Es cosa sancionada por los años y numerosas estadísticas, que al lado de las medidas generales contra todas las infecciones, figura preponderantemente la vacunación y revacunación en la lucha eficaz contra la viruela: y tan abrumador es el peso de los números, que cuando miramos alguna de las infinitas gráficas que con tal motivo se publican, nos causa asombro el pensar que seriamente quepa en un cerebro humano poner en duda tal axioma.
Más todavía existen individuos, aun en las clases médicas, que se atreven a dudar de esta eficacia, y si en los primeros es, solo censurable por el grado de incultura que tal criterio representa, en los profesionales es además criminal la emisión de tal juicio, va que el daño que al resto de las gentes pueden proporcionar es tan inconmensurable, que en el orden material no se encontraría sanción proporcionada a tamaño delito. Póngase en boca de un analfabeto cualquier juicio en contra de la eficacia de la vacuna y en un medio ambiente poco propicio a tal medida y se estrellaran cuantas decisiones tomen las autoridades en este sentido; pero si a la ignorancia la revestimos de la sagrada investidura que da la ciencia por un título académico, entonces el mal no tendrá remedio alguno y el vulgo se escudará fuertemente tras aquél juicio, mostrándose hasta agresivo en nombre de una falsa ciencia Así pues el consejo y el ejemplo debe partir de todos cuantos tienen el deber de modelar la cultura patria.
Por desgracia en nuestro suelo crece de
esa mala hierba y esta y no otra ha sido a nuestro sentir, la causa de que la epidemia
variolosa haya tomado tal incremento que, aparte de preocupar hondamente a las
autoridades sanitarias, colocasen a Ciudad Real a la cola de las poblaciones
cultas, Y no se culpe a unos del mal de todos, puesto que todos contribuyeron a
fomentar la plaga desde el jefe de oficina pública y privada que no exigió el
cumplimiento estricto de precepto legal que obliga todo empleado a estar
vacunado y revacunado, hasta el maestro que no se preocupó de pedir al niño
dicho certificado, también legal, pasando por el médico que amistosamente
sanciona un certificado de esta índole sin conocer a veces al sujeto
beneficiado: todos son igualmente culpables, involuntariamente en la gran
mayoría de casos, pero culpables; y es que las leyes sanitarias en nuestro
pueblo, se consideran como entelequias de unos desequilibrados y no se cumplen
más que cuando no hay otra cosa que hacer.
Por nuestra parte, hemos pretendido inculcar en las masas algo de esencia higiénica, al menos, aquellas rudimentarias nociones que poseemos, con la mirada fija en el destierro de ese temor infundado a tan rudimentaria medida de profilaxia: Cúmplenos la satisfacción de haber conseguido en muy pocos días practicar cerca de 4.000 vacunaciones entre reacios y voluntarios, descorriendo así la venda de miedo que cegaba el criterio de una gran masa de esta población.
En nuestra propaganda práctica nos acompañó el éxito ya que al menos hemos conseguido que tras los reacios viniesen muchos voluntariamente convencidos de la bondad de la medida y en esta labor de conquistar voluntades nos han auxiliado eficazmente, tanto la Inspección provincial de Sanidad que personalmente y por medio de sus agentes ha Practicado un verdadero apostolado, como los compañeros médicos y estudiantes de medicina que al más débil requerimiento han puesto todo su amable esfuerzo a nuestra disposición practicando tan crecido número de vacunaciones en un tiempo relativamente corto.
El secreto del éxito, no fue otro que el fiel cumplimiento de los preceptos científicos é higiénicos al practicar tan sencilla maniobra, porque al manifestarse de unos a otros la inocencia de la vacunación, sin toda esa serie de alteraciones de salud que creían encontrar, se convierten los más retraídos en propagandistas de esta profilaxia y se destruye, por consiguiente, el infundado temor que les dominaba: temor que hasta cierto punto tiene su fundamento en anteriores aplicaciones de esta medida: las vacunaciones directas de la ternera con toda la serie de infecciones que la acompañan; las vacunaciones de brazo a brazo inoculando necesariamente enfermedades graves de individuo o familiares, la práctica poco escrupulosa de tan sencilla maniobra hecha por personas poco peritas, todas estas causas cuyos perniciosos efectos son aún recordados por el público, hacen que instintivamente sientan esa marcada hostilidad a esponerse a un nuevo peligro.
Afortunadamente van convenciéndose de que
aquellas catástrofes ya están desterradas, que las molestias son mínimas en
proporción al mal que evitan y de esta forma con la visión práctica de la
realidad, se irá cimentando una nueva era en que veamos a Ciudad Real libre de
tal azote que, aparte del destrozo material que produzca, nos coloca a muy bajo
nivel cultural.
Barrientos. Ciudad Real, septiembre
1918. Revista “Vida Manchega” Núm. 215.
No hay comentarios:
Publicar un comentario