el creyente. Lo realmente cierto, lo que no podemos negar ni poner en duda es la maravillosa realidad de la protección amorosa de nuestra Patrona, Santa María del Prado, que durante el espacio de cerca de nueve siglos ha sido y sigue siendo los cimientos y fundadora de la ciudad que se fue formando alrededor de su templo.

Si así se ha transmitido de padres a hijos durante nueve siglos y consta en antiguos documentos conservados en al archivo parroquial, y sobre todo, permanece vivo en el corazón de los ciudarrealeños, parece un contrasentido que pase esta fecha del 25 de mayo sin pena ni gloria, salvo el novenario ofrecido por las Damas de Honor y la función religiosa que desde 1763 el Ayuntamiento viene celebrando en honor de la Virgen del Prado.

Las fiestas agosteñas parecen tener su origen, según un antiguo manuscrito del archivo parroquial, cuando al desaparecer la iglesia de nuestra Señora de la Pedrera, con el resto de su Hermandad, trasladada a la parroquia, se fundó la Archicofradía General de la Virgen del Prado, origen de la Hermandad actual, la cual siguió celebrando su festividad el día de la Asunción de la Virgen, como tradicionalmente celebraba la antigua Hermandad de Nuestra Señora de la Pedrera.

Es natural que la esplendidez de la fiesta de la Asunción de la Virgen, dogma tan querido por los españoles, fuera creciendo en la fe y devoción de los ciudarrealeños. Lo que no parece lógico y natural es que esta fecha del 25 de mayo, tan significativa y transcendental para Ciudad Real, pase sin la menor importancia, hasta el extremo de no haber “merecido”, al menos, una  humilde declaración de fiesta local en estos tiempos tan pródigos en festejos.

Hermenegildo Gómez Moreno (Diario “Lanza” viernes 25 de mayo de 1973) 

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