Entre los 522 mártires de la Guerra
Civil que el domingo fueron beatificados, figuraban también un grupo de seis
trinitarios que residían en Alcázar de San Juan, y allí encontraron la muerte
el 27 de agosto de 1936.
La beatificación de estos seis nuevos
mártires trinitarios se enmarca para la Orden Trinitaria, dentro del “Año de la
fe” y en el “Año Jubilar Trinitario 2013 con ocasión de la muerte de San Juan
de Mata (+1213), Fundador de los Trinitarios y de San Juan Bautista de la
Concepción (+1613), Reformador de la Orden.
Los Trinitarios están presentes en Alcázar
de San Juan desde el siglo XVII, encontrando el primer testimonio de su
presencia en 1632. El actual Convento de la Santísima Trinidad fue levantado
entre los siglos XVII y XVIII, estando actualmente regentado por los Trinitarios,
quienes dirigen tambien en Alcázar de San Juan un colegio y un seminario menor.
La iglesia conventual es una de las
primeras iglesias de la provincia que se construyen bajo las pautas del Rococó.
En su interior hay varias capillas con imágenes devocionales, pero la imagen
más venerada en este templo, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado de
gran devoción en Alcázar de San Juan, es la que preside el retablo barroco del altar
mayor.
Los mártires al ser asesinados fueron
sepultados en el cementerio de Alcázar de San Juan, siendo trasladados sus
restos en 1962 a la iglesia conventual y sepultados junto al altar mayor. Desde
su proclamación como beatos y para recibir el culto que se merecen, van a
presidir una capilla en la entrada a la iglesia, y que llevará el nombre de
Capilla de los Mártires.
Una pequeña biografía de estos nuevos
beatos, cuya festividad se podrá celebrar cada seis de noviembre en su convento
alcazareño, es la siguiente:
Convento
de la Santísima Trinidad de Alcázar de San Juan
Hermenegildo
Iza y Aregita
nació en el pueblo de Mendata-Albiz (Vizcaya) el día 13 de abril de 1879. Hizo
el noviciado en Algorta y su profesión solemne en el Santuario de la Virgen de
la Fuensanta, en Villanueva del Arzobispo (Jaén) (1899).
Estuvo en Alcázar de San Juan como
maestro de novicios (1903) y de ministro (Superior) en diversos conventos:
Antequera (1910-16), Santuario de la Virgen Bien Aparecida (Santander) (1919-22
y 1926-29), San Carlino (Roma) (1922-26); Laredo (Santander) (1929-33),
Belmonte (Cuenca) (1933-36) y, finalmente, en mayo de 1936 fue nombrado por
segunda vez ministro del convento de Alcázar de San Juan.
Era humilde, servicial, bondadoso,
prudente, comprensivo; un hombre de Dios. Su conducta fue siempre edificante en
todo cuanto hacía. Dio un carácter familiar a la vida comunitaria, animando
personalmente las reuniones de estudio y de recreación. En el convento de Belmonte,
el P. Hermenegildo alivió el hambre que padecía la Comunidad.
Fue ejemplar su dedicación al sacramento
de la penitencia, Tenía fama de buen director espiritual. Sobresale, entre las
personas que con él se dirigieron, la Sierva de Dios, trinitaria de clausura
sor María del Niño Jesús (1912 –1933), del monasterio de Laredo.
Después de llegar de superior a la
comunidad de Alcázar, el P. Hermenegildo (Mayo 1936), un amigo de la comunidad,
lo felicitó por su nombramiento, a lo cual respondió: «Gracias, pero no he
venido para ser superior, sino al sacrificio»
Buenaventura
Gabicaechevarría y Guerricabeitia nació en el barrio de Medieta del
municipio de Ajánguiz (Vizcaya) el 14 de julio de 1887. Recibió el hábito en
Algorta (1903) y emitió su profesión solemne en el convento de La Rambla
(Córdoba)(1906). Fue ordenado sacerdote en Málaga (1909).
Excepción hecha de un período pasado en
Belmonte (Cuenca) con ocasión de la fundación del convento de los trinitarios
(1923), la mayor parte de su vida religiosa la transcurrió en Alcázar de San
Juan, dedicado principalmente a la labor educativa de niños y jóvenes. Sus
alumnos lo recuerdan como un hombre bueno, alegre y simpático.
Era profesor de los más pequeños. Les
enseñaba las tablas de multiplicar cantando. No podía ver a un niño triste, y
hacía todo lo posible para que olvidara su pesar. El P. Buenaventura se esmeró
mucho en ayudar a las familias más humildes en lo relativo a la educación
gratuita de sus hijos puesto que no podían pagar nada por la escolarización de
sus hijos.
Era tanto el cariño que el pueblo de
Alcázar sentía hacia los trinitarios y tan grande el convencimiento que el P. Buenaventura
tenía de este afecto, que le oyeron decir: «A nosotros no nos puede pasar nada
malo, pues hemos dado clase a la mayoría de los chicos de Alcázar, y hemos
proporcionado trabajo a centenares de obreros del campo».
El
escudo trinitario está presente en la fachada de la iglesia conventual
Juan
Antonio Salútregui y Uribarren nació en Guernica-Luno (Vizcaya) el 5
de febrero de 1902. Tuvo una hermana monja clarisa en el convento de Santa
Clara de Guernica. El P. Antonio emitió su profesión simple en el Santuario de
la Virgen Bien Aparecida (1918). En el mismo lugar hizo su profesión solemne
(1923). Fue ordenado sacerdote en Jaén por el Siervo de Dios monseñor Manuel
Basulto Jiménez (1926).
El P. Antonio es recordado por todos por
su carácter dulce y por su naturaleza enfermiza, a pesar de su juventud (cuando
murió tenía solamente 34 años de edad). Se le recuerda como: «Una persona
angelical; con la sonrisa en la boca siempre; amabilísimo.... ».
Como buen organista, ejercitó sus
excelentes capacidades musicales en los conventos por los que pasó (Santuario
de la Bien Aparecida, Laredo, Belmonte, Alcázar). De sus dotes musicales resultó
el himno que compuso a Jesús Nazareno en Alcázar.
Pocas semanas antes de ser detenido, se
presentaron en Alcázar algunos familiares del P. Antonio, procedentes de
Vizcaya: «Él no se quiso marchar, porque quería seguir la suerte de sus
hermanos religiosos, estaba convencido de todo lo que les venía encima».
Cuando le fueron a detener, el P.
Antonio de Jesús María se encontraba celebrando misa en la iglesia. Ya había
consagrado cuando los milicianos, con sus fusiles, entraron en la iglesia,
entre blasfemias y pistola, intimaron al celebrante a que dejara la celebración.
Con serenidad acabó de celebrar la eucaristía y consumió todas las formas que
había en el sagrario, para evitar su profanación.
Fotografía
de los seis trinitarios beatificados el pasado domingo 13 de octubre en
Tarragona
Francisco
Euba y Gorroño
nació en Amorebieta (Vizcaya) el día 25 de julio de 1889. Tomó el hábito trinitario
en Algorta (1904), e hizo su profesión solemne en el Santuario de la Virgen de la
Fuensanta de Villanueva del Arzobispo (1908). Fue ordenado sacerdote en Jaén
(1911).
Desde su ordenación sacerdotal vivió
toda su vida en el convento de Alcázar de San Juan, cerca de 25 años. Su vida
transcurrió dedicada al culto divino, a la enseñanza y a la ayuda de los necesitados.
Fue un religioso alegre, simpático, amigo de todo el mundo, campechano. «Contagiaba
su alegría a todo el que conversaba con él».
Amigo de hacer el bien a quien lo
pudiera necesitar, especialmente ayudó a buscar empleo a los jornaleros,
hablando con quien sabía que podía ofrecerles trabajo; también ayudó mucho a varias
personas a encontrar trabajo en la RENFE.
Estuvo dotado de una magnífica voz de
tenor. Organizó y dirigió varios coros que cantaban en las celebraciones
litúrgicas en la iglesia conventual. Fue director de la Adoración Nocturna, y capellán
de las “Hijas de María”. Tenía fama de estar siempre dispuesto a atender las peticiones
pastorales y solía visitar frecuentemente a los enfermos en sus domicilios.
El Padre Francisco, al aviso del peligro
que corrían todos, y aconsejándoles que se marcharan del pueblo cuanto antes,
respondió: «No lo creo. Si son agradecidos no nos harán nada. Yo he colocado a
tantos parados en la estación y se han educado en nuestro colegio tantos
chavales que, sin duda, nos respetarán».
El
P. Plácido de Jesús (Camino Fernández), nació en Laguna de Negrillos (León),
el 6 de mayo de 1890. Entró en el noviciado de los trinitarios en el convento
de Alcázar de San Juan (1905) donde hizo su profesión simple (1906). Emitió la
profesión solemne en Córdoba (1909).
Enviado a Roma (San Carlino), obtuvo el
título de Doctor en Filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana (1917).
Se ordenó de sacerdote en la basílica de San Juan de Letrán, en Roma (1916).
En la Orden Trinitaria se recuerda su
extraordinaria inteligencia. Fue profesor de filosofía y ayudante del maestro
de novicios (Bien Aparecida, 1918-1919), después de filosofía, teología y
formador en Córdoba (1919-1925). En 1925 fue nombrado director del Colegio
trinitario de Alcázar de San Juan (1925- 1935), siendo considerado «el alma del
colegio».
Uno de sus alumnos lo recuerda como «un
verdadero santo, de conducta intachable, y su entrega al colegio sin reservas».
El P. Plácido asumió como norma de
conducta el refrán castellano, «haz el bien y no mires a quien». «Preparó para
oposiciones a uno que gozaba de fama de ateo..., ofrecía su ayuda a preparar a
jóvenes en el tiempo libre que le quedaba de sus obligaciones religiosas y
escolares».
Varias personas “influyentes”, incluido
el Alcalde de Alcázar, se ofrecieron a salvarlo pero él se negó si la salvación
no se extendía a todos sus hermanos de comunidad.
Padeció el martirio la noche del 27 de
julio del 36. Al día siguiente en un sueño un seglar les oyó decir:
"estamos perfectamente bien y absolutamente libres..., estaban en el
cielo".
Retablo mayor de la
iglesia de los trinitarios presidida por la imagen de Nuestro Padre Jesús
Nazareno. Debajo del cuadro que hay en la izquierda, tal y como miramos la
fotografía, han estado los restos de los mártires desde el año 1962, hasta el
presente año 2013
Esteban
Ciriaco Barrenechea y Arriaga nació en Elorrio (Vizcaya) el día 26 de
diciembre de 1880. Entró en la Orden Trinitaria cuando tenía 24 años; tomó el
hábito –como hermano cooperador- en Algorta (1905) donde profesó . Hizo su
profesión solemne en el Santuario de la Virgen Bien Aparecida (Santander)
(1909).
Prácticamente toda su vida religiosa la
pasó desempeñando el oficio de cocinero. Fue de carácter humilde y laborioso: «Era un
hombre muy sencillo». Tenía fama en toda la Orden de guisar muy bien; afirmaba
que aunque «sus manos estaban ocupadas en los cacharros de la cocina, su
corazón estaba ocupado en Dios».
Era muy piadoso, y nunca se dispensó de
sus oraciones. Muy servicial, tanto con los religiosos como con los chicos del
colegio. Un antiguo alumno recordaba que cuando se enteraba de que un alumno
del colegio estaba castigado, Fr. Esteban le llevaba a escondidas algo de
comer.
Todos los días daba de comer a varios pobres
en la puerta del convento; siempre cocinaba más cantidad de la necesaria para
la comunidad, pensando en ellos».
Muchos le recuerdan, repartiendo la
comida a medio día a los pobres que llegaban al convento; estaba la portería
llena de ellos, y repartía la misma comida que había hecho para los frailes. Llenaba
los cacharros que los pobres le daban con generosidad y humildad.
A Fr. Esteban le ofrecieron varias
veces, a cambio de su libertad y vida, trabajar como cocinero para los
milicianos y también de inscribirse como miembro de algún centro marxista, cosa
a la que él se negó rotundamente.
El día 31 de agosto por la noche se
llevaron a fray Esteban: «Al entrar en el coche le decían que renegara y no le
pasaría nada y les dijo que no, que quería ser como sus hermanos».
Sus compañeros en la prisión afirman que
sometido a interrogatorios y a malos tratos. En esos días, según testimoniaron
después varias personas que lo vieron, la barba negra de fray Esteban se volvió
completamente blanca. A las dos de la madrugada del 12 de septiembre –según
recordaba un compañero de prisión- le sacaron de la cárcel para quitarle la vida.
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