«Hasta un ciego
podría adivinarlo la perfección reside en estas calles»,
Ángel González.
Concluida la exposición del Avance del
Plan General de Ordenación urbana (APG) podrían formularse bastantes preguntas,
justificarse algunos silencios y solicitarse algunas, respuestas. De cualquier forma
un hecho evidente, a mi juicio, ha sido la escasa atención prestada y el nulo
debate originado. Extremos éstos, que habría que despejar y valorar para saber
qué se piensa del APG, qué se espera y a qué se aspira. Estas líneas tratan de
favorecer una aproximación a la propuesta que formula el APG, aunque claro está
la reflexión se, formula desde una personal posición. Posición personal, que
tiene un punto de partida sustentado en la evidencia de la degradación de la ciudad
contemporánea y que advierte las grandes dificultades de conseguir una adecuada
conclusión en el proceso de construcción de la ciudad. Pese a todo y pese a
ello, iniciar un proceso de reflexión, retomar un análisis o rectificar un rumbo
puede abrir intersticios de esperanza proyectual. Conseguir esa esperanza, no es
tarea aislada y requiere la Combinación afortunada de esfuerzos, conocimientos
y gestión administrativa adecuada. Por lo demás, la documentación expuesta es
la conclusión provisional en forma gráfica de juicios y balances sobre el estado
de la ciudad. Estado que puede ser objeto de diversas lecturas, donde surgirían
las crónicas recientes de una gestión urbanística incapaz de sobreponerse a la
evidencia de los hechos. en comunión con los intereses económicos y sociales
que han configurado un «orden espacial» equívoco. Orden espacial que, en buena
medida, habla de otros órdenes y. desordenes asentados en la vida ciudadana.
Junto a juicios y balances, se apuntan en esquema propuestas de ordenación como
faceta positiva a desarrollar en el futuro. Tales desarrollos pretendidos por
el APG podrán ser instrumentos eficaces o no en función de otros desarrollos
sociales positivos y culturales, que habrán de llenar de contenido los soportes
espaciales expuestos.
l. SOBRE EL PLAN Y SUS VISIONES. -PRIMERA
VISION: LA CIUDAD VERTICAL Y LA CIUDAD HORIZONTAL
Hasta
hace bien poco un grafiti realizado sobre una valla de la Plaza del Pilar, junto
al noble edificio del Banco de España, advertía a caminantes, transeúntes y
mirones rezagados, de un futurible: «Esta será nuestra Ciudad dentro de tres
días gracias a arquitectos, promotores, constructores y ... RIP» Junto al
epitafio, un paisaje urbano de transición tecnocapitalista, silueteaba torres
agresivas, campanarios neomodernos, andamiajes, apeos, chimeneas humeantes,
antenas televisivas y un cielo difícilmente azul. Los tonos terrosos, los emplastes
malvas y la presencia de grises metálicos venían a componer una visión de
difícil ubicación geográfica. Ubicación geográfica que a mano anónima había fijado
en CIUDAD REAL, jugando con la alteración del nombre de la ciudad, CIUDAD REAL
se había metamorfoseado por voluntad de los autores del grafiti en un apunté
costumbrista donde el futurismo nuclear se daba la mano con el canibalismo, urbano,
e terrorismo edilicio y el expresionismo «fin de siglo».
Tiempo después, hemos podido observar otra propuesta de figuración urbana, movida por voluntad bien distinta. La cartelería institucional que acompañaba al APG nos proponía una secuencia, visual en tonos verdes en la que la propuesta en planta de la ordenación de la ciudad, emerge parcialmente de un plástico volumétrico de la calle. de Toledo. Bajo esa visión elaborada se nos invitaba a la expresión en pro de una ciudad mejor. A mi entender, entre estas dos visiones tan distantes y tan próximas, se debate la dialéctica del APG, al fijar los límites de lo real frente a los límites de lo posible. Real versus ideal, sintetiza el campo de acción, llamado a llenarse de acontecimientos edificios que fijaran su significado en relación a la ciudad entendida como proyecto histórico que camina entre «lo que es» y «lo que pudo ser».
La posición del Planeamiento Urbano en la
vida social contemporánea; hay que entenderla desde la óptica ge la normación y
de la regulación edificatoria, antes que desde la visión de propuestas de mundos
posibles. El espacio que durante el XIX y buena parte del XX, estuvo dedicado
en la urbanística a la producción de imágenes, visiones y paisajes, hoy
pertenece a otras parcelas de lo imaginario: el cine, la pintura o el comic. La
renuncia impuesta a la urbanística. en tal sentido, ha propiciado la pérdida de
la componente utópica, limitando pues la voluntad transformadora del
planteamiento. Otorgando a éste, un estatuto más gerencial que poético, más
organizativo que visual, más plano que volumétrico.
SEGUNDA VISION: LA CIUDAD CERO Y LA
ARQUITECTURA. COMO CIUDAD
Entre el pragmatismo histórico, la pérdida
conceptual de «nuevas imágenes» y las limitaciones que ha fijado el desarrollo sociopolítico
aquí y ahora el estatuto del Planteamiento se ubica en la necesidad de organizar
y recuperar: Organización espacial de lo que está socialmente organizado y bien
organizado; recuperación de los espacios de libertad intersticial que no han perecido
en la tormenta de la configuración de la ciudad contemporánea. Organizar en suma
el tráfico jurídico-normativo, entre los agentes urbanos y a marco espacial
donde nacen, crecen y mueren vidas e historias. Como quiera que en 1986, la organización
urbana está altamente consolidada, la regulación Jurídico-normativa que el APG desarrolle
va a tener un ámbito espacial reducido. Produciendo obviamente un limitado
efecto de innovación en la escena urbana. La visualización alternativa del ÁPG no
será esa proclama bien intencionada que se leía días pasados en la prensa local
como el «final de los bloques mastodónticos». Tales acontecimientos edilicios,
seguirán existiendo y seguirán produciéndose físicamente y jurídicamente;
seguirán pues generando significados más próximos al grafiti» que a la cartelería
del APG, conectados con una secuencia histórica en la que la arquitectura no pudo
o no supo producir ciudad. La propuesta, pues de mejorar la ciudad, habrá que
entenderla en su ámbito pormenorizado más propio de operaciones arquitectónicas
que de operaciones urbanísticas. Serán por tanto las operaciones
arquitectónicas venideras las que revelen las condiciones de bondad del APG y
las que formalicen esa visión que se considera posible. Mientras tanto, habrá
que decir que no hay una visualización alternativa de ciudad desde las líneas
del APG, existe, eso sí la constatación del deterioro y la evidencia de adoptar
nuevos planteamientos en la gestión municipal urbanística.
2. DE LA PARTICIPACION y SUS METAFORAS.
-PRIMERA METAFORA: LA PARTICIPACIÓN COMO LEGITIMACIÓN
La expresión de la colectividad que se
solicita, salvada la obligatoria cortesía democrática y el derecho a la ciudad
que a todos asiste, ¿a qué conduce? En buena medida a reclamaciones puntuales
sobre derechos de propiedad presuntamente lesionados, en otras a peticiones
concretas de reparación o intendencia y en escasas ocasiones a alternativas
globales. Cifrada la aportación colectiva en aspectos menores, habrá que
admitir que la participación y su integración en las directrices del APG
tendrán más un carácter formal que esencial, salvo que lo esencial fuera la
mera participación y su posible asunción. El estatuto de la participación en el
planeamiento, aun siendo políticamente deseable y constitucionalmente exigible,
tampoco va a garantizar la bonanza de los resultados derivados. Quedarán
legitimados dichos resultados, desde la concepción de la soberanía popular,
pero difícilmente podría apuntarse la visión de una ciudad como fruto de una
decisión global. Es más potente la metáfora que se desprende: la ciudad como
fruto de todos que la virtualidad de sus resultados. Desde este punto de vista,
interesa más el control del seguimiento y su gestión que una pretendida autoría
popular en los documentos de partida. La definición de derechos fundamentales,
que formula el artículo 47 de la Constitución Española, parece garantía
suficiente en la defensa que los poderes públicos deben producir sobre los
ciudadanos en su r-elación con la ciudad.
José
Rivero Serrano. Diario “Lanza”, 27 de agosto de 1986
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