En diferentes ocasiones se ha hablado
del antiguo recinto amurallado y puertas que tuvo Ciudad Real en el pasado. Sin
embargo, para deleite de aquellos amantes de cuanto signifique amor y cariño
hacia nuestras tradiciones, vamos nuevamente a renovarlas. En esta ocasión, el
misterioso y polifacético lápiz del pintor local Luis Sandalio Corral, nos
describe aquellas famosas puertas que se abrían en las viejas murallas que
cercaban a la antigua Villa Real. Algunas de ellas son ya conocidas por
documentos gráficos anteriores, las restantes nos las representan Luis Sandalio
tal como él se las imagina, para darnos una idea de la forma que, por
conjetura, pudieron tener.
La orden de Calatrava, que había conseguido
inmenso prestigio y fama por toda esta comarca, suponía una seria amenaza para
el mandato y autoridad del Rey Sabio. Por este motivo, el monarca piensa en dar
a Villa Real una fuerte y consistente defensa para que consolide la protección
y amparo contra los continuos ataques de la revoltosa orden, disponiendo que se
fortifique la villa, siendo el propio soberano, según la tradición, el que guió
a un par de bueyes, uncidos a un arado, y trazó un surco por donde habían de
levantar la cerca.
Aunque no existe dato alguno sobre
cuando se empezaron a construir las murallas, es presumible que se iniciaran a
partir de 1262, ya que fue cuando Villa Real se vio un tanto ampliada y
aumentada por el nuevo y flamante vecindario. Esta hipótesis está basada en
que, si el Alcázar se hallaba adosado a un trozo de la muralla y dicho palacio
se encontraba ya edificado en 1275, donde murió el infante don Fernando de la
Cerda, se puede deducir, por presunción, que ya se encontrarían fabricados
algunos lienzos de las murallas; pero hasta el año 1297 no aparece la más
antigua noticia de la construcción de ellas; la recojo del historiador Delgado
Merchán, y dice lo siguiente: “…de las torres de la cerca exterior, hay en el
inventario de Escrituras del archivo municipal un documento curioso que es una
carta de pago, librada en 1297 por Gil Pérez alcalde de Villa Real a Alfonso
Pérez, alcalde asimismo, por valor de 8.000 maravedises en la moneda de la
guerra para labrar ciertas torres y murallas…”.
Estas, “ruyn cerca” para Rades de
Andrada y excelentes para otros cronistas, estaban hechas de mampostería y
ladrillo, y sólo una pequeña parte tenía la fábrica de piedra. El sector más
consistente se encontraba en las inmediaciones de la Puerta de Toledo, y
tendría unos tres metros de anchura aproximadamente. El conjunto del perímetro
era de 5.452 varas castellanas o 16.356 pies de 16 dedos, equivalentes a unos
4.500 metros de longitud, flanqueado y guardado por ciento treinta torreones de
trecho en trecho. A la muralla que unía las puertas de Ciruela y Alarcos estaba
adosada una torre o torreón redondo, al que por su forma le llamaban “el cubo”.
La cerca fue reparada en el año 1489,
pero debido a una arrolladora inundación del rio Guadiana en 1508, quedó maltrecha. Durante la guerra de la
independencia fueron restablecidas nuevamente las murallas, y desde 1833 nos dice Felix Pillet, la
capital tendría que invertir importantes cantidades en la defensa. “En 1835 el
Gobierno Civil pagará con el fondo de propios y con calidad de reintegro 500
reales al maestro de albañilería Joaquin Romero, para que recomponga la muralla
de la ciudad”. Por entonces se reconstruyeron los rastrillos o puertas
levadizas de las puerta, y se fortificaron las torres de Santa María (Catedral)
y San Pedro, estableciéndose en ellas guardia permanente, ampliándose y
amándose con dos cañones el fuerte del Hospicio o Cuartel de la Misericordia.
Hervás, del que recibimos la noticia, sigue diciendo que, aún después de
pacificado el país, por aquel tiempo, no se abrían las puertas hasta la salida
del sol, cerrándolas al anochecer. Contra esta disposición hubo de reclamar la
dirección de Correos y el Comandante General (1841); pero ya no era el peligro
de la guerra, sino los intereses de la Hacienda Pública y Municipal.
El desmantelamiento de las murallas fue
primero parcial; todo el lienzo comprendido entre las puertas de Toledo y
Calatrava se utilizó en el año 1868 para rellenar con sus materiales las
“Lagunas de los Terreros”, y los demás restos del recinto amurallado, al
encontrarse abandonados y en estado ruinoso, se fueron perdiendo
irremediablemente para siempre, a excepción de la puerta de Toledo y el pequeño
lienzo de muro que se conserva entre las que fueron “Puertas de la Mata y
Granada”.
Ocho fueron las puertas que daban a la
ciudad cuando ésta se encontraba fortificada por las murallas, las que se
dirigían a otros tantos caminos que enlazaban las poblaciones entre sí. A cada
una de ellas se le dio el nombre del camino que atravesaba, menos a la de
puerta de la Mata, pues no se conocía ningún recorrido con ese nombre. Hasta
acabar el reinado de Felipe II (año 1598), según insinuaciones de antiguos
escritores, sólo se abrían en las murallas las puertas de Toledo y de Alarcos,
y el portillo o postigo de Santa María. Las demás puertas fueron edificadas
posteriormente.
La de Toledo, que ha sido descrita con
todo rigor y detalle por los mejores investigadores locales, es el último
baluarte que nos queda de aquellas antiguas puertas en las que los caminantes
penetraban en la villa que fundó el Ilustre Rey Sabio, con la particularidad de
que ésta fue la primera que se construyó. Se halla situada al final de la calle
de su nombre, dando salida a la carretera que se dirige hacia la Ciudad
Imperial. Fue edificada, o por lo menos terminada, en el año 1328 (reinaba
Alfonso XII de Castilla). Su fábrica es de mampostería gruesa en los lienzos, y
de sillares y piedra caliza de la localidad en los ángulos, esquinas y arcos.
Presenta seis arcos (tres cayendo al exterior y los otros tres hacía el
interior de la ciudad), flanqueados por
dos fuertes torreones de planta irregular de doce metros de altura por cuatro
de frente. Los arcos externos, de estilo ojival, se apoyan en columnas
cilíndricas de alto relieve, adosadas a los muros laterales. Los dos arcos
siguientes, a ambas partes, son más pequeños y de herradura, pertenecientes al
primer periodo de la arquitectura árabe, los que descansan sobre pilastras
empotradas en los muros, coronadas de impostas. Los arcos centrales son de estilo
gótico. En la parte que da hacia el exterior se ve esculpido, en piedra, un
escudo con las armas de Castilla y de León; y en la del interior, una lápida
también de piedra, de poco más de un metro de altura por unos sesenta y cinco
centímetros de ancho, conteniendo la oración de completas en caracteres
monacales.
La puerta de Calatrava se encontraba
abierta ya en el siglo XVII. Era ésta una “hermosa puerta con su anchurosa
torre que guiaba el viejo recinto de sus caballeros, y en la que había dos
tránsitos divididos o una puerta dilatada del más bello estilo”. Posteriormente
este acceso se cerró, abriéndose otro contiguo a la misma torre.
En la puerta de Calatrava, cuando la
invasión francesa en 1809, una representación de vecinos negociaron con el
general “Sebastini”, logrando de él que Ciudad Real no fuera dada al saqueo ni
al incendio, al haber manifestado el militar francés que la ciudad pertenecía a
sus tropas por la ley de guerra, ya que habían suscitado resistencia.
La puerta de la Mata miraba al sol que
sale y era una de las principales, a la que guarnecían dos torres, y en su
mediación, al exterior de la ciudad, estaba el escudo de nuestros “Catholicos
Reyes”, y por la parte de dentro, encima del arco de la puerta se veía un altar
con varios colores, donde se decía misa los domingos.
Los historiadores no suelen ser
coincidentes a la hora de manifestarnos la época constructiva de la antigua
puerta de la Mata, pues mientras algunos nos dicen que hasta últimos del siglo
XVI sólo se abrían en las murallas las puertas de Toledo y Alarcos, y el
postigo de Santa María, otros suponen que fue en tiempos de los Reyes Católicos
cuando se realizó la edificación.
La puerta de Granada “recibía los rayos
del sol al mediodía”, siendo muestra del camino Real de Granada. Contaba con
dos torres un poco separada pero de recia fortaleza.
La mayoría de los escritores antiguos
atribuyen su levantamiento a los tiempos de Carlos I (siglo XVI), sin embargo,
Delgado Merchán nos comenta que en el siglo XV ya se conocía dicha puerta, en
algunos manuscritos, con el nombre de “Puerta de Miguelturra”, lo que hace
pensar que no fue la primera puerta la que se edificó en este sitio en tiempos
de “El Emperador”, sino que sería una reedificación de otra puerta anterior del
siglo XV. Por otro lado tampoco concuerda, y los mismos autores se contradicen, al decirnos
que en el siglo XVI sólo se abrían las tres puertas antes citadas.
El 1º de septiembre de 1837, según
Hervás y Buendía, y 1838 para Pérez Fernández, vino a Ciudad Real don Ramón
María Narváez, general en jefe del Ejército de Reserva. Para tal fin, se
organizaron en su honor grandes festejos, con fuegos artificiales, iluminación,
músicas y regocijos populares. El convento de la Merced se habilitó para dar en
su obsequió un refresco, baile y recepción oficial. Entre los justificantes de
los gastos ocasionados con tal motivo se hallaba el siguiente: “De palos y
banquetes que se han colocado a la derecha de la Puerta de Granada para asentar
los reos que se han de fusilar”, y lo firmaba el carpintero Antonio Delgado.
La puerta de Ciruela (antes Cihiruela),
asegura Eduardo Portuondo que existía de principios del siglo XVII, pero con la
llegada del ferrocarril a nuestra capital mediado el pasado siglo, fue
concebida la idea de tener que abrirla un poco más, aprobándose en 1853. Su
restauración se efectuó siendo alcalde-corregidor de la ciudad don Enrique de
Cisneros y Nuevas, dejándose de ella una excelente descripción don Domingo Clemente:
“...es también notable y de construcción moderna. Su combinación es sencilla,
pues solamente se compone de dos torreones separados entre sí por una cortina o
muro, el cual, terminado por ménsulas y almenas sostenidas por arquitos de
medio punto, abre el ancho y único arco gótico de bizantinas reminiscencias,
que contribuye la puerta flanqueada por los dos macizos y elevados torreones
coronados también en sus cuatro frentes de murallas y almenas. Cada uno de
estos dos torreones tiene practicadas en sus dos caras principales y a
diferente altura dos angostas ventanas, como para dar luz a lo interior; entre
las ménsulas y debajo de cada una de las almenas, tiene simulado otro orden de
pequeñas troneras, como si pretendiese aumentar los medios de defensa. Arranca
el arco sobre impostas entalladas de rudo follaje y en sus enjutas hay dos
medallones por ambos haces. La fábrica es de mampostería desconcertada con
aristones de sillarejos de mayor a menor. El ancho total de la puerta incluso
los torreones es de diez metros por once de altura, contados hasta la
cúspide de las pirámides en que terminan
las almenas; la luz es de cuatro metros y veinte centímetros, y su alto hasta
el vértice es de seis cuarenta. Los torreones son de base cuadrada. Trazó esta
puerta y dirigió la obra el entendido arquitecto don Cirilo Vara y Soria,
ayudado de su inteligente hermano don Antonio”.
La puerta de Alarcos nos la ha descrito
en más de una ocasión los diferentes historiadores locales, resumiéndose así
sus rasgos esenciales: Miraba hacia la antigua ciudad de Alarcos y formaba con
sus torreones un cuadrángulo muy anchuroso; la honraba el escudo de los Reyes
Católicos y tenía cuatro soberbias guardas en la “Quatemion” de sus torreones.
Ramírez de Arellano, en 1893, decía que
era “un arco sencillo, sin más adorno que el blasón de España entre dos reyes
de armas. Los trajes acusaban de ser de la época de Felipe III. Los citados
reyes de armas dieron lugar a un dicho popular para aquellos que se querían
librar de algún inoportuno: “Ve a contárselo a los de la puerta de Alarcos, que
ellos están despacio”.
De la puerta o postigo de Santa María
poco se puede decir, nuestra única fuente testimonial son los escasos datos que
nos dejaron algunos de nuestros antepasados, diciéndonos que era de lo más
sencillo, aunque con sus naturales defensas, y que junto con las puertas de
Toledo y Alarcos eran las más antiguas que se abrían en las murallas. Atendiendo también a lo que
me han contado algunos de nuestros mayores, dicen haber oído de la existencia,
a ambos lados de este postigo, de unos asientos con barandilla que servía de
respaldo, lo que permitía a los paseantes el descansar y poder tomar el sol.
Indicaba esta puerta el principio del camino que conducía a la antiquísima
población de Santa María del Guadiana.
Cuentan que, el 27 de mayo de 1838,
durante la guerra carlista, los hermanos “palillos”, que eran guerrilleros
carlistas naturales de Almagro, intentaron penetrar en Ciudad Real por la
puerta de Santa María, siendo rechazados por los de la ciudad, con algunas
bajas. Este percance motivo que se cerraran al público algunas puertas, dejando
abiertas durante algún tiempo sólo las de Toledo y Calatrava, protegiéndolas
todas con focos y parapetos y amándolas de artillería.
La puerta del Carmen, también moderna,
de poca importancia y de escaso valor artístico, se abrió en el siglo XVII
entre las de Santa María y Toledo. Su composición era un simple arco apoyado
sobre dos pilares, con algunos adornos geométricos. Esta puerta se construyó
para mejor comodidad y servicio del Convento de Carmelitas Descalzos, que se
encontraba en los terrenos del anterior Hospital Provincial, sitio donde se
ubica hoy el periódico LANZA.
Francisco
Pérez Limón (Diario Lanza, Extra feria de Ciudad Real, 14 de agosto de 1987,
páginas 10 y 11)
Me ha valido para mucho esta información
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