ORIGEN
DE LA CIUDAD
En el pequeño caserío Pozuelo seco,
anejo de Alarcos, ubicado donde hoy se halla la Plaza de Pilar, vivían un
reducido grupo de campesinos, viejos cristianos, dedicados a labrar la tierra y
cuidar de su ganado. El día 25 de mayo, festividad de San Urbano del año 1088,
en el prado cercano al caserío, llegó una comitiva real con la imagen de una
Virgen que transportaba desde Toledo a Córdoba por mandato del rey don Alfonso
VI.
Vista la Virgen por aquellos devotos
labriegos, primeros pobladores de Ciudad Real, emocionados, con gran fervor,
manifiestan el deseo de la pertenencia de la sagrada imagen. A través de los
siglos la tradición ha conservado la poética leyenda de cómo la Virgen quedó en
el lugar, en donde los campesinos levantaron un sencillo templo en honor a
Santa María del Prado, en cuya advocación seria venerada alrededor del cual, el
caserío fuera aumentando su poblado convirtiéndose en aldea, la aldea en villa
y la villa en ciudad, hoy Ciudad Real.
POZUELO
DE DON GIL
Uno de los más ricos y nobles habitantes
de Alarcos que levantó su casa en la naciente aldea fue don Gil Terro
Ballesteros, noble y valiente caballero que por su distinción en la batalla de
Las Navas le sería concedido el señorío de la aldea tomando el nombre de
Pozuelo de Don Gil.
VISITA
DEL REY DON FERNANDO III EL SANTO
Algo más de siglo y medio llevaba de
existencia la aldea cuando vino a ella el rey don Fernando III el Santo, en
donde permaneció por espacio de cuarenta días, en compañía de su esposa, doña
Juana y la de su madre doña Berenguela. Es de suponer que por entonces debería
tener la aldea cierta importancia, con capacidad suficiente para albergar a tan
regios huéspedes y a los caballeros y cortesanos que, a la usanza de la época,
acompañaban a los Reyes.
La presencia del rey castellano en
Pozuelo de Don Gil debió ejercer gran influencia en el destino de este pueblo,
a cuyos moradores no les faltarían mercedes y privilegios y a Nuestra Señora
del Prado las ofrendas del Rey Santo, preparando la gran obra que, diez años
después, realizaría su hijo, Alfonso el Sabio, fundando en la aldea su Real
Villa.
VILLA
REAL
Con el fin político de tener en el Campo
de Calatrava una plaza entre Toledo y Córdoba, al mismo tiempo fuera baluarte
al poderío de la Orden de Calatrava, concibe la idea de fundar una “grand villa e bona e conservase e tuviere
entre los fueros, e que fuese cabeza de toda aquella tierra”, en una de sus
aldeas llamada Pozuelo de Don Gil, a la que hizo varias este nombre por el de
Villa Real.
La Carta-Puebla de la fundación de Villa
Real se conserva en el archivo municipal, fechada en Burgos el día 20 de
febrero del año de 1255.
La
Puerta de Toledo a principios del siglo XX
MURALLAS
Villa Real como la mayoría de las
poblaciones españolas en los tiempos medievales y según las exigencias de la
época, su poblado estaba cercado de murallas.
En el capítulo XI de la Crónica de
Alfonso X el Sabio, dedicado a la fundación de Villa Real, dice el “…e señalo los lugares por do fuese la
cerca. E hizo facer luego una puerta de piedra labrada esta en el camino que
viene de Toledo mandó a los del lugar como ficieran la cerca”.
Las obras de su construcción se
iniciaron, según Hervás, en el año de 1297, terminando la fábrica de las mismas
en 1500.
Estas murallas con sus 130 torres y sus
ocho puertas, estuvieron ubicadas en la línea que hoy señala la carretera de la
Ronda con una extensión aproximada de 4 kilómetros y medio.
ALCAZAR
REAL
El rey fundador ordenó a los de Villa
Real que, a la vez que levantaban sus casas, construyeran también el Alcázar
del Rey. No tardaron los villarrealeños en cumplir tal orden. De la terminación
de su construcción de una prueba fehaciente la prematura muerte de don Fernando
de la Cerda, primogénito del Rey Sabio, ocurrida en el Alcázar en el año 1275,
cuando sólo hacia veinte años que su padre había fundado la Villa.
Debió ser nuestro Alcázar importante
fortaleza, provista de las exigencias y condiciones precisas al acomodo del Rey
y caballeros de armas que acompañaban a los reyes y recinto capaz de servir de
campamento a las milicias que con frecuencia se reunían allí de paso a las
campañas bélicas contra los árabes.
Cuando los Reyes Católicos deciden
abandonar el Alcázar cediendo su posesión al ciudarrealeño don Fernando Cevera,
se inicia la ruina de esta fortaleza y el abandono de las casas solariegas de
hidalgos y gentes principales, convirtiéndose el lugar en cloaca y casuchas de
gentes de mal vivir, desapareciendo toda huella de lo que fue aquella
fortaleza. Ni una nota, ni el detalle más insignificante se ha conservado
acerca de cómo fue la fábrica del Alcazar y cuáles fueron sus dependencias.
Recientemente se han derribado las
míseras casas que había en el barrio para edificar en él un ambicioso y moderno
núcleo urbano. Es lamentable que una vez campo abierto no se haya aprovechado
para realizar excavaciones que hubieran dado alguna luz de cómo fue este
monumento histórico, el más importante de nuestra ciudad.
Vista
de Ciudad Real en 1916 desde la torre de la Parroquia de San Pedro
JUDIA
Y CRISTIANA, POBLACIÓN ARABE
Al llamamiento que don Alfonso hizo en
1279 a los descendientes de Mahoma para poblar la Villa, ofreciéndoles casas y
heredades, acude gran contingente de éstos al disfrute de los privilegios
reales.
Siempre fueron cordiales las relaciones
entre moros y cristianos. A pesar de las diferencias religiosas y costumbres,
convivieron en armonía en nuestro pueblo, dando gran impulso especialmente a la
agricultura. Tan poderosa fue la ayuda que prestaron los moros en nuestro
pueblo que, cuando éstos, en el siglo XVII, fueron expulsados del país, la
ciudad quedó en la más ruinosa decadencia durante varios siglos.
Comprendía la barriada de la morería
todo el ámbito comprendido desde la puerta de Santa María y la de Alarcos,
cerrada por el interior con las calles de Alarcos, Postas y de los Reyes.
Alguna de sus calles conservan en la actualidad nombres como: Morería, Jara,
Lentejuela, Alamillo… que testifican su origen moruno.
El pueblo judío que por entonces gozaban
de cierta protección de los reyes, acuden también al llamamiento del Rey
Fundador y se apresuran a instalarse en la Villa…
Al contrario de los moros, los judíos no
fueron buenos amigos de los cristianos villarrealeños. Es verdad que el Aljama
Judía de Villa Real tuvo notables artífices de todos los oficios, que
contribuyeron al desarrollo de la Villa, especialmente en el tejido lanar,
compitiendo con los mejores de Europa, pero, también es cierto, que su
principal ocupación fue la de prestamista, con la cual hicieron grandes
fortunas, logrando gran poder e influencia en la vida social del pueblo. Muy
pronto la codicia se hizo manifiesta produciendo el malestar natural de sus
víctimas traduciéndose en odio y deseos
de venganza que no tardó en convertirse en sangrientas luchas.
El barrio judío comprendía la parte
oriental de la ciudad hasta la muralla levantada entre las puertas de la Mata y
la de Calatrava: por la parte poniente la calle de la Paloma, cerrado por el
norte con la calle de Calatrava y por el sur, las calles de la Mata y Lanza.
La población cristiana se extendió por
el territorio restante dividido en tres barrios: el primitivo, en torno del
templo de la Virgen del Prado, el de hidalgos y gente principal, junto al
Palacio del Rey, con su iglesia de San Pedro y el formado por gente más humilde
y sencilla, y popularmente llamado barrio del “Perchel”, al lado de la iglesia
de Santiago.
Desaparecida
portada de la calle Refugio. La fotografía es de Julián Alonso del año 1948
CIUDAD
REAL
Los villarrealeños siempre fueron muy
fieles y leales a la Corona lo que, más de una vez, costó a estos la sangre y
la vida en defensa de los intereses reales, especialmente en las múltiples
escaramuzas que sostuvieron sus milicias con la prepotente Orden de Calatrava
que nunca vio con buenos ojos la Villa del Rey.
Estando don Juan II cercado por sus
enemigos en el castillo de Montalbán, en la ribera del Tajo, perseguido por su
primo el Infante don Enrique, el cual, ante la llegada de nuevas milicias que
acuden en ayuda del Rey, el Infante se ve obligado a levantar el asedio y
ordenar la retirada.
Entre las milicias que acuden en auxilio
de don Juan se hallaba la de Villa Real. Salvada la situación del Rey, éste
quiere premiar a los valientes villarrealeños y les pregunta si quieren algo de
la Corona, “e los de Villa Real
suplicaron al Rey que la Villa la hiciese ciudad, e el Rey plugó dello e mandó
que dende adelante le dijesen MUY NOBLE Y LEAL CIUDAD DE CIUDAD REAL”.
CAPITAL
DE LA MANCHA
En el año de 1691 se crea la provincia
de la Mancha y se otorga la capitalidad a la ciudad de Ciudad Real. Cincuenta
años después, en 1750, por gestión directa del Conde de Valparaiso, Ministro y
favorito de Fernando VI, es trasladada la capitalidad de la provincia a la
ciudad de Almagro.
Los ciudarrealeños, perjudicados con
este traslado, no dejaron de luchar con ánimo ante las autoridades para que
fuera devuelta la capitalidad de la provincia a la ciudad. Un año después, el
15 de febrero de 1751, por Cédula Real del rey don Carlos III, vuelve
definitivamente a ser Ciudad Real la capital de la provincia.
Los nombres de Alfonso X el Sabio,
fundador de Villa Real, Juan II concediendo el título de Ciudad y Carlos III,
designando el de la capitalidad, constituyo el trió real más significativo para
la historia de Ciudad Real.
Hemenegildo
Gomez Moreno (Diario Lanza Extra Feria de Ciudad Real, 14 de agosto de 1986)
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