En el número 10, ya esquina a Tinte,
durante muchos años estuvo instalada la Pensión Merino, que gozaba de merecida
fama por su magnífica atención a los huéspedes, la mayoría de ellos estables y
funcionarios del Estado, en distintos departamentos, y era sabido que siempre
había peticiones de otros que deseaban instalarse en dicha pensión y que se
tardaba en poderlos complacer. En otro piso del principal, en las dos primeras
décadas, tuvo su domicilio y bufete el abogado don Tomás Martínez Ramírez, que
posteriormente vivió en la calle de Calatrava. En la planta baja estuvo
bastantes años la Academia "Idiomas Alarcos".
Cruzada la calle del Tinte, en el número
12, hay que recordar la fonda de Fabián Suñé, las dependencias de la Jefatura
de Agronómica y más recientemente la tapicería Donoso, así como la peluquería
del maestro Espadas y la herboristería "Nuestra Señora del Prado". En
el 14 estuvieron la Autoescuela Ignacio, luego trasladada a la Ronda de
Alarcos, y la armería de Julio, ya desaparecida, mientras en el 16 estuvieron
instaladas bastante tiempo las oficinas de la Jefatura de Industria. Estos tres
inmuebles fueron demolidos no hace muchos años y en sus respectivos solares se
han construido nuevos edificios, que han contribuido al ensanche tanto de la
calle Ciruela como la del Tinte.
En el número 18 estuvo el "Hogar
RENFE", que aunque principalmente era para sus asociados, también se
celebraban bodas, bautizos y fiestas familiares; la desaparecida Carnicería de
Molina; los Almacenes "Jarlins", propiedad de Rivas y González con
gran variedad de artículos para mayor y detall y especialmente en juguetería.
No debemos dejar de consignar la extinguida Cooperativa Ferroviaria, que
mantuvo muchos años una gran actividad comercial, con dependientes tan
conocidos como Eduardo Serrano y Emilio Rodríguez y a cuyo frente se hallaba el
señor Quiñones. También estuvo, por los años 12 y 13, la Recaudación de
Contribuciones, antes de su traslado a la calle de Toledo.
El edificio número 22, amplio y viejo
caserón que da exactamente frente al antiguo callejón del Hospicio, tuvo en su
planta principal buen número de años la Delegación de Hacienda de la provincia,
cuando no tenía la importancia que ahora y por tanto el número de funcionarios
era bastante menor. Recordamos nombres como los de Montipuente, Peña, Corrales,
Fallego, Trenado, Valencia, Barriopedro, Mora, etc., hasta que construido el
edificio del Banesto, pasó a ocupar las plantas y primera en la plaza del
Pilar. Todavía, con muchos achaques, se mantiene en pie el viejo caserón, en
cuya planta baja estuvo el establecimiento Casa Trujillo, de saneamiento y
suministro de butano, y en el interior el taller de fontanería de Santiago Hernández,
después trasladado a la calle Záncara, 5. Las oficinas de Hacienda ocuparon el
principal las dependencias del Tribunal Tutelar de Menores, la Pensión Coloma y
alguna vivienda particular. En este inmueble estuvieron también las primeras
oficinas de las Mutualidades y Montepíos Laborales.
En el 24 estuvo la carpintería de Paco
León y en la planta baja una taberna-bar con el nombre de "El
Huracán". En el 28, finca conocida por la casa de Policarpo Núñez, con
tres plantas, ocuparon la baja buen número de años, las dependencias de la Casa
Ajuria, de maquinaria agrícola, y a cuyo frente estuvieron mucho tiempo don
Froilán Sáinz-Bravo y don Pedro Sánchez Cruzado, que más tarde se trasladaron a
la calle de General Rey, en el inmueble construido al ser demolida la llamada
"Casa de la Torrecilla". También estuvo hasta su posterior traslado a
la avenida de Alarcos 10, la Sastrería "Style", así como un
establecimiento de papeles pintados y decoración, dirigido por los hermanos
Torroba.
En la finca siguiente hubo un modesto
taller de compostura de calzado, un establecimiento de la acreditada marca de
máquinas de coser y bordar "Sigma", y el almacén al por mayor de
"Anfe", bajo la dirección de Antonio Domenech Leal, especializado en
géneros de punto y confecciones.
Así llegamos al número 34, en el que
vivió mucho tiempo la popular barquillera Ventura Martínez, viuda del
popularísimo Hilario, también modesto industrial de la golosina, a cuyo
bolsillo iban a parar no pocas de las perras chicas o gordas de los niños de Ciudad
Real allá por los años del 15 al 30. ¡,Quién de aquel entonces no recuerda a
Hilario en la puerta del Instituto de Segunda Enseñanza -que así se llamaba el
centro de la calle de Caballeros- y por las tardes en la primera farola del
paseo del Prado, dando frente a la Academia General de Enseñanza, o junto al
arco del Ayuntamiento, en Carlos Vázquez, cuando era jornada festiva o tiempo
de vacaciones?. Hilario, dotado de una memoria prodigiosa para recordarnos
todas las pequeñas deudas, acumuladas de 10 en 10 céntimos. Estaba
especializado tanto en barquillos como en "patatas" que eran una
especie de caramelos pinchados en un palillo, en algunos de los cuales se solía
encontrar una pequeña moneda de plata de 50 céntimos, hallazgo que era alegremente
celebrado por el afortunado y sus amigos, yendo dicho importe,
indefectiblemente, a parar a los bolsillos del barquillero tras unas vueltas a
la rueda de la suerte.
En el 36, casa particular, con la
peluquería de señoras "Agueda", y en el 40, como la anterior
propiedad del señor Alcarazo, pero en esta y ya hace muchos años, existía un
taller dedicado a la compostura de relojes, propiedad del artesano conocido por
el nombre de Tío Rufairo, persona muy seria y formal y que tenia estereotipada,
al entregar la "mercancía", la famosa frase: Tome señor, el reloj
arreglado y las piezas que han sobrado. En estas casas también recordamos otras
oficinas anteriores de la Jefatura de Industria, a cuyo frente se hallaba por
entonces el ingeniero don Joaquín Hernández, presidente que fue del Deportivo
Manchego, y que vivió algún tiempo en el número 28 de esta misma calle.
Por esta altura hubo un establecimiento
de material eléctrico de los señores Mathinot y Paissa, este último, muy pulcro
y moderno en el vestir, que marchó después de Ciudad Real, donde era muy
estimado. También hubo unas oficinas de seguros, de la compañía
"Finisterre". Y para terminar la acera de los pares de la calle de
Ciruela, hacemos caso omiso de dos o tres caserones, algunos de ellos todavía
en pie, para decir que en la misma esquina, con vuelta al paseo de Cisneros,
hoy ronda de Ciruela, estuvo el bar Goya, punto de reunión y lonja de
contratación de portes de tracción de sangre -en los años 30 y 40- y alguna
cena que otra.
Estamos ya en la puerta de Ciruela,
entrada oficial a Ciudad Real, como tradicionalmente se recuerda. En la fachada
del penúltimo inmueble de la calle figuraba una lápida en la que podía leerse:
CIUDAD REAL. Capital de Provincia. Puerta y calle de Ciruela. Es por este
acceso a la ciudad por donde, a partir del año 15, hicieron su entrada los
cuatro últimos prelados de la Diócesis Priorato, ya difuntos. Tomamos las
fechas del libro "Notas históricas sobre la Virgen del Prado", del
maestro nacional Hermenegildo Gómez Moreno. La entrada oficial del Dr. D.
Francisco Javier Irastorza y Loínaz tuvo lugar el 31 de enero de 1915; la de su
sucesor, el prelado mártir, Dr. D. Narciso de Estenaga y Echevarría, el 12 de
agosto de 1923, casi víspera de la fiesta de la Patrona; el primer obispo después
de la guerra, el navarro don Emeterio Echevarría y Barrena, el 18 de abril de
1942; y su sucesor, el Dr. D. Juan Hervás y Benet, el 15 de mayo de 1955.
Cecilio
López Pastor. Pequeña historia local: Ciudad Real, Medio siglo de su comercio.
Ciudad Real 1986
Estupendo!
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