Ayer viernes por la tarde, a las 7, el
Obispo Prior, Excmo. Rvdmo. Sr. D. Juan Hervás y Benet, consagró la Iglesia
Catedral y su Altar Mayor. Le asistían el Ilmo. Sr. deán de la S. I. P., don
Pedro Rebassa y el arcipreste de la misma don Rafael Pérez Piñero. Ocupaban
lugar destacado el alcalde de la capital, señor Martínez Gutiérrez y una representación
de la Corporación Municipal.
Con la asistencia del Seminario
Diocesano, de gran cantidad de religiosas y de numerosos fieles que llenaban la
catedral, la ceremonia dio comienzo con la preparación del Altar y la toma de
posesión del espacio de la iglesia para consagrarla al culto de Dios.
Esta primera parte se hizo mediante
lustraciones del Altar con agua “gregoriana” y el trazado en el suelo sobre
arena de todas las letras de los alfabetos griego y latino formando una cruz:
“Jesús es el mensaje, la buena noticia que se anunciará continuamente en este
templo”, explicaba el comentador, M. I. Sr. D. Antonio Lizcano, dignidad de
Chantre del Cabildo, mientras el Obispo realizaba el rito: El griego y el
latín, idiomas de la cultura clásica, fueron las lenguas que sirvieron para
extender por el mundo el mensaje del que había dicho de sí mismo que era el
Alfa y Omega de toda la historia de la civilización.
Se procedió, después, a la segunda parte
de la ceremonia: Traslado solemne de las reliquias de los mártires San Fidel y
San Félix, y las de San Juan de Ribera y del Beato Juan de Ávila, desde la Sala
Capitular hasta el Altar Mayor, en cuyo sepulcro iban a quedar como presencia
del sacrificio de los fieles cristianos junto al Sacrificio de Jesús, que cada
día se renovará en nuestra iglesia catedral.
La tercera parte, consistente en la
Consagración propiamente dicha de la iglesia y el Altar, era la más solemne. El
Obispo ungió con Crisma las paredes de la Iglesia en doce puntos que quedarán
marcados para siempre en las cruces de hierro en negro que atestiguaran a
perpetuidad la Consagración del primer templo de la diócesis. Deteniéndose ante
la puerta principal, el Obispo ungió también sus jambas, al tiempo que pedía
que esta puerta sea imagen de Aquel que así mismo se llamó Puerta, por donde
entran las verdaderas ovejas al redil de Dios.
Ungía después el Altar con el mismo
Crisma, poniendo luego sobre las cinco cruces señaladas con el óleo cinco
cruces de incienso y otras tantas de candela; mientras ardía sobre el Altar el
incienso, el Obispo, de rodillas, como todo el pueblo, invocaba al Espíritu
Santo: “Ven Espíritu Santo, …enciende en tus fieles el fuego de tu amor”.
A continuación, en esta Iglesia recién
consagrada, se celebró la Santa Misa: Para eso ha sido consagrada: Para ofrecer
a Dios el sacrificio verdadero, la oblación agradable: El Misterio de Jesús,
muerto y resucitado por nosotros.
Se coronaba así una ceremonia
esplendida, profundamente aleccionadora para todos, sobre el Misterio del Templo:
“Esta es la Casa del Señor, construida sólidamente sobre la roca firme”,
cantaba el coro.
La parte musical, abundante repertorio
de canto gregoriano, estuvo interpretada por la Schola del Seminario Diocesano,
bajo la dirección de don Juan Miguel Villar, acompañada al órgano por el
organista de la S. I. P. don Ángel Giménez de los Galanes.
Fue una ceremonia esplendida, en
presencia de todo el Cabildo, que ha dejado al primer templo de la Diócesis
constituido en noble iglesia consagrada, condición muy apropiada para su nueva
condición de templo bellamente restaurado.
Al final de la Misa se anunció que todos
los asistentes habían ganado indulgencia plenaria y que, cada año, en el día
del aniversario de la Consagración, se pueden lucrar 500 días de indulgencia
visitando la S. I.P.
La ceremonia terminaba a las 8:40 de la
tarde.
Diario
“Lanza”, sábado 27 de mayo de 1967
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