La
torre de la Parroquia de Santiago a principios del siglo XX
Curiosamente, y al contrario de lo que
ocurría en otras regiones de España, y de Europa, por no decir del mundo,
ninguna nueva población de la cuenca del Guadiana se construía cerca del río,
porque en este tramo del Guadiana Alto las aguas fluían muy escasas y se
estancaban en épocas de sequía, dando origen a graves epidemias. De ahí que algunos
pueblos de nuestra actual provincia, como es el caso de Argamasilla de Alba,
tuvieran que desplazarse dos o más veces de su lugar original, para irse
alejando de ese río tan poco saludable entonces. A menudo, con cada cambio de
emplazamiento el pueblo cambiaba de nombre, como sucedió en la localidad citada
que antes de adoptar su actual topónimo se había llamado, sucesivamente, “Santa
María” y “Lugar Nuevo”.
No pudo haber otra razón para no fundar
Villa Real en un lugar más cerca del río, sobre todo si pensamos que la
economía de su barrio más antiguo, éste de “Santiago” en el que nos
encontramos, dependía en aquella época de la actividad de la pesca en sus
aguas, mucho más que de la agricultura. En los campos aledaños a las casas del
barrio estaban plantados los “percheles”, estructuras de madera destinadas al
tendido de las redes después de cada jornada, o de cada noche de faena en el
río.
De aquellas perchas proviene el apodo de
“El Perchel” que acabó dándose al barrio.
Allí, al igual que en esos “Percheles de Málaga” que se hallaban
situados a orillas del río Guadalmina y que Cervantes nos menciona (en boca del
ventero, en el capítulo III de la Primera Parte del “Quijote”), se cosían y
remendaban las redes. Sólo la proliferación de mosquitos y los insalubres
efluvios provenientes del río pueden justificar la fundación de esta ciudad a
tanta distancia de ese río – el Guadiana – que, paradójicamente, proporcionaba
a este barrio, si no agua para consumo humano, sí abundantes capturas diarias
de carpas, barbos y lucios de importante valor económico. Los percheles de este
barrio, puestos a imaginar, habrían estado situados en esos parajes en los que
iban a morir las dos o tres calles principales del barrio, exceptuando la
antiquísima calle de Calatrava que continuaba extramuros, tras atravesar la
célebre puerta, para fundirse con el camino real que llevaba, amén de a Toledo,
a los restos de esa ciudad fortaleza – también arrasada por Almanzor, tras la
destrucción de Alarcos – que había sido capital de la poderosa Orden de
Calatrava. Los percheles debieron de ocupar los lugares periféricos del barrio,
aunque todavía intramuros, al modo en el que se situaban las eras en las
poblaciones de economía agraria, es decir, basada en el cereal. En las
proximidades de los percheles debieron de estar, así mismo, los corrales
destinados a recoger el ganado dentro de la ciudad realenga, en casos de
ataques agarenos, o de incursiones de los entonces poco amistosos vecinos de
Miguelturra y de otras poblaciones del Campo de Calatrava. Es también de
suponer que en lugar de los madrugones para ir a trabajar las tierras, propios
de otros lugares de La Mancha, aquí habría que madrugar para hacer el largo
trayecto en carro, por ese tramo del Camino Real que se llamaba “de Peralvillo”
(el cual seguía el antiguo trazado de la calzada romana), hasta el río, a dos
leguas de esa Puerta de Calatrava que ya entonces, junto con la bellísima
iglesia del siglo XIII, señoreaba el barrio; más allá, por tanto, de las
antiguas quinterías de La Dehesilla y Valcansado, y hasta alcanzar las riberas
próximas a los Baños del Emperador, o al molino de Malvecinos, donde estarían
amarradas las barcas.
El río Guadiana, el de menor pendiente
de la Península, y sin duda el más estepario, ofrecía a la sazón un limitado
valor antropogeográfico, al no ser aptas sus aguas para el consumo humano
(pensemos que las depuradoras se inventaron en épocas más modernas). Su único
aprovechamiento, entonces, era el de la pesca y, más tarde, el riego. Poco
contribuyó, pues, nuestro río a la pujanza o a la riqueza de este barrio. No
tuvo El Perchel la suerte de esos barrios de otras ciudades europeas a las que
los grandes ríos hicieron ricas. El Guadiana apenas servía, como se dice
vulgarmente, para ir tirando.
Fragmento del Pregón,
año 2005: Pronunciado por Pepe Romagosa con ocasión de las Fiestas Patronales
del “Barrio de Santiago” (Ciudad Real)
La
perchelera calle Ángel de Ciudad Real con el fondo de la torre de la parroquia.
La fotografía es de Julián Alonso de los años cuarenta del pasado siglo XX
Muy interesante.
ResponderEliminarMuy interesante
ResponderEliminarGracias
Muy interesante
ResponderEliminarUna precisión, el río de Málaga es Guadalmedina y no Guadalmina