Acuarela
Tipos españoles. - Madrid Romo y Füssel,
1890 lám. 28
Mediado iba el siglo XVIII, y algo más,
cuando alguien escribía:
“La
Pandorga es una antigualla que se conserva en esta ciudad. Su propio nombre es
pandora, que significa junta de varios instrumentos músicos. El fin a que se
dirige esta función es dar culto con Maitines y una Misa cantada. En la última
noche de julio, júntanse los dichos instrumentos en casa del que celebra la
fiesta y salen con hachones primeramente al Camarín de la Virgen del Prado y
después a casa de los señores Jueces. Les cantan unas cuantas seguidillas y
retornan a la casa del que hace la Pandorga y éste, según sus facultades y
voluntad, tiene un magnifico refresco. También esta función se hace con el
piadoso fin de renovar, si es necesario, las banderas de la Virgen, que son
siete. Si hay alguna indecente la manda quitar el que hace la función y hace
una nueva en memoria de las batallas que esa divina Señora del Prado”, según la
leyenda ganó “a los moros en los años que
estuvo en compañía de los Reyes y auxiliando a sus Ejércitos”.
Discutan los eruditos y dígannos lo que
de cierto hay en todo eso que, al remate, complicidades hemos de quedar con lo
que resuelvan. Por mi parte, certifico, desde este instante, mi complacencia.
¿Por qué la única bandera que perdura la
lleva la Virgen del Carmen y no la del Prado?
Mientras aclaran aquello y nos enteramos
de esto, en esta noche de Pandorga sin seguidillas, ni “mandurrias”, ni bailes,
ni moños de picaporte, y sólo –y no es poco- con visitas a la Virgen vestida de
encarnado, y misa tempranera, por único recuerdo de lo antiguo, típico y bello,
quiero soñar en los tiempos del citado siglo XVIII, en los orales, Ciudad Real,
lacerado de peste de “los Terreros”, muy ruralico, pero muy noblete y señorial,
en la noche clásica del 31 de julio, olvidaba amarguras, resucitaba
alegrías y se tiraba a la calle porque:
“La Pandorga en la calle
Ya va danzando
¡Vente conmigo niña,
De fiesta al Prado!”
Otro
dibujo del siglo XIX, bailando manchegas
Y se postraba a los pies de la Morena de
Santa María, y, en un ir y venir de agobio, se anegaba bajo los portales con
postes de piedra y balconcillos de madera de la Plaza Mayor, y se paraba al pie
de la ventana alta del camarín mariano, y se paseaba bajo las incipientes
arboledas del Prado, y acudía a las esquinas de la Salinería y de la Cruz
Verde, y a los portalones de las casas de “los Belardes”, del Corregidor, del
Intendente… y por la calle de los Arcos… con tal de oír cantar a “Juanillo, el
librero que tuvo la voz de contralto más sonora que se ha oído”; a Marotillo;
Facundo, el mariscal de Carabineros, y a los hijos jóvenes de don Juan Malete,
y a Serapio, el de Manzanares.. y no digamos el primor de Pedro Malete y
Paquita Yerro, moviendo los pies, y de Domingo Plaza, gran bailarín de
manchego, bolero y baile inglés.
Las Bernegalas, que vivían en la
plazuela de Santiago, y María Muñoz Núñez, casada con don Facundo Arenas
Salcedo, cantaban muy bien seguidillas acompañadas de Bernal, el Aguadelgada.
Salían las orquestas de los Borjas,
Boada y don Laureano Gallo.
Se comentó mucho, y bien pudo ser, que
un año, en esta noche, a la puerta de una casa de la calle de la Pedrera,
Serapio cantó así:
“La nieve por tu cara
baja diciendo:
en donde no hago falta
no me detengo.
¡Se me olvidaba!
Eres de la Pedrera
rosa temprana”.
Rondalla
manchega dirigida por Mazantini. La
fotografía esta publicada en la revista “Vida Manchega” en agosto de 1917
Lo cierto es que, al poco tiempo, la
reja de aquella casa se tapaba todos los sábados con una manta y debajo se oían
las risas de la Ambrosia y la pastosa voz de Serapio, el mozo de corazón blanco
como jalbegaba alcoba de novia, y de hombría, ¡que había que ver! Además ¡el
pago “el piso” sin rechistar!
En otra ocasión no hubo Pandorga, pero
nació esta copleja:
Este año no hay Pandorga,
Virgen del Prado,
por las cicaterías
de Maldonado.
Todo eso ocurría antaño.
Ayer, era otra cosa. El día 1 de agosto
se celebraba “la misa de pastores” y también, como de costumbre, la noche
antes, en Santa María convertida en catedral, la Virgen seguía recibiendo las
oraciones de sus hijos que después se desparramaban por el Prado. El señorío se
congregaba en el paseo del centro. Por los cuatro de los alrededores, daba
vueltas lo castizo, campero, acre, menestral bueno del terruño bueno. Tocaba la
música, en el “tablao”, bajo la dirección del maestro Vega. Aquel alto señor,
de mosca y bigote, que después fue director de la banda de música del Real
Cuerpo de Alabarderos.
Entre pieza y pieza, había, en “el tablao”,
baile de manchegas, canto de seguidillas manchegas, manchega orquesta de
cuerda. Tocaban Atanasio, que por fortuna aún vive, Paco; Gregorio, “el hijo de
la Madre de Dios”… y cantaban “el Moralo”; Paco Argumosa, el ciego, con su
silueta escuálida y ondulante y los brazos, convulsos, doblados hacia la
cara.., y el gran Francisco García
Márquez, Mazantini, cantaba, tocaba, bailaba, jaleaba a sus parejas de
bailadores:
Si no fuera mi novia
la que bailara
no seria mi boca
la que cantara,
ni mi mano derecha
la que tocara.
¡Viva quien tiene
dineros y los gasta
con las mujeres!
El
Prado siempre ha sido el lugar de celebración de la típica Pandorga. La
fotografía es de Julián Alonso de 1945
Al terminar, como un rito, al pie del
Camarín cantaban a la Virgen la última copla. Recordar aquella no bien medida,
pero bien sentida, que decía así:
¿Cuál es la mejor moza
de Ciudad Real?
La que en la espalda lleva
el águila imperial.
Oígan ustedes señor Hermano Mayor,
señora Camarera de la Virgen, ¿por qué no vuelve a llevar la Patrona en la
espalda, prendida al manto, el águila bicéfala tradicional que fue grande,
dieciochesca y de aljófar y últimamente, chiquita y de oro?
Mazantini, ¡Pobre Mazantini! ¡Hasta hace
tres años mantenedor del fuego sagrado de lo castizo; colmando un espacio de
medio siglo de enseñanza de baile manchego y su cante sabroso! ¿Por qué no
llenasteis su ataúd, hasta rebosar, de aromas de la tierra: de mejorana, de hierba-buena,
de vahos de mosto hirviente, de hinojo, de tomillo salsero, de romero, de
arcilla mojada, como olían sus coplas y aventaban sus bailes? ¿Por qué no habéis
puesto en cada esquina de su huesa una jarrilla vinatera de barro rojo, “vidriao”,
como maceta y plantado en ella espesos geranios de umbelas rojas con los
madroños de sus castañuelas y las cintas de su guitarra?
Hoy… no sale la Pandorga. Se va a ver a
la Virgen, se dice la misa de tres curas de la mañana siguiente… ¡pero no sale
la Pandorga! ¿Es que la cicatería de Maldonado fue profecía?
Volvamos a sentir lo tradicional,
campero e ingenuo y restauremos la antigualla graciosa. ¡Con lo bien que esa
noche casarían los anejos refajos amplios, vueludos y los moños de picaporte –aunque
postizos-, y las medias espesas y de colores, con los humos pegajosos “de rubio”
las medias nylon, las uñas esmaltadas, las pescadoras y los periódicos
infantiles convertidos en camisas con los faldones fuera..!
De rosas y claveles
y de alhelíes,
“te se” llena la boca
cuando te ríes.
Hasta “la mejor moza” sonreiría, como
antes, y el día de su día, cuando saliese a pagarnos la visita, iría por esas
calles, más campechana y manchegota en su trozo de plata, ardiendo de luces y
pisando, si acaso, solo flores blancas, como su pureza, y espigas de trigo
moreno, como su cara curtida por este sol curtido de la Mancha.
Julián
Alonso Rodríguez (Diario “Lanza” jueves 29 de julio de 1954, página 3)
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