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lunes, 3 de septiembre de 2018

DON ÁLVARO MUÑOZ DE FIGUEROA: UN CABALLERO SIN SOMBRA (I)


Vista panorámica de Ciudad Real en 1687, según grabado de Juan Francisco Leonardo

1. INTRODUCCIÓN

Hace ya treinta y cinco años, Jerónimo López-Salazar Pérez, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, publicó un magnífico artículo en la revista Hispania. En aquel trabajo se estudiaba pormenorizadamente, a través de una impresionante cantidad de documentos originales, la figura de don Gonzalo Muñoz de Loaisa, caballero de la Orden de Calatrava, miembro de una poderosa familia asentada en Ciudad Real desde la Edad Moderna. En vida, este caballero, su persona y hacienda fueron tan notorios que sus contemporáneos le pusieron el sobrenombre de “el rico”, constituyendo sin duda un referente en aquellos tiempos. Con el paso de los siglos su figura, como la de tantos otros personajes históricos, fue cayendo poco a poco en el olvido, hasta pasar realmente inadvertida por la mayoría de los historiadores locales. La importancia de este “redescubrimiento”, realizado por el profesor López-Salazar, es sin duda crucial para todos aquellos que amamos la investigación histórica. Me he permitido recoger parte de sus palabras como resumen del objetivo que me he planteado para abordar este trabajo: “Resulta de gran valor ir poniendo de relieve la vida de aquellos individuos que permanecieron más o menos en la sombra, como una forma de acercarnos mejor a las sociedades de épocas pasadas” (López-Salazar, 1981: 355).

Siguiendo esta senda y teniéndola siempre presente como ejemplo y punto de partida, esta comunicación nace fruto de la recopilación de datos realizada durante varios años, fundamentalmente en los fondos depositados en el Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real, concretamente en su sección de protocolos notariales, aunque también en otros archivos como el Histórico Nacional, y los archivos diocesanos de Ciudad Real y Toledo.

Originalmente, el objetivo que nos habíamos planteado en la investigación, de la que partíamos, no consistía en centrarnos en reconstruir la vida de ninguna persona en concreto: queríamos documentar el proceso constructivo del convento de Mercedarios Descalzos de Ciudad Real, edificio emblemático situado en el centro urbano, convertido desde el año 2005 en sala de exposiciones y actualmente en la ampliación del museo provincial de la ciudad. Según avanzábamos en la consulta de los libros del siglo XVII, a partir de la década de los años 70, la figura de un noble, don Álvaro Muñoz de Figueroa, caballero de la Orden de Santiago, comenzaba a tomar un protagonismo inusitado en la vida cotidiana, detectando su presencia en numerosas escrituras notariales, de carácter civil y religioso. Coincidía esta progresiva presencia con la desaparición de su primo don Gonzalo Muñoz de Loaisa, cuya alargada sombra parecía haberle hecho permanecer en una zona de penumbra hasta ese momento, y con el progresivo declive de aquella rama familiar, envuelta en peleas por el destino de su memorable hacienda.

La construcción de la actual Parroquia de Santa María del Prado (Merced), se debe a D. Álvaro Muñoz

Toda esta actividad relacionada con don Álvaro y con su familia, hacía entrever que también esta rama de los Muñoz y no solo don Gonzalo, había contado con bienes muebles e inmuebles de consideración. Esta fortuna, recogida y ampliada por el caballero santiaguista con gran acierto, se destinaría en gran parte, a partir de dicha década, a la financiación de diversas obras pías, fundaciones y memorias, culminando con su labor de mecenazgo, convirtiéndose en el protector de la Orden de la Merced Descalza, tanto en Ciudad Real como en Miguelturra.

Estas razones nos llevaron a intentar profundizar en el conocimiento de este personaje para intentar comprender su influencia en la Ciudad Real del momento y los motivos que le llevaron a decantarse precisamente por proteger a los mercedarios y no otra orden ni convento diferente, a pesar de que por entonces ya existían otras casas religiosas con gran prestigio en la ciudad, amén de las parroquias, lugares todos ellos en los que, como veremos más adelante, sus antepasados habían rivalizado en la fundación de memorias, capillas y enterramientos.

2. ESTADO DE LA CUESTIÓN: ¿QUÉ SABIÁMOS DE DON ÁLVARO?

Para comenzar es importante tener presente que las primeras noticias biográficas referentes a don Álvaro Muñoz de Figueroa se recogen en ciertos estudios históricos clásicos, sobre todo en los que se ocupan de genealogías. Repasaremos algunos de ellos, teniendo presente que ciertas noticias han pasado con el tiempo de unos autores a otros, en ocasiones sin el contraste de fuentes necesario, determinando que se tengan por buenas investigaciones antiguas que pueden haber sido transformadas, incluso por los descendientes inmediatos de los personajes investigados, en favor de ciertos objetivos familiares. Estos defectos en la forma, en una disciplina harto enmarañada como es el origen familiar, pueden provocar la aparición de ciertos desfases o imprecisiones biográficas, que terminan por constituirse en datos válidos sin serlo.

En 1688, fecha en la que todavía vivía don Álvaro, don Luis de Salazar y Castro, caballero de la Orden de Calatrava y cronista al servicio del rey Carlos II, situaba los orígenes de la rama familiar de este caballero en la unión de don Alonso Jofre de Loaysa, regidor de Villa Real, y de Doña María Muñoz. Según Salazar era don Álvaro “Señor de esta Casa, y Mayorazgos en aquella Ciudad, y Patron del Monasterio de los Mercenarios Descalços de ella” (Salazar, 1688: 86).

En la fundación del Convento de las Mercedarias de Miguelturra, también intervino D. Álvaro Muñoz

Por estas mismas fechas vivía en Ciudad Real el maestro Joseph Díaz Jurado, cura de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, autor principal de un compendio histórico y genealógico conservado en varias copias manuscritas: la Singular idea del Sabio Rey don Alonso dibujada en la fundación de Ciudad Real. Desde un primer momento los historiadores que han manejado los distintos ejemplares que con este nombre han llegado hasta nuestros días (Delgado Merchán, Inocente Hervás y Buendía, Ramírez de Arellano o más recientemente Ángel Vázquez Morcillo y Francisco Ruiz Gómez, cuya edición hemos utilizado en este estudio), han señalado la existencia de varias manos en dicha obra, hasta tres diferentes, sobre todo teniendo presente que en algunos aparecen recogidas noticias pertenecientes a la segunda mitad del siglo XVIII, imposibles de atribuir al maestro Díaz Jurado, ya que éste murió en el mes de abril de 1707, después de hacer testamento (1). En los capítulos VII y VIII correspondientes al linaje de los Muñoz (Díaz, 1986: 257-265) Díaz Jurado sitúa la llegada a Ciudad Real de los primeros miembros de esta Casa, procedentes del reino de Aragón, en el año 1435. Pronto harían fortuna desdoblándose en varias ramas familiares, que a su vez, emparentarían con otras familias poderosas de la ciudad, como los Treviño y los Loaisa. Para el autor o autores de las genealogías contenidas en este manuscrito, un antepasado, llamado don Diego Muñoz, casaría en Ciudad Real con doña Inés de Loaisa, sucediéndose distintas generaciones hasta llegar a don Álvaro Muñoz de Loaisa y Treviño, quien casaría en primeras nupcias con doña Juana Mexía, procedente de Villanueva de los Infantes. De este primer matrimonio nacería solamente doña Tomasa
Muñoz y Gámez. Muerta la primera esposa volvería don Álvaro a casarse, en este caso con doña Luisa de Torres, oriunda de la cercana villa de Miguelturra. Siguiendo su línea argumental, de este segundo matrimonio procedieron tres varones: don Álvaro Muñoz de Figueroa, nuestro caballero, y dos hermanos menores: don García Muñoz, caballero de Calatrava, capellán de los Reyes en Granada y don Fernando Muñoz, quien se casaría, en Villanueva de los Infantes, con doña María Vohonachil.

La mayoría de los historiadores locales surgidos en Ciudad Real entre los últimos años del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX, recogieron las noticias de uno u otro cronista, Salazar o Díaz Jurado, admitiendo, como cosas ciertas, que don Álvaro se llamaba como su padre, que tenía una media hermana, llamada Tomasa, y dos hermanos: don García y don Fernando. En realidad el interés por su persona se reducía en estos estudios a su labor como mecenas. Como comprobaremos después, en realidad se confunden abuelos, tíos, padre e hijo.

Luis Delgado Merchán, recogió las figuras de don Álvaro Muñoz de Figueroa y de su esposa doña María de Torres, como los benefactores de la Orden Mercedaria, acudiendo en ayuda de los frailes de Ciudad Real en el año 1680 (fecha como veremos imprecisa) para levantar la iglesia del convento pues, según este autor, la escasez de la dotación inicial realizada por el fundador, el capitán Andrés Lozano, había determinado la ausencia de este importante elemento hasta fecha tan avanzada (el resto de las obras se habían iniciado en 1621). También don Álvaro habría ejercido su labor bienhechora con los vecinos de la ciudad al dotarla de un segundo pósito, con el deseo de complementar al único existente hasta esa fecha, de carácter municipal, a todas luces insuficiente para abastecer las necesidades de una población campesina, acuciada por las sucesivas pérdidas de sus cosechas, a causa de las sequías experimentadas en la zona entre los años 1679 y 1680. Este granero se levantaría contiguo a la nueva iglesia mercedaria, permaneciendo en pie casi doscientos años, hasta que sus herederos lo vendieron, para formar parte del solar en el que se levantaría el Palacio de la Diputación Provincial (Delgado, 1907: 335).

D. Álvaro Muñoz de Figueroa era caballero de la orden de Santiago

Inocente Hervás y Buendía también incluyó a este personaje en sus investigaciones sobre la historia de la provincia de Ciudad Real, aunque de forma más precisa y pormenorizada, manejando directamente las fuentes originales. Este autor nos presenta asimismo la faceta piadosa de don Álvaro, coincidiendo con Luis Delgado en el dato de haber promovido la construcción de una iglesia mercedaria donde antes no la hubo, pero precisando mejor la fecha de inicio de las obras, al aportar parte de la escritura notarial que recogía el contrato, suscrita el 12 de abril de 1674 (Hervás, 1914: 354). Semejante despliegue de datos utiliza Inocente a la hora de mencionar la fundación del mencionado pósito, realizada en el mes de octubre de 1694 (id.: 330).

Entre los historiadores del último tercio del siglo XX que tuvieron como objeto de estudio la Edad Moderna en Ciudad Real, también encontramos algunas referencias a nuestro personaje. Ese es el caso de Carla Rahn Phillips, autora de una de las mejores monografías sobre esta época histórica publicada en 1979. El rumbo de las investigaciones ya no se centraba por entonces en glosar las excelencias militares y piadosas de las clases privilegiadas, sino que iba mucho más allá, intentando tejer la compleja red económica, política, social y religiosa de una ciudad como Ciudad Real, relacionándola con los acontecimientos de semejantes características experimentados por la España de aquellos tiempos. El panorama presentado por Carla para los años en los que vivió don Álvaro es ciertamente desolador: progresivo desaceleramiento económico, uso inadecuado de los recursos naturales, agricultura mediocre y falta de innovaciones técnicas, asfixiada por una ganadería heredera de los derechos mesteños, expulsión de los moriscos, inclemencias climatológicas, peste... (Rahn, 1979: 1-41). En su análisis de la nobleza local, considera a don Álvaro como uno de los mayores propietarios de ganado de la zona, fundamentalmente de ovejas para lana, estabuladas en las montañas de León.

No se olvida esta autora tampoco de su faceta piadosa, desglosando la fundación del mencionado pósito, descubriéndonos un noble dotado de una clara visión de futuro, manifestada en las distintas cláusulas de esta fundación, actitud lejana a la desidia demostrada por las autoridades locales en la administración del pósito municipal, cuyas carencias e inoperancia motivaron la creación de dicha obra pía (id.: 40-41).


En el año 1996 la facultad de Historia de la Universidad de Castilla La Mancha, organizó un congreso sobre las Órdenes Militares en la Península Ibérica. Entre las comunicaciones presentadas, María Teresa Sánchez-Barrejón y José Ángel Asensio realizaron una recopilación de los datos conocidos sobre la figura de don Álvaro. En lo referente a su ascendencia familiar siguen básicamente la línea de Joseph Díaz Jurado. Se refieren también al estudio del profesor López-Salazar, aplicándole la inexistencia de cargos públicos al servicio de la monarquía para los varones de su linaje. Como añadidura considerándolo un “espíritu caballeresco de finales del siglo XVII”, desglosan las condiciones de la escritura fundacional de la iglesia de la Merced, insistiendo en su faceta de caballero cristiano (Sánchez-Barrejón, 2000: 2235).

Escudo de armas de los Muñoz en la cancela de entrada de la Parroquia de la Merced 

Javier Barranquero, en su estudio de conventos de la provincia de Ciudad Real, dedica también espacio a esta cuestión de la fundación de la iglesia de la Merced, utilizando como fuente principal los documentos conservados en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional de Madrid (Barranquero, 2003: 374-378). Como otros autores, reconoce que don Álvaro, a la hora de dictar sus condiciones, no fue demasiado exigente, dejando de lado privilegios que otros nobles hubieran defendido a capa y espada, como el disfrute de asientos privilegiados en el altar mayor. De hecho, los frailes mercedarios, reconociendo esta situación, incrementaron las prerrogativas del mecenas, buscando no solo beneficios espirituales, sino otros “más prosaicos, de tipo social”, relacionados con rituales desarrollados durante la Semana Santa: entrega de una palma por parte de la comunidad y ofrecimiento de la llave del Santísimo Sacramento durante el Jueves Santo.

Por último terminaremos este repaso a los antecedentes bibliográficos citando un estudio genealógico de la familia Muñoz, incluido en el libro de heráldica perteneciente a Carlos y Miguel Parrilla. En el apartado referente a los escudos que aparecen en el exterior e interior de la iglesia de la Merced de Ciudad Real, identifican las armas de don Álvaro y su esposa, María de Torres Aguilera, indicando que no se conserva el correspondiente expediente de caballero en el Archivo Histórico Nacional. Para estos autores, siguiendo documentación de la Real Chancillería de Granada, el santiaguista fue hijo de Francisco Muñoz, fundador de un importante vínculo. Asimismo consideran a su esposa, doña María, hija primogénita de José Torres Molina y María Muñoz Buenache, ambos nacidos y avecindados en Ciudad Real (Parrilla, 2008: 228-229).

Pilar Molina Chamizo (Museo de Ciudad Real). II Congreso Nacional Ciudad Real y su Provincia

(1) Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real (en adelante AHPCR), Protocolos Notariales, Ciudad Real, Pedro Fernández Moreno, folios 84r a 85v.

Junto a la Parroquia de la Merced, donde actualmente se levanta la Diputación, D. Álvaro levantó un pósito que permaneció en pie hasta el siglo XIX 

1 comentario:

  1. Yo pasé por Ciudad Real.. y Ciudad Real pasó por mí, (hace tanto.., tanto tiempo!). Gracias por colocar ante mis ojos calles, rincones, espacios en los que fui muy,muy feliz.

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