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domingo, 2 de octubre de 2016

LA VISITA DE ALFONSO XII A CIUDAD REAL Y SU CATEDRAL EN 1879



El 3 de febrero de 1879, lunes, se abría la nueva línea de Madrid a Ciudad Real que la Compañía de los Ferro-Carriles de Ciudad-Real a Badajoz había construido en el breve plazo de poco más de un año, acortando en casi cien kilómetros, y varias horas, el trayecto de la villa y corte a la ciudad manchega. El encargado de inaugurar esta línea seria el rey Alfonso XII.

Toda la prensa de la época se hizo eco del viaje real. Alfredo Escobar inicia su crónica de La Ilustración Española y Americana con estas palabras: «A las ocho en punto del día 3 de febrero, el tren de invitados, limpio y elegante como una muchacha que va a recibir su primera comunión, salió de una estación que no existe todavía, pero que existirá con el tiempo en el paseo de las Delicias».

«Dos trenes estaban preparados —añade por su parte el reportero anónimo de La Época—: el uno para la regia comitiva, compuesto de doce carruajes, y el otro, que comprendía algunos más, para las personas invitadas por la empresa». A ciento cincuenta personas ascendía el número de convidados que salió en el primer convoy, como trae La Correspondencia de España; y en el segundo, que partió una hora más tarde, acompañaba al rey un numeroso séquito en el que figuraban, entre otros, el presidente del Consejo —como entonces se decía al del Gobierno—, los ministros de Estado y de Fomento, el presidente del Congreso de Diputados, el embajador de España en Lisboa y altos mandos militares.

El tren regio fue deteniéndose en todas y cada una de las quince nuevas estaciones del trayecto, lujosamente engalanadas para la ocasión, entre coros de mozos y cantares alusivos, y atestadas de un inmenso gentío: Getafe, Parla, Torrejón, Yeles y Esquivias, Pantoja y Alameda, Algodor, Almonacid, Mascaraque, Mora, Manzaneque, Yébenes, Urda, el apeadero de Emperador, Malagón y Fernán-Caballero, antes de llegar a Ciudad Real tras un agotador viaje de 169 kilómetros y 925 metros que, paradas incluidas, había durado siete horas. Y que se prolongaría después, siguiendo la vía de Badajoz, por Argamasilla de Alba, Puertollano y Cabeza de Rey, llegando a la capital pacense y luego hasta Elvas, en Portugal, donde don Alfonso conferenciaría con el rey lusitano Luis I en un pabellón levantado para la ocasión. A su regreso se detuvo en Mérida y Medellín, entrando en Madrid el tren regio al anochecer del día 7 de febrero.

El periódico ya aludido “La Correspondencia de España”, en su número 7714 del miércoles 5 de febrero de 1879, realiza la siguiente crónica de la visita de Alfonso XII a Ciudad Real:

“Escusado es decir que la llegada del tren real ha sido para esta ciudad un doble acontecimiento contemplar la inauguración de una nueva línea sumamente beneficiosa para los intereses de la misma y hospedar en su recinto al jefe supremo de la nación.

Como es natural, el vecindario ha recibido la llegada del tren con vivas muestras de regocijo y manifestaciones de afecto al joven rey.

Las autoridades de la provincia, comisiones de todos los cuerpos o institutos civiles y militares y del orden judicial, senadores y diputados de la provincia, los principales accionistas de la línea, el ayuntamiento, la diputación provincial, una comisión de las ordenes militares, otra de la audiencia de Albacete, el teniente general Conde de la Cañada, varios jefes y oficiales del ejército, los ingenieros jefes de la provincia, el Sr. Calleja (D. Enrique) jefe de los talleres y multitud de personas distinguidas recibieron en la estación a S.M. que subió en una elegante carreta con los señores presidente del Consejo, el gobernador Sr. Frontaura y el alcalde primero Sr. Messia, y entró en la ciudad precedido por un piquete de la guardia civil y de lanceros y varios oficiales del ejército a caballo. Seguían al coche los alabarderos y más de treinta carruajes (casi todos los de la provincia) conduciendo a la regia comitiva, que entró en Ciudad-Real por la puerta de Alarcos, siguiendo por la calle del mismo nombre, Plaza del Pilar, calle de los Arcos, Mercado, calles de la Feria, Toledo y la Rosa, dirigiéndose a la iglesia catedral de Nuestra Señora del Prado, donde fue recibido S.M. bajo palio por el señor obispo y cabildo, y por el capítulo de las ordenes militares.

A la izquierda de la puerta, en la capilla bautismal, el presidente y secretario de las órdenes colocaron a S.M. el manto e insignias de las mismas, dirigiéndose acto seguido la comitiva al altar mayor, donde se había prevenido un dosel para S.M. y asientos para las personas de su séquito.

El obispo de la diócesis, Sr. Guisasola, ofició de pontifical, entonando el Te-Deum en la capilla. Concluida la ceremonia religiosa, salió de la catedral la corte, y se dirigió por las calles del Prado, de la Feria y de Caballeros hasta el alojamiento de S.M. dispuesto en el instituto de segunda enseñanza, que es el edificio más capaz de la población.


En la carrera recorrida, un inmenso gentío en las calles, y elegantes damas en los balcones, saludaban respetuosa y cariñosamente a S.M. Al extremo de la calle Alarcos, existe un arco de 14 metros de elevación y cuatro de luz, estilo renacimiento, con lienzos y bastidores. En la calle de la Feria otro de transparentes y ramajes, con los atributos de la prudencia, la justicia, la Fortaleza y la Templanza, los retratos de Hernan Pérez del Pulgar, Santo Tomás de Villanueva, Balbuena, y el general Espartero, hijos de la provincia los cuatro, el escudo de armas de España y las inscripciones siguientes: “Ciudad-Real a S. M. el rey.- Al gran maestre de las ordenes militares”. Otro arco levantado por la guarnición de Ciudad-Real, de bastante gusto, decorado con grupos de armas, banderas, etc., está situado en la calle Toledo.

El alojamiento preparado para S.M. es todo lo elegante y cómodo que permite la falta de elementos con que se tropieza en una capital de 14000 almas. Las mejores habitaciones son sin duda el salón de recepción, el despacho y la alcoba. El primero es bastante capaz, tiene el techo dividido en tres porciones por molduras doradas sobre fondo blanco, con florones de oro; las paredes forradas por recuadros están adornadas por varios grandes y hermosos espejos. El trono se compone de una colgadura de terciopelo carmesí con fleco y franjas de oro, el sillón es de la misma tela y madera dorada. El despacho ostenta una preciosa mesa de palo santo y una sillería de raso verde manzana. El mobiliario y colgaduras de la alcoba, es todo de damasco amarillo, la cama vestida del mismo color; además hay cuatro pequeños divanes con almohadones, dos sillones, un puf, un velador y una preciosa mesa de madera rosa con incrustaciones.

Las continuas lluvias de estos días, y lo desapacible del de hoy, han contribuido a que los festejos preparados no luzcan tanto como hubieran podido lucir y como el pueblo de Ciudad-Real hubiera deseado. Un castillo de fuegos que se preparaba para esta noche, se ha tenido que disparar al anochecer, pero la pólvora estaba completamente mojada y apenas se han visto los fuegos de esta función de pirotecnia.

Los empleados de la administración económica, han acordado para solemnizar la venida de S.M. ceder un día de haber para dar mañana una limosna de pan a los pobres. Este acto es a no dudar uno de los que más habrá agradecido el rey.

A la comida regia han sido invitadas varias personas. El rey tenía a su derecha el ministro de Portugal y a su izquierda el ministro de Estado. El presidente del Consejo, presidía el otro extremo, sentándose a su lado el ministro de Fomento y el presidente del Congreso, Sr. Ayala. Entre los comensales figuraban el obispo, el capitán general, gobernador civil, alcalde, presidente de la audiencia, fiscal, presidente y vicepresidente de la diputación, conde de la Cañada, los diputados a cortes, el senador Sr. Melgarejo, el presidente del consejo de administración de la compañía marqués de Cabra, siete consejeros de la misma, entre ellos los señores duque de Maqueda, Dueros y Alcázar, y el presidente de las órdenes militares.

El banquete ha sido esplendido y servido con el esmero con que se acostumbra en las mesas de la real casa.

Al día siguiente la comitiva real siguió su viaje hacia Badajoz. La revista “La Ilustración Española y Americana” publicó en su número del 15 de febrero de 1879, dos dibujos de Juan Comba de la visita real a Ciudad Real, que reproduzco en esta entrada.

 
Alfonso XII

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