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miércoles, 9 de octubre de 2019

COMERCIOS Y TIENDAS EN LA CALLE CIRUELA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX (II)



En el número 10, ya esquina a Tinte, durante muchos años estuvo instalada la Pensión Merino, que gozaba de merecida fama por su magnífica atención a los huéspedes, la mayoría de ellos estables y funcionarios del Estado, en distintos departamentos, y era sabido que siempre había peticiones de otros que deseaban instalarse en dicha pensión y que se tardaba en poderlos complacer. En otro piso del principal, en las dos primeras décadas, tuvo su domicilio y bufete el abogado don Tomás Martínez Ramírez, que posteriormente vivió en la calle de Calatrava. En la planta baja estuvo bastantes años la Academia "Idiomas Alarcos".


Cruzada la calle del Tinte, en el número 12, hay que recordar la fonda de Fabián Suñé, las dependencias de la Jefatura de Agronómica y más recientemente la tapicería Donoso, así como la peluquería del maestro Espadas y la herboristería "Nuestra Señora del Prado". En el 14 estuvieron la Autoescuela Ignacio, luego trasladada a la Ronda de Alarcos, y la armería de Julio, ya desaparecida, mientras en el 16 estuvieron instaladas bastante tiempo las oficinas de la Jefatura de Industria. Estos tres inmuebles fueron demolidos no hace muchos años y en sus respectivos solares se han construido nuevos edificios, que han contribuido al ensanche tanto de la calle Ciruela como la del Tinte.


En el número 18 estuvo el "Hogar RENFE", que aunque principalmente era para sus asociados, también se celebraban bodas, bautizos y fiestas familiares; la desaparecida Carnicería de Molina; los Almacenes "Jarlins", propiedad de Rivas y González con gran variedad de artículos para mayor y detall y especialmente en juguetería. No debemos dejar de consignar la extinguida Cooperativa Ferroviaria, que mantuvo muchos años una gran actividad comercial, con dependientes tan conocidos como Eduardo Serrano y Emilio Rodríguez y a cuyo frente se hallaba el señor Quiñones. También estuvo, por los años 12 y 13, la Recaudación de Contribuciones, antes de su traslado a la calle de Toledo.


El edificio número 22, amplio y viejo caserón que da exactamente frente al antiguo callejón del Hospicio, tuvo en su planta principal buen número de años la Delegación de Hacienda de la provincia, cuando no tenía la importancia que ahora y por tanto el número de funcionarios era bastante menor. Recordamos nombres como los de Montipuente, Peña, Corrales, Fallego, Trenado, Valencia, Barriopedro, Mora, etc., hasta que construido el edificio del Banesto, pasó a ocupar las plantas y primera en la plaza del Pilar. Todavía, con muchos achaques, se mantiene en pie el viejo caserón, en cuya planta baja estuvo el establecimiento Casa Trujillo, de saneamiento y suministro de butano, y en el interior el taller de fontanería de Santiago Hernández, después trasladado a la calle Záncara, 5. Las oficinas de Hacienda ocuparon el principal las dependencias del Tribunal Tutelar de Menores, la Pensión Coloma y alguna vivienda particular. En este inmueble estuvieron también las primeras oficinas de las Mutualidades y Montepíos Laborales.


En el 24 estuvo la carpintería de Paco León y en la planta baja una taberna-bar con el nombre de "El Huracán". En el 28, finca conocida por la casa de Policarpo Núñez, con tres plantas, ocuparon la baja buen número de años, las dependencias de la Casa Ajuria, de maquinaria agrícola, y a cuyo frente estuvieron mucho tiempo don Froilán Sáinz-Bravo y don Pedro Sánchez Cruzado, que más tarde se trasladaron a la calle de General Rey, en el inmueble construido al ser demolida la llamada "Casa de la Torrecilla". También estuvo hasta su posterior traslado a la avenida de Alarcos 10, la Sastrería "Style", así como un establecimiento de papeles pintados y decoración, dirigido por los hermanos Torroba.


En la finca siguiente hubo un modesto taller de compostura de calzado, un establecimiento de la acreditada marca de máquinas de coser y bordar "Sigma", y el almacén al por mayor de "Anfe", bajo la dirección de Antonio Domenech Leal, especializado en géneros de punto y confecciones.



Así llegamos al número 34, en el que vivió mucho tiempo la popular barquillera Ventura Martínez, viuda del popularísimo Hilario, también modesto industrial de la golosina, a cuyo bolsillo iban a parar no pocas de las perras chicas o gordas de los niños de Ciudad Real allá por los años del 15 al 30. ¡,Quién de aquel entonces no recuerda a Hilario en la puerta del Instituto de Segunda Enseñanza -que así se llamaba el centro de la calle de Caballeros- y por las tardes en la primera farola del paseo del Prado, dando frente a la Academia General de Enseñanza, o junto al arco del Ayuntamiento, en Carlos Vázquez, cuando era jornada festiva o tiempo de vacaciones?. Hilario, dotado de una memoria prodigiosa para recordarnos todas las pequeñas deudas, acumuladas de 10 en 10 céntimos. Estaba especializado tanto en barquillos como en "patatas" que eran una especie de caramelos pinchados en un palillo, en algunos de los cuales se solía encontrar una pequeña moneda de plata de 50 céntimos, hallazgo que era alegremente celebrado por el afortunado y sus amigos, yendo dicho importe, indefectiblemente, a parar a los bolsillos del barquillero tras unas vueltas a la rueda de la suerte.


En el 36, casa particular, con la peluquería de señoras "Agueda", y en el 40, como la anterior propiedad del señor Alcarazo, pero en esta y ya hace muchos años, existía un taller dedicado a la compostura de relojes, propiedad del artesano conocido por el nombre de Tío Rufairo, persona muy seria y formal y que tenia estereotipada, al entregar la "mercancía", la famosa frase: Tome señor, el reloj arreglado y las piezas que han sobrado. En estas casas también recordamos otras oficinas anteriores de la Jefatura de Industria, a cuyo frente se hallaba por entonces el ingeniero don Joaquín Hernández, presidente que fue del Deportivo Manchego, y que vivió algún tiempo en el número 28 de esta misma calle.


Por esta altura hubo un establecimiento de material eléctrico de los señores Mathinot y Paissa, este último, muy pulcro y moderno en el vestir, que marchó después de Ciudad Real, donde era muy estimado. También hubo unas oficinas de seguros, de la compañía "Finisterre". Y para terminar la acera de los pares de la calle de Ciruela, hacemos caso omiso de dos o tres caserones, algunos de ellos todavía en pie, para decir que en la misma esquina, con vuelta al paseo de Cisneros, hoy ronda de Ciruela, estuvo el bar Goya, punto de reunión y lonja de contratación de portes de tracción de sangre -en los años 30 y 40- y alguna cena que otra.


Estamos ya en la puerta de Ciruela, entrada oficial a Ciudad Real, como tradicionalmente se recuerda. En la fachada del penúltimo inmueble de la calle figuraba una lápida en la que podía leerse: CIUDAD REAL. Capital de Provincia. Puerta y calle de Ciruela. Es por este acceso a la ciudad por donde, a partir del año 15, hicieron su entrada los cuatro últimos prelados de la Diócesis Priorato, ya difuntos. Tomamos las fechas del libro "Notas históricas sobre la Virgen del Prado", del maestro nacional Hermenegildo Gómez Moreno. La entrada oficial del Dr. D. Francisco Javier Irastorza y Loínaz tuvo lugar el 31 de enero de 1915; la de su sucesor, el prelado mártir, Dr. D. Narciso de Estenaga y Echevarría, el 12 de agosto de 1923, casi víspera de la fiesta de la Patrona; el primer obispo después de la guerra, el navarro don Emeterio Echevarría y Barrena, el 18 de abril de 1942; y su sucesor, el Dr. D. Juan Hervás y Benet, el 15 de mayo de 1955.

Cecilio López Pastor. Pequeña historia local: Ciudad Real, Medio siglo de su comercio. Ciudad Real 1986


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