Berenguela
I de Castilla, fue reina de Castilla en 1217 y consorte de León entre 1197 y
1204
Según la tradición y la historia, y
también la opinión de ilustres cronistas ciudarrealeños, entre ellos, don
Julián Alonso y don Emilio Bernabéu, la llamada pomposamente “Casa de la reina
doña Berenguela”, es la situada en la morisca calle de la Lentejuela, rotulada
con el número nueva. Casa en la actualidad en franca ruina, con una portada
escudada en piedra caliza y dos ménsulas en los ángulos del pórtico,
erosionados y maltrechos por la acción del tiempo y la desidia de los hombres.
Dicha casa, hará unos 60 años, según
testigos presenciales, aún conserva
parte de su antiguo apresto; como un gran artesonado policromo de madera, destacándose
los colores verdes, rojo bermellón y azules intensos. También existía, por esa época,
una escalera a la derecha del zaguán, con balaustrada de piedra que conducía al
piso superior, ya destruido y deshabitado.
Corría el año de gracia de 1245, los
campos manchegos, estarían salpicados de flores primaverales, era el mes de
abril. Campos casi sin cultivar, despoblados, talados y destruidos por las
constantes correrías y algaradas, de cristianos y musulmanes, treintitantos
años antes.
La anciana reina doña Berenguela, bajó
del Norte, de la Castilla secular y austera. Tendría deseos de ver a su hijo,
de conversar con el rey de León y Castilla, con don Fernando III, el futuro
santo y conquistador de Sevilla. Hacía ya varios años que no se veían. Ella, la
reina, presenta el final de sus días y se encontraba agobiada por las
constantes presiones e intrigas de los grandes señores feudales, que no perdían
ocasión de hostigar y socavar el poder y la autoridad real, aprovechándose de
la ausencia del rey, que guerreaba en las tierras de Andalucía. Tampoco
ignoraba ella, que su egregio hijo se encontraba gravemente enfermo, cansado de
tanto batallar y prematuramente viejo.
Fernando
III el Santo, que junto a su esposa Doña Juana y su madre la reina Doña
Berenguela, realizaría las llamadas vistas en el entonces Pozuelo Seco en 1245
durante varias semanas
Doña Berenguela, era una mujer singular.
La suerte le había sido adversa en muchas ocasiones. Ella, luchadora incansable
y dama de excepcional talento, supo vencer los obstáculos más arduos y
espinosos. Primero fue su boda poco afortunada, con su pariente lejano, el rey
de León, don Alfonso IX, anulado a los siete años de verificarse las nupcias,
por el Papa Inocencio II alegando consanguinidad y pecado de incesto. Después,
la muerte en el 1217, de su hermano el rey de Castilla, Enrique I, el rey niño,
muerto en Palencia en un desgraciado accidente. Más tarde el forcejeo con su
marido, el rey de León, que pretendía arrebatarle la corona de Castilla a su
propio hijo, el infante don Fernando, y por último la oposición abierta o solapada de bastantes nobles feudales de los
reinos de León y de Castilla, como por ejemplo, Álvaro de Lara. Ella, jamás se
arredro. El carácter recio, de mujer indómita, se impondría con astucia, con
diplomacia, o con halagos o dádivas, menos en su problema sentimental o intimo.
No puede olvidar que es una pobre mujer, ofendida y repudiada, y el cariño de
su hijo, el rey, es su único sostén y refugio.
La Mancha se hallaba en paz, desde hacía
33 años, concretamente desde la batalla de las Navas de Tolosa, año 1212. Fue
el padre de doña Berenguela, precisamente el rey Alfonso VIII el derrotado y
humillado en Alarcos en el 1195, quien impuso la paz y la victoria.
Pozuelo de Don Gil fue el lugar elegido
para las famosas “vistas”, entre los dos egregios personajes. Aldea, que iba adquiriendo
auge y preponderancia, gracias a los habitantes desplazados y huidos de la
fortaleza de Alarcos y de Calatrava la Vieja. Éxodo y justificado, por la
insalubridad de ambos reductos y traslado de los huestes y frailes a Calatrava
la Nueva en el año 1217.
Dicen las crónicas medievales que el rey
se hallaba en la ciudad de Córdoba, cuando recibió el mensaje de su augusta
madre. Púsose en camino inmediatamente, acordándose el encuentro en el
susodicho Pozuelo de Don Gil, que en aquellos años, ya veneraba a la Santísima
Virgen, en la ermita del Prado, denominada “Restauradora de las dos Castillas,
reina de las Batallas”.
Procedente de la primitiva ermita del
Prado, existía en la catedral una campana de mucho valor histórico y arqueológico.
Dicha campana conmemoraba la visita de estos dos personajes a Pozuelo de Don
Gil. En el año 1967 fue refundida, e inexplicablemente no se volvió a grabar la
antigua inscripción que tenia.
Puerta
de la Madrasa/za que se encontraba en la calle Lentejuela del barrio de la Morería.
En este lugar sitúa equivocadamente el autor del artículo, la residencia de
Doña Berenguela y su hijo Don Fernando III cuando en 1245 estuvieron en el entonces
Pozuelo Seco, hoy Ciudad Real. Digo equivocadamente, porque la casa conocida
como de Doña Berenguela se encontraba en la calle de los Reyes
Dentro de poco tiempo desaparecerá la
desportillada puerta y ruinosa casa, donde se alojara hace setecientos
veintisiete años, la reina castellana y quizá toda la calle de Lentejuela, pues
una constructora ha comprado parte de las cochambrosas y ruinosas casas. He
aquí, el origen y justificación del presente artículo.
El cronista don Julián Alonso, aseguraba
que en dicha casa, en la época más preponderante de la colonia morisca, estaba
ubicada “La Madrisa” o escuela árabe y que las ménsulas que existen en los
ángulos del dintel, son figuras de moros. Cosa absolutamente imposible, pues es
sabido, que los mahometanos no esculpían figuras humanas, ni practicaban el
arte de la pintura figurativa por prohibírselo su religión. Tampoco los
conversos admitan las esculturas humanas ya que eran conversos por circunstancias
especiales y no por convencimiento ni fe.
Resumiendo diré: La casa donde
probablemente se celebró la famosa entrevista y en donde con toda seguridad se
alojó la reina, desaparecerá un día de estos. Pretendo se haga eco de mis
inquietudes, la comisión provincial de Monumentos; la señora directora de la
Casa de Cultura, doña Isabel Pérez Varela, que tanto vela por estos menesteres,
y las autoridades competentes, pretendo vuelvo a repetir, sean rescatadas las
dos ménsulas de piedra que, en forma de cabezas humanas, existen en ambos lados
de la portada, y que sean debidamente depositadas en la Casa de la Cultura,
como recuerdo y testimonio perenne de un hecho histórico que aconteció en el
siglo XIII, en Pozuelo Seco de Don Gil.
Tomás
Fernández Pérez (Diario Lanza, jueves 27 de abril de 1972, página 5)
Relieves
que tenia la puerta de entrada a la Madrasa/za, puerta desaparecida de la
historia de nuestra ciudad, en los años setenta del pasado siglo XX, los
intentos de Tomás Fernández de salvarlas no dieron su fruto, y la piqueta acabo
con parte de la historia ciudadrealeña una vez más
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