El próximo jueves, 4 de febrero, se
espera que el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Ciudad Real sea
aprobado por la Comisión Regional correspondiente, en la Junta de Comunidades,
con lo que daría paso a su inminente entrada en, vigor. La revisión que ahora
se tramita se hace sobre unas ordenanzas urbanísticas que proceden de 1978,
realizadas por la última Corporación municipal franquista. Tanto el concejal
delegado del Área del Ayuntamiento, como especialistas en urbanismo y
arquitectos coinciden en considerar a la capital manchega como una ciudad sin
señas de identidad, incómoda y estéticamente desagradable. Todo ello es la
consecuencia de una gran especulación del suelo, padecida en los últimos años,
y la responsable directa de la degradación arquitectónica que se padece. LANZA
inicia una serie de tres reportajes sucesivos con motivo de la revisión del
PGOU. En la primera entrega de hoy se expone la situación por la que ha
atravesado Ciudad Real en estos, aspectos durante los últimos años, indagándose
en las causas históricas del caos urbanístico que se padece, y al que pretende
poner fin el Muro Plan. En una segunda parte, mañana miércoles, se contemplan
las características más sobresalientes de la nueva ordenanza; para concluir el
Jueves con determinados aspectos urbanísticos, como es la situación de las
casas declaradas en ruina o abandonadas.
Al iniciarse el siglo XXI Ciudad Real contará con una población aproximada de 64.000 habitantes. Se prevé un crecimiento anual del uno por ciento, cifra similar a las tasas de los países industrializados. Sin embargo en el primer Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de esta ciudad, que se remonta a 1963, se recogían unas previsiones optimistas o interesadas sobre lo que se esperaba que fuese la capital manchega una década después. Era la época del desarrollismo franquista, y se prometió la instalación de una zona industrial asentada en el extrarradio sur de Ciudad Real.
Esa prometedora circunstancia, que no
llegó a hacerse realidad, sirvió para asegurar, por parte de los responsables
municipales de entonces, que en 1975 la ciudad tendría 92.000 habitantes. Ante
semejante avalancha humana que se venía encima se necesitaría dotarles de
alojamiento, por lo que se hacía prioritario la construcción de nuevas
viviendas a un ritmo acelerado. Aquella “fiebre de progreso” provocó la
destrucción en gran parte del escaso casco histórico y fomentó la especulación
del suelo.
Se “vendió el presente por un futuro no
consolidado, tan sólo contemplado “sobre el papel” por sus promotores
administrativos. Como consecuencia, e imbuidos en plena etapa tecnocrática y de
fomento de la gran urbe como meta social, se comienza a derribar edificios
antiguos (los palacetes de la Plaza del Pilar, entre otros muchos), no
respetando el pasado arquitectónico y sustituyéndolo por edificaciones de gran
altura física y alta concentración urbana. La especulación constructora hizo su
fortuna económica al fabricar torres -o “rascacielos” según la terminología de
entonces- de hasta trece plantas en pleno centro de Ciudad Real, y sobre pocos
metros cuadrados de terreno.
LOS AUN FELICES 70
En la década de los años 70, y aún con la idea de que el desarrollo industrial era posible, se continúa con la política de hacer grandes edificios (“torrismo”). El caos arquitectónico asienta sus reales y Ciudad Real se convierte en una “tierra de nadie” en la que todos ejercitan todo tipo de construcción inmobiliaria. Se dan numerosos casos de indisciplina urbanística al no respetarse las normas de edificabilidad, situación propiciada en parte por unos propietarios del suelo e inmobiliarios que no seguían criterios de conservación sino de destrucción.
Ante la falta de una sociedad civil, crítica, y sin cauces de organización y representación política o de' opinión, se aplaudía este tipo de actuaciones incluso a través de artículos de prensa, como aquél del año 1974, en el que se llegaba a decir «que todo sea por el aumento del tráfico y de la urbanización». Así la degradación urbanística de Ciudad Real llega a sus máximos extremos.
El Plan de Reforma Interna, aprobado en el
75, a través de la adaptación a la nueva Ley del Suelo de aquel primitivo Plan
de 1963, suponía una continuidad respecto a lo que se venía haciendo. «Era un
problema de falsedad que servía para sustentar una construcción de grandes
alturas», tal y como los define Félix Pillet, especialista universitario en
temas urbanísticos, «... el arquitecto municipal del Ayuntamiento en los años
60 y 70 fue el que más ha construido en Ciudad Real en esa epoca, y eso ha
marcado decisivamente, pues él construía privadamente y al presentarse a sí
mismo sus proyectos (de obra) para la aprobación no iba a recha2árselos». Para
el actual decano de la Facultad de Letras, señor Pillet, esa actuación
condicionó todos los desajustes de esta ciudad.
La Reforma de la Ley del Suelo y el texto refundido en 1975 determinan unos plazos para que los Planes redactados con anterioridad a esa fecha se adapten a la nueva legislación. En el caso concreto de, Ciudad Real es, una Corporación aún franquista quien lleva a cabo esa revisión, manteniéndose tal cual durante toda la primera legislatura democrática en la que UCD, con Selas Céspedes de alcalde, no se plantea la conveniencia o posibilidad de cambiar el Plan de Urbanismo existente, basado en un documento del año 78 que permitía continuar el deterioro arquitectónico que se' venía produciendo.
Para el arquitecto José Rivera «la especulación no es una filosofía. Ha sido unos intereses económicos y políticos concretos, con nombres y apellidos de gente, y con vinculaciones de financieras con propietarios de suelo».
El testamento político del anterior Jefe
del Estado, Francisco Franco, recogía la famosa frase «todo lo dejo atado y
bien atado». Si bien es cierto que en otros aspectos de la convivencia española
esta máxima fue «desatada» con la transformación de las estructuras políticas,
económicas y sociales, en lo que respecta a materia arquitectónica la realidad
actual demuestra que en este campo concreto aún se mantiene el retrato de la
dictadura, perviviendo-en el desastre urbanístico de Ciudad Real y de muchas
otras ciudades de España. "Ahora no se puede destruir lo ya construido»,
afirma Félix Pillet. Aunque ciertas edificaciones sean ilegales por encontrarse
fuera de ordenanza. Tan sólo se puede esperar a que el tiempo logre hacer
desaparecer las rémoras de una planificación urbana caótica.
Y
AHORA ¿QUE?
Estos desastres se remontan a principios
de siglo. Mientras en el mundo occidental se procedía, durante la era
industrial, a reconstruir las ciudades, comenzándose a edificar en alturas en
las calles amplias y derribando los inmuebles que se encontraban semiderruidos,
enmascarando a solares encubiertos y en estado insalubres, en España y en
Ciudad Real' este proceso se inicia más tarde, a mediados de siglo, y se
expande durante el llamado «milagro económico» español, en plena época
desarrollista y tecnocrática. Actualmente esta ciudad continúa llevando a cabo este
proceso que ya debía haberse concluido.
Por citar un caso muy concreto la Plaza del Ayuntamiento tiene su origen de degradación en 1919 cuando se construye un edificio que comienza a romper al carácter castellano característico de este espacio de la capital. Se' realizan otros proyectos con posterioridad, como el del año 29, con los que se vuelve a distorsionar el conjunto arquitectónico de este castizo lugar, concluyéndose el proceso de destrucción con la aprobación del actual edificio del Ayuntamiento, obra de Fernando Higueras, bajo el mandato del munícipe Eloy Sancho, en 1974, y del que existe una réplica en Madrid en la carretera de Burgos.
En la primera legislatura democrática (1979-83), y aun manteniéndose el desorden urbanístico en Ciudad Real, la indisciplina que incumplía la legislación al respecto se desarrolla fundamentalmente en el suelo urbano, mientras que en el segundo mandato: con Alianza Popular de mayoría de gobierno municipal (1983-87), esta Indisciplina, ya más atenuada, se desarrolla en el suelo no-urbanizable.
Según José-Rivero, «en el Colegio de Arquitectos y en el propio Ayuntamiento se tienen recogidos casos de falsificación a la hora de obtener los permisos de construcción, como puede ser la reducción de dimensiones de patio que permitía edificar determinado volumen. Es en función de la superficie del solar, y así se declaraban que se tenían 2.000 metros cuadrados (por ejemplo), cuando en realidad se tenían 1.000 para construir. Ahora la complejidad del cálculo se ha reducido y por lo tanto la posibilidad de engaño también. Pero entonces no había seguimiento ni control».
En la actualidad se es más consciente de la existencia de unas normativas a respetar. Con los ayuntamientos democráticos en Ciudad Real se produjo un gran número de expedientes sancionadores debido al incumplimiento de las normas de edificación.
En 1987 se -plantea «la conveniencia de proceder a una revisión del programa de actuación», según declaraba entonces el arquitecto municipal Rafael Humbert Fernández, continuando con que «con el análisis del vigente Plan General, su grado de desarrollo y el estado actual de la ciudad se desprendía que no quedaba más remedio que emprender con urgencia, pero sin precipitación, la revisión total del mismo».
y así se produce este nuevo Plan General de Ordenación Urbana que se espera tener aprobado el próximo día 4 de febrero, encontrándose ahora en la fase de preparación del informe técnico que será elevado a la Comisión Regional de Urbanismo, en la Junta de Comunidades, y que supone el tercer y último trámite legal antes de su entrada en vigor, prevista para mediados de este mes.
Con esta reforma se pretende, según
palabras del actual concejal delegado de Urbanismo, Vicente Romero, «que si no
se puede lograr que ésta sea una ciudad arquitectónicamente bella, al menos que
sea cómoda y amable»
Eulalio Román Labrador. Diario
“Lanza”, 2 de febrero de 1988
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