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jueves, 27 de octubre de 2016

“EL PRADO”


 
Vista de los jardines del Prado y la Catedral a principios del siglo XX

Bastantes siglos han pasado desde que, según la tradición heredada de nuestros historiadores, en este lugar floreciese aquél pequeño caserío llamado “Puebla de Pozuelo”. Desde entonces, esa misma tradición, nos habla y da a conocer la existencia de un pequeño prado (seguramente un encinar, puesto que estas tierras son de secano). De la forma en que se hallaba en lo antiguo esta humilde alameda es imposible imaginarlo, pero insiste la tradición que en este sitio tuvo lugar en el año 1088 la aparición de la Virgen del Prado sobre uno de aquellos árboles.

Pasados los años, en el siglo XVIII, “era el Prado un lugar asqueroso, depósito de inmundicias, indecoroso e impropio del soberbio templo que la piedad cristiana había levantado a la Virgen María”. Este gran historiador, que fue, don Inocente Hervás y Buendía, en su “Diccionario Histórico” nos habla larga y extensamente del Prado: Un vecino de Ciudad Real, llamado Isidoro Madrid, decía al ayuntamiento que desde el año 1778 venía realizando, por su cuenta y riesgo, la limpieza y allanamiento del sitio del Prado para poder regarlo y convertirlo en paseo. Para tal fin la ciudad le asignaba en 1792 la cantidad de 200 ducados anuales, para que siguiera atendiendo la limpieza y conservación del mismo.

 
El Prado en los años veinte

En el pasado siglo tuvo lugar un incidente con las autoridades del Regimiento que guarnecía la ciudad. El ayuntamiento dirigió el 25 de junio de 1821 a S.M. Fernando VII un documento, dándole cuenta de un acontecimiento verdaderamente extraordinario que tuvo lugar en el Prado, y que vino a perturbar la paz de esta ciudad: “se trataba por el ayuntamiento a fines del mes próximo pasado de regar cierta alameda que hay en la inmediación de la parroquia Santa María del Prado, como desde su aparición se venía ejecutando. El agua se conducía de un pozo próximo a dicha alameda propio de unas memorias de la Santa Imagen, y habiéndose conferido a censo cierto terreno de las mismas memorias a don Fermín Diez, ex-corregidor de esta capital, se creyó, equivocadamente, que había entrado en el contrato, no siendo así… y en ese intermedio se rompe un antiguo conducto ciego desde antes de la guerra pasada, que se dirige a dos fuentes o pitones que hay en medio de dicha alameda y paseo público, brota el agua con abundancia a la superficie de la tierra en los regueros de la cañería: se advierte por las gentes de ambos sexos y de todas edades y corren precipitadamente al Prado, a ver y cerciorarse de aquella novedad, que sin enterarse ni detenerse en averiguar su origen lo tuvieron por milagro. El cura propio de la misma Parroquia les hace palpable con la mayor eficacia y esfuerzo que el agua de aquellos depósitos procedía de la trasvenada de la alberca inmediata, pero aún las gentes titubean. Hace llamar al alcalde de primer voto para que le ayudara a convencerles y se logra a poco esfuerzo separarlos de esta maniática creencia. Más suplican aquellas gentes que se vuelva a la Virgen a su pozo y se riegue su arboleda, y así se verificó. Reúnanse por la tarde del mismo día 2 varias mujeres, jóvenes y algunos hombres, limpias las fustas y yerbas del Prado, traen caballerías a su costa y principian a regar, pidiendo para ello el correspondiente permiso al gobierno. Al anochecer del propio día y concluido el riego se pasan las mismas gentes a casa del párroco: seis graneros provinciales le conducen en brazos a la del Vicario Eclesiástico y le ruegan permita que la Virgen salga a otro día en procesión alrededor de su Prado. El Vicario se lo concede, con tal de que el Jefe Político lo consienta, con quien contaban también las gentes, y regresando al párroco a su posada, tanto aquél, como por éste y los alcaldes se consiguió el retiro a sus respectivas casas, sin que ocurriera la menor indisposición; así lo demuestra el testimonio nº 1 que acompaña el expediente. El día 3… a ruego de varias gentes salió la procesión a las seis de la tarde… en ella y su tránsito no se notó otro desorden que el de tributar esforzadamente repetidos y altos vivas a la Divina Imagen y a la religión, durando éstos hasta las diez de la noche de su santo templo… se oyeron también en la Plaza y Paseo del Prado, por espacio de ambos días únicamente… según el testimonio nº 2, quedando el pueblo en la mayor tranquilidad y sosiego, en cuyo estado le encontró el comandante de la Caballería del Regimiento de Alcántara, motivó esta representación el recurso que a su vez hicieron a S.M. el coronel y oficialidad del regimiento de Navarra, acantonado en esta ciudad hacía un año, acusando al pueblo de actos de sedición, y al clero y autoridades, de promovedores de los dichos actos, cuyas calumnias reprodujo en sus columnas “El Espectador”, periódico de la corte. La corporación prueba, además de su inocencia, el recto proceder de todas las autoridades y vecinos de la población, y que el oficio de falsos denunciadores no era nuevo en aquel cuerpo, puesto que, por idéntico motivo se le había trasladado de Badajoz y Toledo”.

 
Vista del Prado con la Cruz de los Caídos en los años cuarenta del pasado siglo

Sigue diciendo Hervás y Buendía que, al año siguiente (1822), el ayuntamiento compró las Casa de Cozar, así llamadas por pertenecer a la vinculación de este nombre, destinadas para habitación del campanero, frente a la Puerta del Sol de dicha iglesia, por lo que el Prado adquirió una forma regular y dando el arzobispo de Toledo la piedra para construir su gradería, quedó constituido en el más bello recreo de la población.

El Prado, con una superficie de más de 7.000 metros cuadrados, fue dividido en cuatro jardines cruzados por hermosos paseos. A todo su alrededor se instaló después una cerca de ladrillo, coronada por una barandilla de hierro fundido, siendo sustituida en los años 1960-61 por taludes sembrados de verde. Finalizando el pasado siglo y bastantes años más del presente, se levantó un tablado de madera cerca de la fachada principal de la Catedral, donde los jueves y los domingos la Banda Municipal daba conciertos de música. Más tarde estos conciertos se daban arriba de un templete metálico de hierro, que se construyó en el paseo central para dicho fin.

Ya entrado el siglo actual (nos dice González Díaz) se puso una tubería desde un pozo que se encontraba en el solar de la hoy “Casa de la Cultura” hasta el centro del Prado, donde había una especie de “repartidor”, del que salían cuatro regueras, una para cada uno de los cuatro jardines. En cada una de las esquinas de estos jardines existía una tinaja de medianas proporciones, semienterradas, que iban llenando de agua para después de los jardineros sacarla a cubos y repartirla por los paseos en las calurosas tardes de verano.

Finalizando la década de los años cuarenta, siendo alcalde don José Navas Aguirre, se levantó en el paseo central del Prado la “Cruz de los Caídos”, monumento hecho en piedra de granito, que consta de una cruz bastante alta y un altar, estando protegida por unas cadenas enlazadas por unos pivotes, rodeando la escalinata de la base. En 1986 la “Cruz de los Caídos” fue llevada a la entrada del Cementerio Municipal, donde fue colocada en octubre del mismo año.

Otras reformas fueron realizadas en el Prado en los últimos años: bancos de piedra, luces fluorescentes, mejora de acceso, jardinería… culminando en el mes de febrero de 1984 con la colocación de una nueva barandilla, la que sirve de respaldo a los asientos de piedra que se ciñen por todo el alrededor del recinto.

En el año 1986, en el lugar dejado por la “Cruz de los Caídos”, fue construido un templete para la música. Las obras, que fueron adjudicadas a la empresa “Construcciones León Treviño”, supusieron un importe de 5.200.000 ptas. El 6 de agosto fue inaugurado el citado templete por el alcalde don Lorenzo Selas, al que acompañaban la mayoría de la corporación municipal.

Cada 31 de julio el Prado se viste de gala para recibir el homenaje de todos los ciudadrealeños, en honor a su Patrona Ntra. Sra. del Prado.

Francisco Pérez Limón. Diario Lanza, Extra Feria de Ciudad Real, agosto de 1993.

 
El Prado en los años cincuenta del pasado siglo

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