El 3 de febrero de 1879, lunes, se abría
la nueva línea de Madrid a Ciudad Real que la Compañía de los Ferro-Carriles de
Ciudad-Real a Badajoz había construido en el breve plazo de poco más de un año,
acortando en casi cien kilómetros, y varias horas, el trayecto de la villa y
corte a la ciudad manchega. El encargado de inaugurar esta línea seria el rey
Alfonso XII.
Toda la prensa de la época se hizo eco
del viaje real. Alfredo Escobar inicia su crónica de La Ilustración Española y
Americana con estas palabras: «A las ocho en punto del día 3 de febrero, el
tren de invitados, limpio y elegante como una muchacha que va a recibir su
primera comunión, salió de una estación que no existe todavía, pero que
existirá con el tiempo en el paseo de las Delicias».
«Dos
trenes estaban preparados —añade por su parte el reportero anónimo de La
Época—: el uno para la regia comitiva, compuesto de doce carruajes, y el otro,
que comprendía algunos más, para las personas invitadas por la empresa». A
ciento cincuenta personas ascendía el número de convidados que salió en el
primer convoy, como trae La Correspondencia de España; y en el segundo, que
partió una hora más tarde, acompañaba al rey un numeroso séquito en el que
figuraban, entre otros, el presidente del Consejo —como entonces se decía al
del Gobierno—, los ministros de Estado y de Fomento, el presidente del Congreso
de Diputados, el embajador de España en Lisboa y altos mandos militares.
El
tren regio fue deteniéndose en todas y cada una de las quince nuevas estaciones
del trayecto, lujosamente engalanadas para la ocasión, entre coros de mozos y
cantares alusivos, y atestadas de un inmenso gentío: Getafe, Parla, Torrejón,
Yeles y Esquivias, Pantoja y Alameda, Algodor, Almonacid, Mascaraque, Mora,
Manzaneque, Yébenes, Urda, el apeadero de Emperador, Malagón y
Fernán-Caballero, antes de llegar a Ciudad Real tras un agotador viaje de 169
kilómetros y 925 metros que, paradas incluidas, había durado siete horas. Y que
se prolongaría después, siguiendo la vía de Badajoz, por Argamasilla de Alba,
Puertollano y Cabeza de Rey, llegando a la capital pacense y luego hasta Elvas,
en Portugal, donde don Alfonso conferenciaría con el rey lusitano Luis I en un
pabellón levantado para la ocasión. A su regreso se detuvo en Mérida y Medellín,
entrando en Madrid el tren regio al anochecer del día 7 de febrero.
El
periódico ya aludido “La Correspondencia de España”, en su número 7714 del miércoles
5 de febrero de 1879, realiza la siguiente crónica de la visita de Alfonso XII
a Ciudad Real:
“Escusado
es decir que la llegada del tren real ha sido para esta ciudad un doble
acontecimiento contemplar la inauguración de una nueva línea sumamente
beneficiosa para los intereses de la misma y hospedar en su recinto al jefe
supremo de la nación.
Como
es natural, el vecindario ha recibido la llegada del tren con vivas muestras de
regocijo y manifestaciones de afecto al joven rey.
Las
autoridades de la provincia, comisiones de todos los cuerpos o institutos
civiles y militares y del orden judicial, senadores y diputados de la
provincia, los principales accionistas de la línea, el ayuntamiento, la
diputación provincial, una comisión de las ordenes militares, otra de la
audiencia de Albacete, el teniente general Conde de la Cañada, varios jefes y
oficiales del ejército, los ingenieros jefes de la provincia, el Sr. Calleja
(D. Enrique) jefe de los talleres y multitud de personas distinguidas recibieron
en la estación a S.M. que subió en una elegante carreta con los señores
presidente del Consejo, el gobernador Sr. Frontaura y el alcalde primero Sr.
Messia, y entró en la ciudad precedido por un piquete de la guardia civil y de
lanceros y varios oficiales del ejército a caballo. Seguían al coche los
alabarderos y más de treinta carruajes (casi todos los de la provincia)
conduciendo a la regia comitiva, que entró en Ciudad-Real por la puerta de
Alarcos, siguiendo por la calle del mismo nombre, Plaza del Pilar, calle de los
Arcos, Mercado, calles de la Feria, Toledo y la Rosa, dirigiéndose a la iglesia
catedral de Nuestra Señora del Prado, donde fue recibido S.M. bajo palio por el
señor obispo y cabildo, y por el capítulo de las ordenes militares.
A
la izquierda de la puerta, en la capilla bautismal, el presidente y secretario
de las órdenes colocaron a S.M. el manto e insignias de las mismas, dirigiéndose
acto seguido la comitiva al altar mayor, donde se había prevenido un dosel para
S.M. y asientos para las personas de su séquito.
El
obispo de la diócesis, Sr. Guisasola, ofició de pontifical, entonando el
Te-Deum en la capilla. Concluida la ceremonia religiosa, salió de la catedral
la corte, y se dirigió por las calles del Prado, de la Feria y de Caballeros
hasta el alojamiento de S.M. dispuesto en el instituto de segunda enseñanza,
que es el edificio más capaz de la población.
En
la carrera recorrida, un inmenso gentío en las calles, y elegantes damas en los
balcones, saludaban respetuosa y cariñosamente a S.M. Al extremo de la calle
Alarcos, existe un arco de 14 metros de elevación y cuatro de luz, estilo
renacimiento, con lienzos y bastidores. En la calle de la Feria otro de
transparentes y ramajes, con los atributos de la prudencia, la justicia, la
Fortaleza y la Templanza, los retratos de Hernan Pérez del Pulgar, Santo Tomás
de Villanueva, Balbuena, y el general Espartero, hijos de la provincia los
cuatro, el escudo de armas de España y las inscripciones siguientes: “Ciudad-Real
a S. M. el rey.- Al gran maestre de las ordenes militares”. Otro arco levantado
por la guarnición de Ciudad-Real, de bastante gusto, decorado con grupos de
armas, banderas, etc., está situado en la calle Toledo.
El
alojamiento preparado para S.M. es todo lo elegante y cómodo que permite la
falta de elementos con que se tropieza en una capital de 14000 almas. Las
mejores habitaciones son sin duda el salón de recepción, el despacho y la
alcoba. El primero es bastante capaz, tiene el techo dividido en tres porciones
por molduras doradas sobre fondo blanco, con florones de oro; las paredes
forradas por recuadros están adornadas por varios grandes y hermosos espejos.
El trono se compone de una colgadura de terciopelo carmesí con fleco y franjas
de oro, el sillón es de la misma tela y madera dorada. El despacho ostenta una
preciosa mesa de palo santo y una sillería de raso verde manzana. El mobiliario
y colgaduras de la alcoba, es todo de damasco amarillo, la cama vestida del
mismo color; además hay cuatro pequeños divanes con almohadones, dos sillones,
un puf, un velador y una preciosa mesa de madera rosa con incrustaciones.
Las
continuas lluvias de estos días, y lo desapacible del de hoy, han contribuido a
que los festejos preparados no luzcan tanto como hubieran podido lucir y como
el pueblo de Ciudad-Real hubiera deseado. Un castillo de fuegos que se
preparaba para esta noche, se ha tenido que disparar al anochecer, pero la pólvora
estaba completamente mojada y apenas se han visto los fuegos de esta función de
pirotecnia.
Los
empleados de la administración económica, han acordado para solemnizar la
venida de S.M. ceder un día de haber para dar mañana una limosna de pan a los
pobres. Este acto es a no dudar uno de los que más habrá agradecido el rey.
A
la comida regia han sido invitadas varias personas. El rey tenía a su derecha
el ministro de Portugal y a su izquierda el ministro de Estado. El presidente
del Consejo, presidía el otro extremo, sentándose a su lado el ministro de Fomento
y el presidente del Congreso, Sr. Ayala. Entre los comensales figuraban el
obispo, el capitán general, gobernador civil, alcalde, presidente de la
audiencia, fiscal, presidente y vicepresidente de la diputación, conde de la
Cañada, los diputados a cortes, el senador Sr. Melgarejo, el presidente del
consejo de administración de la compañía marqués de Cabra, siete consejeros de
la misma, entre ellos los señores duque de Maqueda, Dueros y Alcázar, y el
presidente de las órdenes militares.
El
banquete ha sido esplendido y servido con el esmero con que se acostumbra en
las mesas de la real casa.”
Al día siguiente la comitiva real siguió su viaje
hacia Badajoz. La revista “La Ilustración Española y Americana” publicó en su número
del 15 de febrero de 1879, dos dibujos de Juan Comba de la visita real a Ciudad
Real, que reproduzco en esta entrada.
Alfonso
XII
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