La ciudad de Tarragona celebra hoy la
ceremonia de beatificación de 522 mártires del siglo XX en España, que tendrá
lugar en el Complejo Educativo de la ciudad, con una previsión de 25.000
participantes. Entre este grupo de mártires se encuentran 15 mártires claretianos
asesinados en 1936 en Fernán Caballero,
provenientes de la casa de ejercicios de los claretianos en Ciudad Real.
Los Mártires de Fernán Caballero son un
grupo de catorce jóvenes seminaristas en vísperas de ser ordenados sacerdotes,
cuyas edades oscilaban entre los 20 y 26 años, y el Hno Felipe González (47
años).
Como todas las causas de martirio, la
Causa de los Mártires de Fernán Caballero es una historia de odio que mata y de
gestos de perdón y de amor de las víctimas hacia quienes les arrancan la vida.
Una historia de grupo que recoge 15 historias personales ajustadas a la no
fácil lógica del Evangelio: si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto;
el que pierda su vida por mí, la ganará para la vida eterna. A continuación
vamos a relatar su historia.
CON
LA CRUZ DESDE ZAFRA A FERNANCABALLERO
La atmósfera de violencia contra los
moradores del Seminario Claretiano de Zafra comenzó apenas acabadas las
elecciones de febrero de 1936. A finales de abril el Padre Provincial ordenó
abandonar la casa y marchar a Ciudad Real. La nueva morada era un caserón
desprovisto de todo y en medio de la ciudad; un lugar propicio para sufrir
sacrificios hasta entonces nunca probados.
Jesús Aníbal Gómez, colombiano, escribía
así a los suyos:
“No tenemos huerta, y para el baño nos
las arreglamos de cualquier modo... De paseo no hemos salido ni una sola vez
desde que llegamos: de hecho guardamos clausura estrictamente papal; así nos lo
exigen las circunstancias. Por lo dicho, pueden ver que no estamos en Jauja y
que algo tenemos que ofrecer al Señor”.
Se respiraba ambiente de martirio, y
pronto se vieron sorprendidos por el asalto a la casa. El P. Superior escribirá
más tarde: “Cuatro fueron los días de prisión para las catorce víctimas
propiciatorias que fueron sacrificadas el día 28 y seis para los restantes. Decir
lo que en estos días tuvimos que sufrir es cosa de todo punto imposible.” Las
cosas fueron empeorando en aquella cárcel en que se había convertido la propia
casa, hasta el punto de que “trajeron mujerzuelas y las veíamos con los bonetes
y los ornamentos paseando y asomándose provocativamente a nuestras
habitaciones... Todos estábamos preparados para la muerte, que la veíamos muy
cerca... Se sufrían las vejaciones y las privaciones con resignación y
mansedumbre y conmiseración para con los perseguidores.”
Intentando salir de aquel lugar de
suplicio, el P. Superior pudo lograr salvoconductos para ir todos a Madrid o
adonde les conviniera. La primera expedición para Madrid se preparó para el día
28 de julio. En ella iban nuestros mártires. Se despidieron de los que
quedaban. ¡Que tengáis feliz viaje!, les dijeron.
Fueron a la estación de Ciudad Real en
varios coches y acompañados por milicianos. Al llegar se armó un gran alboroto
y se oyeron voces de: ¡A matarlos. Que son frailes. No les dejéis subir.
Matadlos! El tren pudo arrancar sin mayores sobresaltos, pero las amenazas se
cumplieron a 20 kms de la capital, en la Estación de Fernán Caballero.
Los
Salvoconductos para que los claretianos pudieran abandonar Ciudad Real, fueron
expedidos por el Gobierno Civil de la provincia el 28 de julio de 1936
Un viajero del mismo
tren cuenta así lo que vio:
“Ordenaron a los
frailes que bajasen, que habían llegado a su sitio. Unos bajaron
voluntariamente diciendo: Sea lo que Dios quiera, moriremos por Cristo y por
España. Otros se resistían, pero con las culatas de los fusiles les obligaron a
bajar. Los milicianos se pusieron junto al tren y los frailes frente a ellos de
cara. Algunos de los frailes extendieron los brazos, gritando ¡Viva Cristo Rey
y Viva España! Otros se tapaban la cara. Otros agacharon la cabeza. Uno que era
muy bajito daba ánimos a todos. Empezaron las descargas y todos los frailes
cayeron al suelo… Al incorporarse, algunos con las manos extendidas gritaban
¡Viva Cristo Rey!; volvieron a dispararles y cayeron.”
Entre el montón
sangrante de los cadáveres, Cándido Catalán quedó gravísimamente herido y
moriría horas más tarde: “Presentaba aspecto de una resignación asombrosa, no
profería queja alguna…”, dijo de él el médico que lo atendió en la Estación.
Es obligado poner de
relieve que en medio de tanto dolor no faltaron ángeles del consuelo. El P.
Federico Gutiérrez, en su librito Mártires Claretianos de Sigüenza y
Fernán Caballero, recoge la confidencia que Carmen Herrera, hija del Jefe de
Estación, le hizo: “Yo y la mujer del Factor, Maximiliana Santos, ayudamos a
los médicos a curar al herido. Yo puse agua caliente para lavarle las heridas y
la mujer del Factor facilitó una sábana para hacer vendas. En la Estación yo le
di de beber...” Bello gesto que recuerda el consuelo ofrecido a Jesús camino
del Calvario.
El Hno Felipe González
de Heredia había quedado en la capital, refugiado en casa de su hermano
Salvador... Descubierto, fue llevado a la checa del Seminario en donde
permaneció hasta que el día 2 de octubre le sacaron para llevarle en un coche
hasta Fernán Caballero. El viaje lo realizó sentado entre dos milicianas que con
una navaja le amenazaban y pinchaban añadiendo: “Así te vamos a matar; con
estos perros no hay que gastar pólvora”.
Al parar el coche en la
puerta del cementerio, el Hno Felipe se subió en el escalón de la puerta, se
puso en cruz y gritó ¡Viva Cristo Rey y el Corazón de María! Una descarga de
fusil acalló su voz.
Un testigo, que
casualmente viajó en el mismo coche en que iba el Hno y fue testigo, dijo
después: Yo noté que el Hermano iba muy sereno en el coche y el grito de ¡Viva
Cristo Rey y el Corazón de María! lo dijo con energía.
En el lugar del
martirio, en los terrenos de la antigua estación de ferrocarril Fernán Caballero
se levanta un recuerdo permanente a los nuevos beatos
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