Una súplica, en beneficio de todos,
a la Excma. Diputación, al Excmo. Ayuntamiento, al Ilmo. Obispo y a la Cofradía
de Nuestra Señora de la Soledad.
Con las obras que se están realizando en
el Hospicio provincial, queda aislada y más visible la iglesia de la Soledad.
Un edificio tan raquítico, feo, y casi
ruinoso, no puede seguir destinado a fin tan importantísimo, hermoso y elevado,
como es el culto a la Virgen y por ello se debe a todo trance y en breve tiempo
hacer que desaparezca, y siendo extraño que ya no se haya decidido su
demolición.
Los propósitos de unirlo al Hospicio
parece que se han orillado, pues así lo indica la suspensión de la obra
correspondiente. Por esto, consideramos oportuno tratar hoy el asunto, llamando
sobre él la atención del Sr. Obispo y de las corporaciones interesadas en el
mismo.
No creemos para nada ni a nadie interese
conservar tan innecesario edificio; por el contrario, nos parece indiscutible,
que a todos conviene su inmediata desaparición.
El señor Obispo, como sumo sacerdote,
príncipe de la Iglesia y gobernador, estará más interesado que nadie en que el
culto sea todo lo solemne que merece la Reina de los Santos y con su
excepcional buen criterio comprenderá que para ello no reúne condiciones el
templo de referencia.
La antigua y numerosa cofradía de Nuestra
Señora de la Soledad, también deseará disponer dentro edificio mejor, más
amplio y seguro, para cumplir acabadamente los fines de su fundación.
La Diputación, activa y espléndida para
cuanto se refiere a la Beneficencia, no verá con gusto que la importante obra
que actualmente realiza quedase deslucida en su parte exterior y que las nuevas
crujías resultasen con menos luz y ventilación.
Al Ayuntamiento, por su parte, seguramente
le desagradaría no contar, de hoy en adelante, con una hermosa y amplia plaza,
en la cual aparecería, severa y esbelta, la extensa fachada del benéfico
Establecimiento; además, constituiría para él un motivo de preocupación
constante el mal aspecto que ofrecería y las señales de ruina que irían
apareciendo en el vetusto edificio de la Soledad, que seguramente se habría
hundido a no ser por las obras de relativa consolidación que en el mismo se
hicieron.
Siendo cierto, como lo es, todo lo
expuesto, no dudamos de que serán reconocidas la necesidad y conveniencia
indicadas y esperamos que aunadas las voluntades, se acordará y llevará a cabo
el derribo del edificio.
Dícese que la cofradía de la Soledad,
propietaria del mismo, es la que se muestra intransigente para dicha solución;
pero creemos depondrían su actitud, si, en lo posible, se agregarán a la
iglesia más próxima los beneficios, derechos y obligaciones existentes y se le
indemnizara por cesión del terreno a la vía pública.
Entendemos que todo es cuestión de
voluntad y confiamos en que ésta no ha de faltar por parte de nadie.
A esto solamente, limitamos nuestra
súplica.
Diario de La Mancha, Ciudad Real 27
de septiembre de 1906
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