PROCESIONES
DEL RESUCITADO
Desde remotos tiempos se verificaba una
solemne función al Resucitado que saliendo, con su imagen, de la Parroquia de
San Pedro, iba por el estrecho callejón del Evangelista San Juan a la ermita de
este santo “situada en la calle de la Palma, en lo que luego fue molino
aceitero de don Rafael Barona”. Incorporado San Juan, continuaba la procesión
hasta la Plaza de San Francisco donde la Comunidad Franciscana salía a
recibirla con la Soledad. Se hacia la ceremonia del encuentro de Cristo Resucitado
con su Madre y la Procesión con las tres imágenes, -la Soledad ya gloriosa-
ingresaba en el Convento. Allí se cantaba misa, con sermón. Después regresaba
con igual pompa y recorrido, pero sin la Soledad, para dejar a San Juan en su
ermita, y al Resucitado en San Pedro. ¡Belleza castellana!
Otra procesión semejante salía de Santa
María y, por la calle Caballeros, llegaba a las Carmelitas, para retornar al
templo de salida.
La secular lucha de estas dos parroquias
era la causa de esa dualidad de cultos. Con el Corpus pasaba cosa semejante.
Hoy solo nos queda la también curiosa y
típica función de “los armaos” que de antiguo se celebra, en la Merced, el
Sábado de Gloria.
REFORMA
DE LAS HERMANDADES
En el último tercio del siglo XVIII,
debió decaer el entusiasmo por la Semana Santa o, al menos, en algunas
cofradías por lo que se deduce de lo siguiente:
“En 1786, el Alguacil Mayor de la
ciudad, D. Manuel García Pavón, dispuso traer, a su costa, 700 varas d
holandilla encarnada. Con ella se hicieron 55 túnicas, que cortó el maestro
Juan Baquero y las cosió, con la asistencia de seis oficiales, en la casa del
Alguacil, el cual también costeó las libras de cera necesaria para 55 hachas,
que labró José Malagón. De este modo pudo levantarse la perdida Hermandad del
Stmo. Ecce-Homo de Santiago”. En realidad, el rasgo no fue otra cosa que un
adelanto del Alguacil, pues “se obligaron los hermanos a pagar la túnica, el
día de San Juan de aquel año, y, la cera, en Sta. María de Agosto”.
“La Hermandad de la Dolorosa de Santa
María” –ya se le llamaba LA DOLOROSA a esa hermosa imagen- “se reformó este año
y salió con tal lujo” –indudablemente siempre ha sido Hermandad selecta- “que
se contaron 110 túnicas nuevas. ¿Llegan a tantas las de hoy?
“Entraron en celo los feligreses de San
Pedro y la Hermandad de la Oración en el Huerto llevó muchas túnicas nuevas con
lo que quedó a tono con las otras. Entonces era cura Párroco de esta Iglesia D.
Tomás Montesinos, que llamó la atención con su sabiduría”.
En sus altares se veneraban hasta
nuestros días, las centenarias imágenes titulares de las referidas Hermandades
y, de estas, las espléndidas y valiosas –las que cité al comienzo- siguieron
desfilando, cada año, destacando con su hermosura, entre las adquiridas “AYER”
cuando, bella y fastuosamente, se remozó la Semana Santa en los doce primeros
años de la actual centuria.
Aún guardo, en la penumbra dulce de mis
recuerdos de niñez, el gratísimo de los desfiles pintorescos de comienzo de
siglo, es decir, de tránsito de “ANTEAYER” a “AYER”: la Oración del Huerto,
frondosa de madroña y pomposa de naranjas y limones; la Sta. Espina, en viril
Custodia; Jesús “VENDAO” y PILATOS, de Santiago; los bizcos JUDIOS de San
Pedro, con sus cañas; la Enclavación, de la Merced, con judíos de camisa
blanca, almidonada, y cuello de brillo; los trágicos Cristos de la Caridad, de
Santiago, y del Perdón y de las Aguas, de San Pedro (¡hermoso antiguo Cristo,
este, con su casi clásico y bien tallado paño de pureza, tapado con ENAGUILLAS
moradas bordadas en oro!) dibujando con sus cuerpos, de cabeza a pies la S
característica de los crucifijos góticos decadentes… Y ¿no recordáis el
Calvario que la noche de Viernes Santo, levantaba ROMANCICO en el Altar Mayor
de la Merced?
Entonces, salvo excepciones, todas las
cofradías llevaban penitentes con túnica de percalina de larga y astrosa cola y
enorme capirote con molesta armadura, a modo de escalerilla de madera, sujeta
al pecho. Las excepciones eran los “ARMAOS” del Sepulcro, la Soledad, alumbrada
por escasas mujeres menestrales con negros guantes y mantilla de bolillos, y el
Nazareno –“alumbrar a Jesús” era frecuente promesa –acompañado de interminables
filas de hombres y mujeres, revueltos, portando velas y farolillos. Luego, los
separaron: mujeres, primero, y hombres después. Por último ya en el ayer los
hermanos vistieron túnica y ellos solos acompañaban, la noche del Jueves Santo,
al Nazareno.
¡Qué fuerte y emocionante era, a lo
largo de la noche de Jueves Santo, “ver pasar a Jesús” allá por las tortuosas
estrecheces equivocas de la calle de la Palma…, allá por el Compás y el Lirio…,
allá por las solitarias y obscuras TERRERAS y de la Cruz Verde, allá por la
desierta calle de la Estación…, y bajo los viejos arcos de la Plaza Mayor… y,
muy de madrugada, ante las tétricas rejas de la desaparecida y sombría vieja
Cárcel…, y oírle cantar una saeta manchega a la famosa Guachara”!
¡Ciudad Real, Semana Santa!
Julián
Alonso Rodríguez. Diario Lanza martes 12 de abril de 1949
Emilio buenas noches, estoy rastreando imágenes del escultor valenciano Venancio Marcos Roig, podrías indicarme si se conserva alguna fotografía del grupo escultórico del Huerto.
ResponderEliminarSi se conservan
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