«Ciudad Real
rendida y obediente, se pos-
tra a los pies de Vuestra Majestad. Y
digo, otra
vez, Ciudad Real, por ser nombre que le
con
cedieron los Gloriosos progenitores de
Vuestra
Majestad, por grande prerrogativa, y por
tantos
y tan continuos servicios, expresados en
Reales
Privilegios, declarándola por Patrimonio
de
Vuestra Majestad, inseparable de la Corona
de Castilla; para no ser enajenada, en
todo ni
en parte, y con sucesos de tan singular
estima
ción, que habiéndose dado, a las
Serenísimas
Reina Doña Beatriz y Princesa Doña Blanca,
no tuvo en personas tan Soberanas cumpli-
miento la enajenación, aún siendo por
término
limitado.
Y despues, en
tiempo del Señor Don Juan II,
habiéndole librado de la opresión de los Gran
des, la hizo Ciudad, con todos los honores
de
Toledo y Cuenca. Prosiguiendo en empresas
y
hazañas tan propias de su lealtad, en
porfiadas
guerras con los Maestres de Calatrava (que
por estar fundada en medio de su distrito
qui
sieron incorporarla) se mantuvo siempre
por
si sola en pro de la Corona.
Y ahora, en el
tiempo feliz, que Vuestra
Majestad, es el Grande de los Monarcas, hemos
gastado la hacienda de nuestros padres, y
ver-
tido la sangre de nuestros hijos en los
Reales
Ejércitos, haciéndosenos todo poco, para
lo
que quisiéramos, y lo que debemos; y
cuando
de la Real piedad de Vuestra Majestad,
esperá
bamos (sino aumento j a lo menos conserva-
ción de nuestros privilegios llegaron las
noti-
cias de darse Vuestra Majestad por
servido,
en entregarnos al Duque de Aveiro, y a no
ha-
ber el consuelo tan grande de la
esperanza,
hubiéramos de soportar la muerte.
Si alguna
necesidad es pretexto de tan las-
timosa resolución, todavía nos ha quedado
ha-
cienda que vender para redimirnos. Y si no
al-
canzare, nosotros también nos venderemos,
siendo dichosa esta esclavitud, al paso
que
escandalosa la enajenación. Pues si un
esclavo
se vende (por más que se acredite de fiel)
que-
da sospechoso en los procedimientos. Y
cuando
los nuestros han sido tales que a mayores
ciu-
dades han sido ejemplo... [En este momento
Don Juan de Aguilera, enternecido lloró).
La
piedad liberal de Don Felipe IV se enterneció
y respondió con estas singulares palabras:
YO
TENDRE MUCHO CUIDADO EN CON-
SERVARLA.
Lo cual se vió
cumplido, pues se dió su Ma-
jestad por servido del celo y lealtad de
los de
Ciudad Real. No enajenando de la Corona de
Castilla a su Real Ciudad*.
Isabel Pérez Valera, agosto de
1965. Boletín de Información Municipal Nº 18
No hay comentarios:
Publicar un comentario