Las ciudades tienen su historia y por
ello también su memoria. Memoria de sus acontecimientos, de la vida de sus
gentes, de la evolución de sus edificios y espacios públicos. Las
construcciones que se conservan, los paisajes y también los espacios públicos
guardan esa memoria colectiva que asociamos a nuestras experiencias y
vivencias. Los Jardines del Prado son el espacio verde interior más antiguo de
la ciudad, que ha establecido a lo largo de los años una vinculación intensa
con la catedral, que define uno de sus lados, con las tradiciones de culto a la
Virgen del Prado, patrona de Ciudad Real, con las celebraciones tradicionales como
la Pandorga o las festividades religiosas y con la vida cotidiana de muchos de
sus vecinos.
Inocente
Hervás y Buendía
Hervás y Buendía en su Diccionario de la
provincia de Ciudad Real hace una amplia descripción del Prado. Dice así:
“Isidoro Madrid decía a este Ayuntamiento, que desde 1778 venía realizando por
su cuenta, “sin gravamen de los vecinos ni exacción de los caudales públicos”
el desmonte y allanamiento del sitio del Prado para su riego, por lo que la
ciudad le asignó doscientos ducados anuales para que continuara su labor-1792-.
Era por este tiempo un lugar asqueroso, depósito de inmundicias, indecoroso e
impropio del soberbio templo que la piedad cristiana había levantado a la Virgen
María. A Isidoro de Madrid se debe la idea de hacer en él un plantío de árboles
y lugar de recreo”. Los problemas del riego causan situaciones peculiares, que
cuenta también Inocente Hervás y Buendía.
Una anécdota curiosa que sucede cuando
se rompe una antigua tubería de conducción que hace que el agua comience a brotar
en dos fuentes existentes en el lugar. Los vecinos, gentes de ambos sexos y de
todas edades, lo toman por milagro de la Virgen. El párroco los convence de que
no es así, pero a pesar de ello los vecinos consiguen que se vuelva a la Virgen
su pozo. Esa tarde se reunieron varias mujeres, jóvenes y algunos hombres y
comienzan a limpiar las fustas y yerbas del Prado, traen caballerías a su costa
y empiezan a regar, pidiendo para ello el correspondiente permiso al Gobierno.
Al terminar el riego, por la noche, convencen al párroco para que pida el
permiso para que la Virgen salga en procesión alrededor de su Prado.
Acaba su exposición, comentando cómo al
año siguiente “el Ayuntamiento compró
las casas de Cozar, así llamadas por pertenecer a la vinculación de este
nombre, destinadas para habitación del campanero, frente a la puerta del Sol de
dicha iglesia, con lo que el Prado adquirió una forma regular, y dando el Arzobispo
de Toledo la piedra para construir su gradería, quedó constituido en el más
bello recreo de la población”. Un testimonio que deja clara la vinculación del
Prado con la iglesia catedral, con el culto a la Virgen y la valoración que los
vecinos de la ciudad tienen de este espacio libre.
Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico
Estadístico- Histórico de mediados del siglo XIX dice refiriéndose al
Prado:“... y los paseos están reducidos al espacio que se extiende delante de
la parr. de Sta. María, llamado el Prado, que no deja de ser vistoso, por las
bonitas calles de árboles, asientos y faroles con que se halla adornado; y un
plantío de moreras multicaulis, que se hizo en 1843, dentro de una cerca,
habiendo precisión de entrar a ella, por unas casucas miserables, y que sin
duda por esta razón no se ve concurrido”.
El Plano de Coello, de este mismo momento
(mediados del siglo XIX), dibuja el Prado con la estructura de un espacio
central, cuatro parterres y el espacio perimetral que lo rodea. En la leyenda
del plano se señala el lugar como “Atrio y paseo del Prado”. Ya en esta
definición describe el Prado como el atrio relacionado con la catedral.
El
siglo XX
Ya en el siglo XX, en el Plano de Sofi de
1925, se dibuja el Prado como continuación de la catedral y delimitado en su
perímetro por el Paseo del Prado, callejón del Prado, calle Reyes y la calle
Ángel Andrade detrás de la catedral. Ya
aparece reseñado en el Paseo del Prado el edificio del Casino de Ciudad Real
que se había inaugurado en 1887 proyectado por el arquitecto Sebastián Rebollar.
A partir de ese momento comienza a
producirse una cualificación del entorno del espacio ajardinado con edificios
culturales o recreativos. En la actualidad se sitúan en su entorno el Casino
adquirido y rehabilitado por el Ayuntamiento, el Museo provincial, la antigua
Casa de Cultura proyectada por Miguel Fisac y hoy abandonada y sin uso, y la
Casa Hernán Pérez del Pulgar adquirida por el Ayuntamiento y convertida en Museo
López Villaseñor.
Las últimas trasformaciones de los Jardines
del Prado se producen en las décadas finales del siglo XX. Al final de la
guerra civil se construye un monumento a los caídos, realizado en granito, con
una gran cruz central y una simetría en las cuatro direcciones de los paseos
centrales. Este monumento fue trasladado a la entrada del cementerio y se
colocó en su lugar un templete para la música procedente de los baños de Villar
del Pozo (Ciudad Real). Transformaciones naturales que el tiempo realiza en los
espacios, en los edificios en la vida de las personas.
Un
espacio histórico
Lo que es evidente es que este espacio
de cerca de 7.000 metros cuadrados en el interior de la ciudad forma parte de
nuestra historia. En su sencillez, en sus valores de trazados, de elementos
vegetales, pero sobre todo de memoria y vida ciudadana es parte de nuestra realidad
histórica. Entendiendo por historia como lo hace la Ley del Patrimonio
Histórico el hecho de estar asociado a la vida continuada de una colectividad,
de formar parte de sus acontecimientos significativos y de ser valorado por la
comunidad. El Prado no es solamente el entorno de la catedral, es un espacio
verde en el interior de la estructura urbana (modelo a imitar en otros espacios
urbanos) que merece la protección en sí mismo como parte de nuestra historia.
Las obras que se han comenzado a
realizar, sin licencia municipal y sin la necesaria autorización de la Consejería
de Educación y Cultura, deberían considerar los elementos esenciales de este
espacio como elementos a no alterar. Dejemos los paseos en tierra, con el
drenaje necesario, hagamos los accesos necesarios y no más, dejemos los juegos infantiles
para otros lugares y mejoremos su mobiliario, su ajardinamiento y su
iluminación. Avanzar en este camino sería una muestra de inteligencia de
nuestros gobernantes municipales que demostrarían así su aprecio por los
Jardines Históricos del Prado.
Diego
Peris Sánchez. Diario Lanza, domingo 9 de junio de 2013, página 35.
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